sábado, 22 de agosto de 2015

Despedida silenciosa a una luciérnaga.


Después de mezclar dos cosas que no deben mezclarse, la electrocutación ciega y los temores nublados, pienso en ella.
Y me pongo triste.
Todavía no aprendí a ver los finales más que habiendo pisado el confeti, ya en el suelo, de la fiesta de despedida.
Y de todos los finales, el más común en mi esencia, es aquél que sólo me rodea a mi.
Ahora nos separa una barrera de cristal blindado, y mi voz no suena más que el humo, a través de él.
Ya me he chocado unas 3 o 4 veces.
Y me duele la cabeza y el pecho. Una por fuera, y el otro por dentro.

A veces necesito un día gris para darme cuenta de que estoy triste.

lunes, 17 de agosto de 2015

Personas que son verbos.

Nunca quieren escuchar.
Aquellos que sienten como piel recién quemada no gustan de escuchar.
Adoran hablarte de sus amores, eso sí. Horas, o días tal vez; e incluso se repiten, porque les da igual a quien contarles o si ya han contado.

Nunca quieren buscarte.
Aquellos cuyo interior está inundado no gustan de buscar.
Prefieren ceder siempre a su egoísmo.

Nunca quieren decidir.
Aquellos cuyo corazón es tan frío como su cabeza y su talento confunde no gustan de decidir.
Prefieren dejar al tiempo la obligación de ello, a fin de usarlo para su propio interés.

Nunca quieren aprender.
Aquellos que la experiencia y el tiempo pesan sobre sus hombros no gustan de aprender.
Se aferra, ciegos e histéricos, a sus viejos libros llenos de polvo, despreciando los ceros y los unos como si fueran puñales o veneno.


Yo quiero escuchar, si tú también sabes escucharme.
Yo voy a buscarte si sé que al menos te importa.
Yo decidiré, porque eso es coger las riendas.
Y me gusta aprender, porque todavía soy joven.


jueves, 6 de agosto de 2015

101 libélulas

El puente colgante resultó esta vez un nenúfar.
Éste va a la deriva. 
Y de las luces derivan luciérnagas, que la iluminan y no la dejan sola.
Solamente soltó sus suaves suspiros sosteniendo así saladas sentencias.
Tendencias fueron las que la llevaron a acabar en un naufragio en potencia; que no la llevan sino a estar triste.
¿Viste? su caudalosa costumbre costó cestas y cestas de escombros.
Y lleva en sus hombros, sin verlas, cenizas de buena cosecha.
Cose con luz las raíces, y riega con sal el cultivo.
¡Esta vivo! y brotan bramantes y bruscas, de brasas, vibrantes, dos largas vertientes.
Y aunque siga en su mismo nenúfar perdido,
ya tiene un pedido a atender día a día:
Aprender a elevarse consigo.