miércoles, 30 de diciembre de 2015

Y llora, y llora, y llora.

En cuanto abrió la puerta cayeron las olas embravecidas
por las laderas, encendidas.
Aterrada, no quiere hacer nada, porque cada algo es la gota que colma el vaso.
Y llora, y llora, y llora.
Se encuentra empachada de vacío.
Y se ahoga en el vacío, porque ya llega espumoso a la garganta y no le deja respirar.
Y llora, y llora, y llora.
Para después poder respirar por un momento;
hasta que se va llenando, despacio, sutilmente, otra vez de vacío.
Y llora, y llora, y llora.
Comer no satisface al vacío, tan sólo acentúa su presencia.
Dormir no elimina el tiempo, lo convierte en pesadillas.
La lluvia es reflejo de la marea interior y el sol es una burla.
Y llora, y llora, y llora.
Se encuentra perdida y los espejos sólo le devuelven imágenes borrosas.
Sólo se dio cuenta de que estaba perdida cuando, en un último intento de no sucumbir, no encontró a qué aferrarse.
Y llora, y llora, y llora.
Las manos frías… y el corazón a punto de chocar contra el iceberg.
La música le ofrece una cuna siempre y cuando sea desconocida,
siempre y cuando no tenga recuerdos.
Y llora, y llora, y llora.
Y mira a través de la ventana…
Hace bien poco que dejó de llover.


sábado, 5 de diciembre de 2015

22:07 en un sábado

Últimamente, el silencio es más fuerte.
Suena muy fuerte.
Tener un tic tac diferente sólo me hace diferente.
Y aunque se hable de evolución, el ser humano sigue temiendo a lo distinto.
El silencio abraza intenso cuando me quedo sola.
Con brazos fríos, que invitan a uno a encerrarse en su cabeza.
Mi ritmo es estacional, y perdonadme que lo sea; yo no lo elegí.
Mi sensibilidad es estacional, y me comprenderíais mejor si lo tuvierais en cuenta.
Me comprenderíais mejor si tuvierais la inquietud de preguntarme, en lugar de juzgar directamente.
En el silencio nocturno mi cabeza hace un ruido infernal.
Un gato persiguiendo a un ratón en una abarrotada y gran cocina.
Y al abrir los ojos en la mañana, mi cuerpo, tenso, cansado, es el eco de los destrozos de anoche.
No sé porqué esperáis que en navidad esté alegre y jubilosa cuando en diciembre los osos ivernan. (al menos en occidente)
¿Habéis oído mientras nieva en la montaña?                                      El silencio.
Tan sólo ingiero música insípida, pues no roza la sensibilidad en carne viva y duele menos.
Y no tengo valor para beber libros por si me pierdo en las hojas y después no me sé encontrar.
El martillo del silencio no da fuerte, pero sí continuo, en los lados de la sien.
Y la cabeza me duele concentrándose en el entrecejo.
Voy aprendiendo autodidacta a dejar de vomitar de golpe para hacerlo de a poco. Y, a veces, de los tropezones elegidos salen lindas poesías.
Estoy esperando que el año nuevo llegue con un fortísimo viento fresco, limpio, nuevo, que abra de golpe mi cabeza, mis poros, mi corazón y mis pulmones.
Porque el aire denso y viciado de este año gastado me ahoga, y en el duro silencio, las lágrimas ya no me invitan a respirar.




sábado, 21 de noviembre de 2015

Veintiuno de Noviembre

   El viento agitaba los árboles de tal forma que las hojas parecías miles de mariposas aleteando en sus ramas. Mientras, la mañana pasaba del gris, al azul blanquecino.
   Y ese fue el principio. 
   El primer día que la cabeza le dijo al corazón - Bueno, ya está. Descansa un poco. Ahora me toca a mi.
   Y no hubo pesadillas. Sólo un yunque en el esternón que iba perdiendo fuerza a medida que la sensibilidad se abandonaba al sentido. 
   Con la puerta cerrada a la espalda y largos y fuertes suspiros, el dolor de cabeza remite y el presente está vivo.
   No estoy sola, estoy conmigo.
   

domingo, 1 de noviembre de 2015

Con el vértigo en los talones.

Justo ahora mismito, parada delante del puente colgante.
Hay tantísimos metros debajo de mí que la sangre se me enfría de golpe en las venas.
Pero ya he dado dos pasos, y lo mejor será no dar ni uno hacia atrás
Hay otros tantos metros hasta llegar a la otra orilla.
Y debajo el río brama.
Ya los he cruzado otras veces, y este puente no es diferente.
No hay razones para creer que no voy a poder hacerlo esta vez.
Pero... y las flores?
Las fragantes flores y plantas que quedan a mi espalda, en el bosque que dejo atrás.
Siempre que cruzo los puentes tengo miedo de no volver a verlas.
Por suerte, por segunda vez, llevo un minino agarrado a mi corazón.
Con sus suaves murrunos acunando mi angustia.
Y sus silenciosos besos de aterciopeladas pestañas.
Dejo atrás un clima, un tipo de alimentación, un ritmo.
Y no se ve la espesura al final de este puente con tanta neblina rodeando los bosques.
Tengo mucho miedo, este puente se balancea cada vez más a medida que me alejo de un extremo.
Y no llevo ni cinco pasos.
Aunque me tiemblen las manos, aunque tarde días en dar un paso...
Si he tomado una decisión habré tenido mis razones aunque ahora no pueda recordarlas.
Pero ya que estoy aún en un extremo temprano de este puente y sin poder ver aún el extremo que me espera... 
me gustaría darme la libertad de soñar que tú estarás esperando en el otro lado.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Una conversación derramada.

Si fuera un pececito dorado no necesitaría esconder mis lagrimas, porque bajo el agua se diluirían y nadie se percataría de ellas.
No tendría porqué dar explicaciones a nadie del porqué, ni sufrir la angustia de que sean juzgadas, valoradas o infravaloradas. Porque para mi son de plata todas, y todas se llevan algo de mi, y todas me quieren informar de algo, y todas me desatan pequeños nudos interiores, y todas me ayudan a dormir mejor.
Nadie debería juzgar a nadie porque llore. Ni porque no llore. Nadie tiene derecho a afirmar que es más valiente o más fuerte quien no llora, ni lo contrario con aquél que lo hace. Tampoco nadie debería atreverse a establecer un "límite"de llanto o de no llanto.
¡Nadie, maldita sea, tiene el menor derecho a decidir si debo o no llorar, cuando o donde lo necesite!
Las lágrimas hablan para las personas que las derraman, no hablan de la persona.
Las lágrimas no son para aquellos que las ven, son para aquellos que las sienten. Las lágrimas te hablan. El acto de llorar es una conversación con uno mismo.
Te cuentan que aquello te hizo daño. Quizás te digan que la dicha no te cabe dentro. O tal vez que aquel comentario te molestó mucho más de lo que creías hace 3 horas. O, simplemente, que algo dentro no va bien.
Las lágrimas nos hablan y, en general, nos liberan.
Ahora, si esta lluvia se vuelve demasiado constante y llega un momento en que lloras sin lágrimas, ahí tenemos un problema.
Nadie debería decirte "no llores". Nisiquiera un amigo. Si no es capaz de soportar el dolor y la angustia que profesas en ese momento, más vale que se largue.
Y, por supuesto, nadie debería jamás tener la ocurrencia de decir "no es para tanto". Nadie.
Las lágrimas son de uno y para uno.
Para nadie más.

viernes, 23 de octubre de 2015

Mi naturaleza de amar.

Una vez más es de noche y mis emociones oscilan en un mínimo rango.
Y mi cabeza las observa como lo haría una hermana, dubitativa.
Mi amor es puro.
Mi amor es puro, pero mi sensibilidad y mi carácter son muy amigas y se bambolean como un péndulo, a lo largo de los días.
Soy un humano de inconstancia emocional superficial,
y de constancia emocional profunda.
Aunque el peso se estableciera de por vida en un punto de equilibrio perfecto, mi naturaleza rompería el juego de pesos. Ya sea con la tristeza, la sea con la independencia total. Porque esa es mi forma de amar.
Así necesito amar.
Tengo un sentimiento profundo incrustado que precisa de fluctuar en la emociones a flor de piel de un lado para otro, para estar sano.
Necesita movimiento.
Si hoy te miro embelesada y lo único que quiero es acariciar los rasgos de tu rostro, quizás mañana no quiera verte, ni oír tu voz.
Y quizás pasado mañana quiera reírme despreocupadamente contigo o escucharte hablar del cosmos, mientras que al siguiente día, quizás, sólo quiera envolverme en mis sábanas de soledad y disfrutar de echarte de menos a propósito.
Y te amaré en todas las etapas. Te amaré aunque no quiera ni oírte. Te amaré aunque quiera verte, pero muy a lo lejos. Aunque sólo quiera estar sola.
Porque esa es mi forma de amar,
aunque pueda parecer lo contrario.


miércoles, 14 de octubre de 2015

Sin pies y con cabeza.

   De pronto. Así, sin previo aviso, me siento pequeñita.
   Ya no siento en mi cabeza los montones y montones de papeles, ordenados y desordenados. Ni está repleta de fotografías atrincheradas todas en un limitado corcho.
   Como si alguien hubiera venido por la noche y lo hubiera guardado todo en el desván de mi memoria.
   Sólo hay algunas hojas sueltas por el suelo, como un eco de lo que fue conocimiento fresco.
   Y es el eco el que me acompaña en mi cabeza, y hace de mi mente una habitación demasiado grande para estar vacía.
   En este instante todo es demasiado grande, dentro o fuera, para lo pequeñita que me siento.
   No tengo en esta habitación ni una silla donde sentarme, ni una lámpara que ilumine este gris frío de no saber. No saber a secas. Este vacío que me llena tanto que tengo la sensación de que nada más cabe.
   Por eso vomito. Vomito mi vacío en el dormir, en escribir, en no hacer lo que se supone que es lo que debería hacer porque me he comprometido. Me pasaré la vida buscando en mercadillos una balanza que equilibre la volatilidad y el compromiso.
   Si casi hemos matado la naturaleza, ¿cuál es ahora nuestra naturaleza, como ser humano?; me pregunto eso después de haber sufrido la angustia de aceptar que mi estado de ánimo de hoy no está para afrontar la rutina que me construí en una sociedad que tiene cimientos de un material tan viejo y que, hoy por hoy, no nos es afín.
   Creo en mi pasión. Pero a veces, en el cansancio, es difícil saber qué decisión tomar. Es difícil distinguir si la desgana de ayer no fue nada más que pereza y la desgana de hoy no es más que el anhelo de liberarse de una manada de la cual no puedes, y no quieres, seguir su ritmo.
   Porque el ritmo que sigue el mundo humano actual que hemos (¡que han!) creado no es natural.
   Peor que eso, es ridículo.

sábado, 3 de octubre de 2015

De piel para dentro.

Tengo una semilla podrida aquí, en el pecho.
Es extraño, pero germina.
O germinó.
O fue germinando a través de los años.

A veces se queda dormida y no duele,
pero cuando se despierta todo huele muy dulce, tan dulce que da arcadas.
Siempre despierta en la soledad de uno mismo,
y duerme en la actividad social.

Es triste.
Genera un dolor de sensaciones similares al enamoramiento,
y no puedes sentir nada. Ni amor.
Está fielmente aferrada a mis vísceras, y me da miedo intentar arrancarla.

Está tan cerca del Árbol Madre,
que es complicado matarla, pues sus raíces están unidas firmes a él.


Siempre me dolió que mis ganas de olvidar a mi Peter Pan
 fueran debido a esta semilla podrida.

martes, 22 de septiembre de 2015

Atardeceres que lloran sin necesidad de nubes.

   El vehículo entró en movimiento mientras me reacomodaba en mi asiento.
   Las ruedas del avión hacían mucho ruido por lo que, sorprendida pero ilusionada, miré por la ventana.
   No tardé más de dos segundos en recordar que eso era un autobús y que yo regresaba a casa después de un día que atardecía melancólico.
   Por un momento había saboreado la excitante sensación de estar montada en un avión, cinturón ya abrochado y tomando velocidad en la pista de despegue. La sensación de que la realización del anhelo de escapar, de abandonarse dejos, allí donde la realidad no golpea y se puede descansar los cardenales, se vería cumplida pronto.
   El alivio de poder estar en un sitio donde puedes olvidarte de pensar si te quieres, o no. Donde pensar es innecesario y está más que permitido aflorar las emociones que, como pétalos espachurrados en un ramo, no tuviste fuerzas de ordenar y procesar.
   Y puedes llorarlos, sudarlos, vomitarlos o transformarlos en sencillas pesadillas.
   Esos días tan tristes en los que eres pesada y masturbarse resulta incluso angustiante.
   Esos días tan tristes, como el de hoy, en el que la puesta de sol llora sin necesidad de nubes.
   Esos días.
   Y sigo en el puto bus.

sábado, 19 de septiembre de 2015

TIUBIUM

Recuerdo tres besos.
Tres besos, muy concretos, en mi vida; de tres personas distintas.
Que crearon una misma sensación.
Una sensación que se ha aferrado a mi memoria como hiedra.
Los tres fueron impulsados por una negación desesperada, aferrada como la misma hiedra de mi memoria, a un anhelo no posible.
Y los tres supieron igual.
Supieron a resignación, a complacencia.
A desgana.
Como quien te escupe en la boca, en lugar de fundir unos labios en otros.
Y esa sensación permanece cuando el recuerdo de esos tres besos cae como dados en el tablero de mi cabeza.
Se clava, punzante, en mi sensibilidad.
Doloroso, como si el tiempo jamás se hubiera deslizado.
Parece hasta eterno...


Pero luego hago el amor y se me olvida todo.

sábado, 22 de agosto de 2015

Despedida silenciosa a una luciérnaga.


Después de mezclar dos cosas que no deben mezclarse, la electrocutación ciega y los temores nublados, pienso en ella.
Y me pongo triste.
Todavía no aprendí a ver los finales más que habiendo pisado el confeti, ya en el suelo, de la fiesta de despedida.
Y de todos los finales, el más común en mi esencia, es aquél que sólo me rodea a mi.
Ahora nos separa una barrera de cristal blindado, y mi voz no suena más que el humo, a través de él.
Ya me he chocado unas 3 o 4 veces.
Y me duele la cabeza y el pecho. Una por fuera, y el otro por dentro.

A veces necesito un día gris para darme cuenta de que estoy triste.

lunes, 17 de agosto de 2015

Personas que son verbos.

Nunca quieren escuchar.
Aquellos que sienten como piel recién quemada no gustan de escuchar.
Adoran hablarte de sus amores, eso sí. Horas, o días tal vez; e incluso se repiten, porque les da igual a quien contarles o si ya han contado.

Nunca quieren buscarte.
Aquellos cuyo interior está inundado no gustan de buscar.
Prefieren ceder siempre a su egoísmo.

Nunca quieren decidir.
Aquellos cuyo corazón es tan frío como su cabeza y su talento confunde no gustan de decidir.
Prefieren dejar al tiempo la obligación de ello, a fin de usarlo para su propio interés.

Nunca quieren aprender.
Aquellos que la experiencia y el tiempo pesan sobre sus hombros no gustan de aprender.
Se aferra, ciegos e histéricos, a sus viejos libros llenos de polvo, despreciando los ceros y los unos como si fueran puñales o veneno.


Yo quiero escuchar, si tú también sabes escucharme.
Yo voy a buscarte si sé que al menos te importa.
Yo decidiré, porque eso es coger las riendas.
Y me gusta aprender, porque todavía soy joven.


jueves, 6 de agosto de 2015

101 libélulas

El puente colgante resultó esta vez un nenúfar.
Éste va a la deriva. 
Y de las luces derivan luciérnagas, que la iluminan y no la dejan sola.
Solamente soltó sus suaves suspiros sosteniendo así saladas sentencias.
Tendencias fueron las que la llevaron a acabar en un naufragio en potencia; que no la llevan sino a estar triste.
¿Viste? su caudalosa costumbre costó cestas y cestas de escombros.
Y lleva en sus hombros, sin verlas, cenizas de buena cosecha.
Cose con luz las raíces, y riega con sal el cultivo.
¡Esta vivo! y brotan bramantes y bruscas, de brasas, vibrantes, dos largas vertientes.
Y aunque siga en su mismo nenúfar perdido,
ya tiene un pedido a atender día a día:
Aprender a elevarse consigo.

lunes, 6 de julio de 2015

"Todo sucedió tan rápido..."

Tengo las manos dormidas,
y el corazón ardiendo.

La cabeza aturdida
y no entiendo qué siento.

Como quien rompe una copa,
va destrozando conceptos.

Es como si pido ayuda
mientras me alejo...

domingo, 31 de mayo de 2015

Y de noche se me abre la piel.

Cada noche.
La noche me abre la piel.
Las sombras familiares se ciernen,
y crean mi caverna.
Y yo, esclava de mi rutina,
caigo en las redes de la pantalla cuya única luz
ilumina mi rostro. Y no duermo.
Es tarde
siempre se me hace tarde.
Porque tengo un sol.
Pero tengo miedo a aferrarme a él porque ya me quemé
una vez.
dos veces.
Si vivir es esta experiencia tan compleja
la muerte debe de ser muy nada.
muy vacía.
Son los extremos los que matan,
por que son los bordes
y de los bordes, la gente se cae.
Cada noche.
extraño querer hacer el amor con mi soledad.
añoro estar enamorada de ella.
Se me abre la piel,
pero no hay emociones
Y esa, es de las peores.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Aceite de Caléndula.

   Era más de medianoche,
   y su respiración ya estaba tornándose plácida.
   Y con las sábanas hasta el cuello,
   y medio somnoliento,
   me quitó las lágrimas y aplacó mis miedos a besos.

   Pequeños, cortos,
   como rayos de luz deslizándose entre las hojas.
   Allí, me dijo que me quería,
   consciente e inconscientemente.
   ofreciéndome con ello un lienzo blanco
   en lugar de pesadillas.

   También me dio un amanecer tibio,
   mucho más dulce que otros.
   Y con su marcha ordené por fuera,
   siendo, el eco, el orden de mis órganos e ideas,
   que aún permanecen vagas.

   Mi voluntad se dejó domesticar hoy,
   y pude volver a casa...
   Pero hoy es como si el reloj no tuviese arena.
 
 

jueves, 21 de mayo de 2015

Cesárea.

Hola, ¿quién eres y porqué te pareces a mi?
He percibido que hablamos el mismo idioma, pero no te entiendo.
Veo que tienes un carácter extremista, y un temperamento a flor de piel.
No resultas agradable.
Tu inseguridad y timidez te hace parecer fría e irrespetuosa.
Y te he visto llorar mil veces. Se te hincha la cara y la nariz se pone colorada.
¿Porque piensas tanto? la autocompasión no lleva a ningún lado, ¿sabes?
Todo tu talento se ve mermado cuando no confías en ti.
Tu cuerpo es muy sabio a veces, pero no lo escuchas.
He visto que tu esencia es complicada.
Me han contado que te gusta las amapolas porque son flores hermosas y silvestres, y que así te ves tú, salvaje.
Tienes miedo a perder la libertad.
Tienes miedo.
Pero eres fuerte... lo he visto, lo he visto cuando has estado en lo peor y más oscuro de tus propios escombros, y has sabido ir limpiando poco a poco, con esfuerzo, con lágrimas, las cenizas que te cubrían.
Deberías quererte un poco más.


Este espejo está sucio... tengo que limpiarlo.

lunes, 18 de mayo de 2015

A mediados de estrés.

A veces olvida la memoria el cuerpo nuevo.
No entiende que no se entienden,
y carece de paciencia de madre.

A veces el pecho se harta de no ser escuchado.
y se anuda y protesta.
Quizás no lo entendemos porque sale por los ojos
en tibio reclamo.

A veces la rutina produce ceguera,
sordera,
y te quita la sensibilidad en los dedos.

A veces no importa cuántos libros tengas
que no encuentras palabras.
Y otras da igual las palabras,
mientras pesen dentro.

Hay veces que quiero escribir poesía,
pero no encuentro el puto ritmo.
Y digo tantos tacos que ya no parezco un hada.

A veces se es tan complejo
que hay que escribirse cartas a uno mismo
y releerlas un tiempo después,
con la cabeza fría.

A veces no hay tiempo,
tan sólo suspiros cansados.
tan sólo silencios dormidos.

A veces no hay una recompensa 
y ni la miel más dulce
te quita el amargo sabor de las hiervas,
hiervas que tú te obligaste a beber.

Hay veces que no reconoces a la del espejo.
Y sus ojos se tornan tan tristes...
A veces ni el dulce te aplaca.

A veces todos los oídos están sucios.
A veces las lenguas están quemadas.
A veces el corazón está seco.
A veces conviertes en polvo lo que tus manos tocan.
A veces tu frente está fría.
Y tu entrepierna sellada.

A veces no hay razón que valga, para una sensibilidad no entendida.


domingo, 26 de abril de 2015

Nouveau.

Ayer desayuné tostadas con lluvia,
mientras paseaba pensando en que quería escribir una poesía sobria.

Una poesía que no fuera hacerse preguntas, como siempre hice.
De la cual sus musas no fueran esclavas de la sensibilidad.
Que no tuviera musas.

Una poesía en la que los silencios dijeran más que las palabras.





Una poesía de pocas palabras.

martes, 7 de abril de 2015

A mi gitano.

Hablando de pasados y luceros,
con tan agradable compañía como la de una rizada luna,
es cuando sé quién eres para/en mi.

Yo que perseguía mis pasiones creyéndome falta de ellas,
y resulta que me quedo, sin saberlo, embarrada en tus pupilas de gitano.

Es tan sólo la enormidad de la diferencia lo que me despista.
Lo distinto que es el ritmo que palpitas, a los que yo estaba acostumbrada,
y lo complicado que fue desacostumbrarse.

Es mirar a mi alrededor sin que la bruma difumine las cosas.
Es ser mi propio limpiaparabrisas.

Que las musas ya no me inunden descontroladas no significa que esta nueva realidad esté vacía de ellas; tan sólo, que ahora ya no sé donde encontrarlas fácilmente.

De momento, ser sensible me basta.


domingo, 15 de marzo de 2015

Escribo

Yo sólo se escribir canciones.
Canciones de lo que fue, es o podría ser.
Canciones que no vibran en el aire, canciones que no tienen ondas.
Escribo canciones de mi fantasía sobre qué podría ocurrir. Escribo silencios sobre otras dimensiones.
Escribo las historias que en esta vida, en este mundo, no podré vivir.
O continúo aquellas que tuvieron un final.
Escribí a un efímero relato, que creía apagado, y no hice más que golpearme las emociones con una deliciosa pared de cacao. Y me reí. Me reí y dejé, por primera vez en mucho tiempo, que me inundaran emociones no invitadas, sin hacerles frente, sin echarlas a patadas.
Escribo para "ver qué pasa". Escribo para provocar. A mi, a los demás.
Escribo para ponerme trabas, para joderme; porque si todo es perfecto y no tengo problemas,
¿cómo coño evoluciono?

Escribo para verme en el espejo de esta sopa de letras y decidirme  de una vez a dar un paso.

domingo, 22 de febrero de 2015

Un poco de pimienta y vainilla.


Hoy lo he visto.
   He visto unos ojos azules reflejados en unos ojos negros.
   He escuchado la historia de una vida de guerras, dentro del ritmo constante que tuvo el cielo, 
en su día.
He sentido la sonrisa en forma de chispa en esos dos pozos, 
exactamente igual que aquel celeste verano.
Percibí... 
el sol enamorado, dentro de una piel de barro.

Creo que un cuervo dulce encontró en mí el silencio que escucha sin juzgar.

Hoy he aprendido que el azabache tiene cierto encanto para mi.

domingo, 8 de febrero de 2015

Nº 6.

He decidido tener los ojos blancos
mientras esta base suena constante e inalterable.
He decidido tener los ojos blancos para hundirme en tus ojos de arcilla,
para lanzarme a este barrizal.
Falta poco, tan poco para que el jabón se acabe y que la última burbuja estalle
y no quede más que su estela de colores un instante.
Un instante... en el que tu suavidad sea tan espantosa que quiera llorar;
en el que tu mirada sea tan profunda que me sienta violada.
Que deje mi sangre tan fría
que tirite de manera histérica y me abraces hasta estrangularme.
Esa cascada que tienes como contorno de tu visión es por la cual resbalo
y esto va demasiado deprisa.
Apaga tu maquinaria, caliente y acompasada, antes de que me muera asfixiada.
Estalla la burbuja, antes de que me estrelle.

domingo, 1 de febrero de 2015

Los labios manchados de comer moras.

   Hoy estoy sensible, y es ello sin duda lo que me impulsa a escribir.

   Como siempre, voy sin guión preparado, voy improvisando sobre la marcha como si todo este proceso fueran ensayos hasta el día de la representación. Voy a trompicones. Me gusta la palabra trompicones.
   También me gusta agarrar la pintura con las manos y lanzarla contra el lienzo. 
   Hoy estoy sensible, se nota... Mi cuerpo está en tensión constante, y la música no hace sino anudarme el estómago; me arden los ojos de las lágrimas que no salen.
   Es el primer día de un Febrero recién estrenado de un invierno benevolente.
   Me entran ganas de llorar con sólo ser consciente de lo frescos y nuevos que son los días, como fruta bien lavada; con sólo ser consciente de que mi visión de la vida es un camino del que no tengo ni la más remota idea de a dónde va a ir a parar. No puedo ver más allá de una zancada.
   Me tranquiliza la sensación de que voy a saber esquivar las zarzas. O que voy a saber ver sus moras.

   Esa chica morena del espejo... me gusta esa chica. Es bonita. Se le está poniendo roja la nariz, ¿va a llorar también? ¿o va a salir su clown interior?
 
   Es la balanza. Esta sensación no es más que aquella de llorar de alivio; no estoy acostumbrada a que en ella estén ambas partes equilibradas. Es difícil llegar a ello.
   Estoy asustada porque todo está bien, y me resulta tan frágil...
   Lo siento todo como si fuera una mariposa, frágiles y de colores espolvoreadas sus alas y de vida efímera entre el calor húmedo y el néctar de las flores.
   Y ahora al pensar en el verano vino a mí una melodía de piano...
   El estómago hace público su reproche estrujándose con más fuerza dentro de mi.

   Hoy estoy sensible.

   Hoy estoy viva.
 

domingo, 11 de enero de 2015

Un pequeño entremés.

   Entre mi gentío conocido y entre la soledad que, de pronto, se hospedó en mi estómago.
   Entre los pequeños placeres que me llenan y entre el desinterés intermitente de la vida.
   Entre las voces que me desconcentran y entre la misma y continua emoción que se enrolla y me estruja el tórax.
   Entre el intenso y frío aire que limpia mis pulmones y entre las lágrimas cuyo mar muerto dan ceguera a mis ojos.
   Entre la realidad que no continúa por sí sola y entre mi cabeza que resulta una magnífica jaula.
   Entre la convicción de lo correcto y entre la duda de la verdad de los sentimientos.

   Allí me encuentro, entre la espada y la pared.