lunes, 29 de diciembre de 2014

Se me acabó la tinta

   El prado está cubierto de nieve congelada.
   Es preciosa. Brilla como si mil diamantes diminutos estuvieran escondidos bajo una fina capa de talco.
   Hace frío, y el vaho es el nuevo idioma.
   Hace tanto frío que la pluma del alma se ha congelado y se ha roto, complicando la caligrafía a la par que dejando manchurrones por donde pasa.
   La nieve está tan bella... Cruje, congelada, bajo mis pies.
   De la misma forma cruje mi pluma rota cuando escribo.

   Se acabó la tinta de este año; tendré que dedicar estos últimos días que me quedan a la elaboración de una nueva y mejor tinta para el año próximo.
     

viernes, 12 de diciembre de 2014

Versos de a trozos.

   Desde los tiempos surgió la voz
que canta, canta, recanta, y ¿qué canta?
segando el silencio con filo de hoz
riega los oídos. Su lluvia me encanta.

Con suave manar la masa nos danza
y con sus espigas la aguja enebro.
Trenzo un tejido desde la panza
y al llegar al pecho me rompo, me quiebro.

Ni tan siquiera mis labios ya toco;
mi sensibilidad se encuentra escondida.
Y aunque pretenda moverme de a poco
cierro mis puertas y ya no hay salida.

¿viste ese lirio que canta sincero?
digo, y un paso aumenta distancias
¿qué lirio dices, si aún es enero?
no te das cuenta, y sin dudas avanzas.

Su ronroneo dejó de gustarme
cuando bufaba con mucho más peso.
Con la balanza casi al desarme
¡yo no sufro tanto sólo por un beso!

Y en viajes que tienen paisajes de cobre
me pierdo observando el vapor de este río.
Mientras tarareo buscando mi nombre,
me muevo inquieta, mis pies tienen frío.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Carta de un pétalo a un alfiler.

   Es curioso, pero te quiero.
   Tengo una sensación de armonía contigo como la que seguramente sentirán dos piezas de puzle al reencontrarse.
   Tu apariencia resulta afilada, pero no me pinchas; no pinchas.
   Mi apariencia resulta tersa, y sin embargo es tu interior el cual rebosa de suavidad, de ternura.
   Nadie hubiera concebido la idea de un lazo de estas características. Ni tan siquiera yo… Te abriste camino progresiva, pero tan tan lentamente que no me di cuenta hasta que ya estabas descansando en una de mis sinuosas laderas.
   Tienes, sin embargo, momentos afilados, y te sorprendería saber que en esos será, probablemente, en los que más embelesada te mire.
   Es ahora y no antes cuando empiezo a comprender alguna de esas frases tan dichas y típicas del amor. “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”; cuando lo pienso siento que no me va a doler si desapareces entre el heno… y temo más, entonces, esta inconsciencia.
   Por algún motivo no quiero inmortalizar ningún momento contigo más que con la imperfecta memoria.
   Tan sólo hacerte saber que, aunque me raspe tu cercanía y me aleje para que no desgarres mis faldas, no te quiero lejos. Sólo a cierta distancia. Quizás con ver fugazmente el brillo de tu cuerpo alargado me conforme.
   Tan sólo hacerte saber que eso… que te quiero.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Las flores aman en las otras dimensiones.

   Lo que nadie supo fue que su reflejo seguía vivo, dentro del estanque.
   Al morir, cedió su individualidad a aquél que era casi exactamente como él. Pero no del todo, pues eso es lo que ocurre con los humanos con terribles destinos.
 Fue por ello que sus personalidades no resultaron las mismas. Ahora veremos porqué.
   Después de un rato esperando, el reflejo se asomó, desde el agua, sin reflejar a nadie y sin tener a nadie a quien reflejar. Lo vio tendido en el suelo, con una hermosa flor brotando en su pecho, al que pocos minutos antes, había sido dueño y señor de sus actos y expresiones, pero no de sus emociones.
   Con gran alegría, y siendo consciente de que ahora él decidía por él, corrió en busca de la dama que amaba.
   Su dama era de tersa piel de musgo y suaves cabellos de agua. 
   Ciertamente se encontraba muy cerca, por lo que no hubo de viajar más allá de un par de charcos para situarse a su lado. La joven dama se encontraba muda, con la muerte al borde de sus ojos y su último suspiro contenido aún por sus labios sellados. Miraba con infinita congoja la hermosa flor amarilla. 
   Él la llamó, intentó gritar, pero los mundos de los charcos tiene la característica de ser muy silenciosos, por lo que no produjo ningún sonido. Veía que la luz de los ojos de la ninfa se iba apagando de forma lenta pero progresiva, y de la misma forma él desesperaba. 
   Llegó a un punto en el que la desesperación arrasó en forma de energía y el charco salpicó a la joven, sacándola del entumecimiento. Ella miró el charco y lo vio. La resignación, que le había cedido una muerte apacible, se tornó en esperanza primero, y luego en profundo dolor. 
   Se asomó al borde de la charca, pero no demasiado, para no taparlo con su propio reflejo. Acercó sus manos al agua y el reflejo de ellas tocó al joven reflejo. La joven, al límite ya de su vida, sintió un cosquilleo casi imperceptible en sus dedos y un enormemente lejano sentimiento de emoción que acariciaba con infinita ternura sus adentros. Se asomó a la charca y observó sorprendida cómo su reflejo exhalaba felicidad al otro lado del agua.
   Entonces comprendió una realidad que permitió que todo su cuerpo se relajara por completo y sus labios no contuvieran más el último aliento, que rápidamente se disolvió con la magia del bosque.
   Fuera del charco todo era muerte y neblina, pero dentro de la charca había otra historia, con otro final.
   La ninfa se había dado a sí misma la oportunidad de tener la historia que había anhelado tanto, comprendiendo que las historias siempre están vivas, da igual dónde.