martes, 3 de enero de 2017

Un mantel, una taza y el silencio.

   Y con éste frío, ¿cómo esperabas que pudiera ser más dulce? Bueno, a veces río... quizás te valga, pues mi sonrisa bien que reluce.
   Cuando eras crío, me contaron, gritaste al ver a tu abuela ¡mira cómo luce!, mientras bailaba con brío, como a quien el peso de los años no seduce.
   Advertiste también allí un trío de mariposas blancas, que revoloteaban sobre las lavandas en un cruce. Y caíste al río, por permanecer embaucado. Sí, me di cuenta; la belleza te abduce...
   Un escalofrío. Lo vi reflejado en tu piel al erizarse el vello. Recordarlo es lo que te lo produce.
   Tu mirar fue entonces sombrío. Y yo entiendo que él calle, pero sé que ya deduce que cuando sonrío es porque algo de lo más profundo de su ser trasluce.

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