domingo, 25 de noviembre de 2018

Enfrentamiento.


   Cuando me senté a escucharla, abrí mi corazón a enfrentarme
a descubrir el arte que amabas
y que yo odiaba, habiendo sentido siempre que tenía que competir contra él.
Que me abandonabas cada vez que decidías que el sonido envolviera la estancia.

   Puse un disco entero; decidí dedicarle mi tiempo aunque mi corazón temblaba de miedo
y mis músculos se tensaban de rabia.

   De pronto, como algunas veces suele sucederme,
a la cuarta obra se juntó todo, se alinearon los factores necesarios e, inesperada y gradualmente, se me conmovió el corazón;
alineándose, vibrando con todos esos factores, conmigo y con mi presente.
No pude evitar sonreír al pensar que justo la persona que no quería escuchar por ti
tenía la canción de mi momento.

   Una persona que sentí una amenaza completamente absurda
me dio el reposo que necesitaba, le dio música a las decisiones y los sentimientos que como bruma envuelven tu concepto, que aún me persigue.
Y, con ello, un paso más de distancia. Y entonces... paz.

  Poco a poco conquisto aquellos frutos que enriquecen los días pero que están envenenados de identidades que me lastiman.
Una vez los libero
nace una rama más en mi propio árbol.

   Y cada vez me hago más robusta.

   Ahora me acompaña el camino una banda sonora común, pero que al tiempo me distancia
y me permite respirar.
Terminará siendo un hábito enfrentarse al dolor y sanar.