martes, 20 de mayo de 2014

Algunas de mis princesas...

¿Qué son las montañas si las miras reposar?
Grandes trozos de barro congelado; hielo y nieve sus vestidos.
Y mis preguntas son princesas que pasean por sus faldas, laderas de fuego. ¿Por qué quema la nieve? Ahí va una de mis princesas. Infeliz destino el de muchas de las princesas, que se pierden y mueren de frío. Si por casualidad mis pupilas de sol dan con alguna y su esencia late aún de manera que se haga oír, quizás decida salvarla. No se convertirá en respuesta, pero tendrá otra oportunidad de encontrar el camino.

¿Qué es el tiempo atrapado en el cristal?
Nada. El presente es un reloj de arena cuyo único grano cae y cae sin cesar. Aquellos que vivimos en las cápsulas del aire somos sin duda los que más apreciamos ese grano, y a los que más nos cuesta fundirnos en su finalidad. Cuando, sin embargo, logramos enzarzar nuestros pasos al ritmo del tango de cada realidad... ¡Vivos!, ¡estamos vivos! y cada inspiración sabe diferente, y cada vez que masticamos la fragancia es distinta.

¿Cuál es la flor de la realidad?
Una cualquiera, ¿no? (esta fue una princesita retórica). Cada ser tiene la suya, su color, su figura, su perfume, su estructura. Pero sí existe un nombre único que abarca a todas y cada una de las flores de la realidad, sea cual sea su forma. Ese nombre es "Flor de Piel". La flor de la realidad nace de nuestra percepción de lo que nos rodea, nace en nuestra piel. Se alimenta del exterior. Se alimenta, por ejemplo, de ver las montañas reposar. Se alimenta de las reacciones que se producen con el enfrentamiento entre uno y lo que le rodea, con la flor como mediador; dicho enfrentamiento crea lo que se denomina "sensaciones". A la situación de padecer de manera continua y muy intensa las sensaciones hasta el punto que ellas nos dominan, produciéndonos, en ocasiones, irritabilidad, se le llama estar "a flor de piel".

¿Y qué hay de los pájaros de metal?
No lo sé. Pero para mi son como los libros, albergan tantas historias...