sábado, 28 de enero de 2012

Algo extraño.


Abrió los ojos. El agua del río todavía resbalaba sobre su aterciopelada y blanca piel... se incorporó hasta erguirse del todo. Su suave túnica plateada brillaba bajo el sol tan intenso que aquella mañana bañaba el bosque. Era un día como tantos otros, como tantos de una eternidad infinita, y sin embargo estaba cansada. Presentía que algo iba a cambiar, no sabía el qué, y eso era lo que más le inquietaba.
Había visto nacer, vivir y morir tantos humanos, tantas criaturas… Había llorado sus muertes desconsoladamente hasta que al final los siglos terminaron por dejarla sin lágrimas, y ahora sólo podía sufrir en silencio.
El bosque estaba quieto... demasiado quieto, pero sus agudos oídos podían oír hasta el crujido más leve y enseguida pudo oír los cascos del caballo que entraban en el principio del bosque, su bosque...
Se deslizó sin hacer ruido, tímida pero segura, como si volara sobre la hierva, hasta dónde había oído aquel sonido. Vio al caballo, pero no pudo ver el rostro del jinete, que se encontraba tapado por una oscura capucha de cuero, a pesar del que el día se mostraba caluroso.
Por primera vez en su larga existencia sintió algo extraño, su corazón dio un vuelco y comenzó a latir desenfrenadamente. Ella se asustó, pues nunca le había pasado algo semejante, y por un momento sitió que se desvanecía; logró contenerse a tiempo, pero no pudo evitar mover su delicado pie un par de centímetros como acto reflejo para evitar la caída y pisó una rama que sobresaltó al caballo. Éste abrió mucho los ojos intentando localizar un lobo o un animal que pudiera ser peligroso, y aunque sus ojos no vieron nada, él seguía sintiendo una presencia extraña, una presencia poderosa, y eso no dejaba de ponerle nervioso.
Ella estaba concentrada descifrar el significado de aquel sentimiento, a la vez que trataba de controlarlo para no delatarse y que el caballo huyera llevándoselo consigo...

lunes, 23 de enero de 2012

Sólo música.


"Yo divido la música en dos partes: Buena y Mala."

Eso dijo una vez un amigo.
Las personas siempre juzgan la música como les conviene. Desde luego, para uno su música siempre va a ser mejor que la del otro, pero no por ello va a ser igual para todos. A unos les gusta el Heavy, a otros el Rock, Pop, Jazz, música Clásica... hay tanta variedad y diferencia entre unos géneros y otros. La calidad de la música no depende de las horas que le dediques. Un minuto de inspiración puede valer más que estar meses encerrado en un estudio, así que… ¿De verdad existe la música "Buena" y la "Mala"?

En mi opinión no; música puede ser cualquier cosa, desde un silbido pasando por el ritmo de un golpeteo de impaciencia, hasta un solo de piano. La vida, el mundo, es como una gran orquesta. Siempre, SIEMPRE, va a haber música, ni buena ni mala... sólo música.

domingo, 22 de enero de 2012

Él.

Aparto la mirada. Otra mirada más fuerte recae sobre la mía ejerciendo su peso, su profundidad… es imposible imponerse a ella; me rindo.

sábado, 21 de enero de 2012

El sentimiento.


Pienso.
“hazlo… ¡ahora!”
Ni un músculo se digna a moverse.
Me entra la angustia.
“¿qué pasa?”
La voz no sale, sale aire.
Quiero decirlo; mi corazón bombea veloz y violentamente.
Pasa el momento.
Sigue el nervio vivo en mi piel y tiemblo.
“¿estás bien?”
Suspiro largamente.
“Si.”

“En el centro mismo de uno. Ahí es donde nace, ahí es donde germina y crece como planta trepadora, y como la misma va trepando aferrando sus finas pero resistentes ramas a todos los huecos que encuentra. Penetra hasta lo más hondo de nuestro ser exigiendo ser alimentado.”
-¿pero el qué? abuelo, ¿el qué?- replica el niño soltando a continuación un resoplido de impaciencia.
“El Sentimiento.”

El muro.



Abro los ojos y me incorporo. Observo lo que me rodea. Estoy dentro de un gran terreno circular con unos altos muros de hierro. Aquel lugar está lleno de cosas, miles y miles de cosas, del techo también veo como cuelgan, hasta en el aire… allí están flotando todas las preguntas, todas las dudas y todas las respuestas hipotéticas que crea aquella especie de “mente” que se encuentra en lo más alto de esta enorme habitación. Atravieso aquel lugar rodeando todos los objetos y esquivando las preguntas sin respuesta que murieron hace tiempo y que ahora vagan, solitarias, por todo aquel espacio. Me acerco a las paredes y coloco la palma de mis manos en ella. Está fría, y muy dura. Doy tres golpes. Parece fuerte. Voy siguiendo la pared arrastrando una mano por su superficie. Camino durante largo rato hasta que me doy cuenta de que he vuelto al mismo lugar donde empecé; había dado toda la vuelta, pero no había puerta. Miro hacia arriba, pero no hay ventanas. Noto un cierto temor nacer dentro de mi… seguido de la angustia. Empiezo a golpear las paredes primero suavemente y después aumentando la fuerza. Recorro aquella única pared circular corriendo en busca de alguna rendija, de algún hueco. Horas y horas recorro el lugar, pero… ¿cómo es el tiempo en este lugar? ¿Hay horas, minutos, segundos…? Estoy inmersa en una especie de oscuridad, pero curiosamente veo todo perfectamente, como con los ojos de un gato. Es una oscuridad continua, y hace frío. Me siento con la espalda en la pared y me hago un ovillo. Despierto; no sé cuánto tiempo he dormido, si diez horas, 20 minutos o 3 segundos. Todo sigue igual, oscuro, desordenado, triste y frío. Me incorporo y sigo buscando observando con atención la pared de hierro. Pasa el tiempo y ya empiezo a sentir miedo, quiero salir de aquí. El miedo me lleva al enfado, que me lleva a la ira. Con violencia trato de agarrar alguno de los objetos que allí permanecen para estrellarlos contra la pared, pero es como si fueran incorpóreos, como fantasmas, mi mano los atraviesa como si agarrase aire. La sorpresa me quita durante unos instantes toda la furia, que después vuelve de golpe y con más fuerza. Grito, chillo, doy golpes contra las paredes, pateo y vuelvo a chillar. Sigo así durante un rato, pero mis fuerzas no son inagotables y me derrumbo, agotada e impotente.


Algo me despierta, algo tibio roza mi mejilla. Abro los ojos y veo un rayo de luz. De un salto me incorporo y acerco el ojo a la rendija, aunque instantáneamente mis ojos se cierran protegiéndose de la luz, acostumbrados a la continua oscuridad. Poco a poco se abren y ven tanta luz, tanta claridad, todo es hermoso, pero el agujero por el que la luz pasa es demasiado pequeño aún. Es entonces cuando la chispa de la esperanza nace en mí.