La luna se miraba en su espejo: el mar. Se admiraba, su blancura, su pureza, su brillo. Sin embargo se sentía sola. y cuanto más triste se sentía más delgada se hacia. Iba adelgazando hasta que casi desaparecía, convertida en un finísimo semicírculo. Pero como todo, siempre hay un fondo. Entonces, una vez tocado ese fondo la luna empezaba de nuevo a engordar su ego de manera que se engrosaba también su talla. Crecía cada vez más redonda. Cuánto más se miraba en el mar, más bella se veía, y más grande se hacía. Con orgullo iba aumentando su tamaño hasta que ya no podía crecer más. Lo máximo a lo que podía llegar. Entonces, ya sin objetivo, sin nada por hacer, volvía a mirar a su alrededor y a sentirse sola de nuevo, y el proceso retornaba.
La luna se miraba en su espejo: el mar. Suspiró. Y empezó a sentirse triste. Cerró los ojos y empezó a sumirse en su circulo vicioso. El circulo en el que había permanecido durante miles de millones de años, y del cual no podía salir, y del que nunca saldría.
http://www.youtube.com/watch?v=9RrsaAPGrjY
sábado, 25 de febrero de 2012
domingo, 19 de febrero de 2012
Tras la esquina.
Lo único que se oía era el susurro de la negra gabardina. Arleen tenía prisa. Mucha prisa.
- ¡Joder!
Aceleró el paso.
En nada su vida se había transformado... ¿o había sido así desde siempre?
Creía tener recuerdos felices, los de su infancia. Cerró los ojos con fuerza intentando recordar. Apenas recordaba el color de los ojos de su madre o la voz de su padre y... Dimitri. Dimitri era lo único que podía recordar. Era capaz de revivir incluso su olor, el tacto de su piel...
Una lágrima se deslizó por su mejilla. Es cierto que no recordaba rostros o lugares, pero si sensaciones, emociones. Sobre todo las que más le habían afectado. La muerte de su padre. La boda de su madre con su padrastro. Todo había ido mal, hasta que, con la boda de su madre con Eric, su padrastro, apareció él. Dimitri. Cuánto bien y cuánto mal le había hecho.
Oyó los pasos que se acercaban. Miró hacia atrás rápidamente y aceleró aún más el paso.
¿Por qué? Nada es como los cuentos de hadas, eso es obvio, pero ni se le asemeja. Todo tiene que estar siempre relacionado, enmarañado como un ovillo de lana mal enrollado.
- El mundo es un puñetero pañuelo... - pensó Arleen.
Volvió a concentrarse intentando recordar a la par que se daba prisa al andar. Empezó a llover.
- ¡Lo que me faltaba!
Se esforzó tanto que un violento recuerdo le azotó la mente, como una bofetada. Perdió fuerzas y se cayó al suelo. Se levantó y siguió andando por las oscuras calles de Chicago.
"-¡Papá, no! Papá, vuelve a casa, hace frío, por favor papá.
-Papi tiene que irse cielo. Papi te seguirá queriendo, nunca lo olvides. Siempre voy a cuidarte. Esté donde esté.
La lluvia azotaba nuestros rostros de la misma manera que ahora me está azotando a mi. Papá echó a correr.
-¡Juan! ¡vuelve!
- Mamá ¿a dónde va papá?
- ¡Arleen! ¡Entra ahora mismo a casa!
-Pero...
-¡YA!
Mamá corrió tras papá bajo la lluvia, gritando desesperadamente. Perdió un tacón en el camino. Yo cometí el error de no entrar en casa. Un error que me costó caro. Seguí a mamá bajo la lluvia, corriendo en silencio. Papá estaba ya lejos, pero estaba quieto. Subido en la barandilla del puente miró hacia arriba, abrió los brazos y se lanzó al río, donde desapareció. Grité todo lo agudo y potente que puede gritar una niña de 6 años. Mamá cayó de rodillas y gritó fuerte. Seguidamente se desplomó."
Arleen siguió andando. Oía los pasos cada vez más cerca. No paraba de jadear y el sudor y la lluvia le habían arruinado totalmente el maquillaje.
Dimitri. Él fue lo único que la hizo feliz. Sus ojos castaños, su cabello negro, sus pecas, sus cejas perfiladas, aquella sensual perilla, su espalda, sus labios, sus...
Que duro había sido todo aquello. Con 18 años no se piensa, no se sabe lo que se hace, y todo eso te lleva a cometer errores. Aquella noche que entró en su cuarto cambió su vida para siempre.
"Ella todavía no podía dormir, y como en cada uno de sus recuerdos, la lluvia azotaba su ventana. Pero ella no podía prestarle atención a aquel terrible y singular sonido porque algo más importante ocupaba su mente.
Entonces Dimitri abrió la puerta de su cuarto con cuidado y la cerró con llave. Ella se incorporó de la cama con el corazón latiéndole a toda velocidad. A pesar de estar a oscuras los grises ojos de Arleen brillaron con intensidad. Dimitri permaneció unos instantes quieto en la puerta, para después irse acercando poco a poco. Arleen se levantó de la cama pero él ya había llegado hasta ella y le colocó su dedo índice en los labios. Se miraron a los ojos. La tensión era tan atractiva... tan apasionada. Fueron acercando sus rostros despacio, tan despacio que casi le pareció eterno. Sus labios se rozaron acariciándose, conociéndose. Pero cada vez querían conocerse más y fueron explorándose cada vez más deprisa, más profundo y con menos miedo. Las manos de Dimitri dibujaron el contorno de su cuerpo, pasearon por su espalda y sus caderas recorriéndolas con dulzura. Poco a poco esa dulzura fue convirtiéndose en en ansiedad, en impaciencia. Ella fue despojando sus cuerpos de la ropa que los cubría. Pasó su mano por el cabello que cubría la nuca de Dimitri y se aferró a él con fuerza. Dimitri la alzó con fuerza y la dejó sobre la cama con pasión. Todo iba cobrando cada vez más velocidad. Siguieron explorándose a si mismos, se unieron, gozaron, se amaron."
La lluvia seguía cubriendo a Arleen, que de tanto acelerar el paso ya estaba corriendo. Estaba totalmente mojada, hasta los huesos. El frío le estaba entumeciendo las extremidades. Paró unos minutos a coger aire. Miró hacia atrás y no vio a nadie. Lanzó un suspiro de alivio, pero no bajó la guardia. Sabía que hasta que no llegara a casa no estaría a salvo. A sus 23 años sentía como el mal absoluto luchaba por apoderarse de su ella.
Siguió corriendo y llorando. La mezcla de agua que cubría su rostro era tanta que apenas reconocía las calles por las que transitaba. De golpe pudo recordar los ojos de su madre. Unos ojos grises llenos de vergüenza y de lágrimas.
" - ¡¿Cómo?! ¿que has hecho qué y que quieres el qué?
- mamá, me has escuchado muy bien y no pienso repetírtelo.
- No, lo siento, pero no voy a permitirlo. No está bien ¿qué van a pensar los vecinos?
- ¿y a mí qué lo que piensen los vecinos?
-Hija... no lo entiendes. No puede ser.
- ¿pero porqué no? ¡Lo amo! sólo es mi hermanastro. Salvo eso no tenemos ningún otro tipo de lazo.
- No. y si digo no es NO.
- ¿por qué?
- ¡Porque no!
- ¡joder mamá! ¡Tengo 18 años! ¡es mi vida! ¡¡Y PIENSO ESTAR CON ÉL!!
- ¡¡No puedes!!
- ¡¿que no..?!
- ¡No! ¡el no es tu hermanastro, el es tu HERMANO!
- ... ¿qué... has... dicho?
- Lo has oído perfectamente. Te lo diré una sola vez. Una vez tuve... un pequeño desliz, 1 año antes de que tú nacieras. Fue la temporada que me había ido de viaje a Brasil. Estuve dos años sin ver a tu padre, y entre medias me quedé embarazada. No le dije nada, porque cuando volví había dejado a Dimitri en casa de su padre, sin intención de volver a verle. Pero cuando tu padre murió... Eric apareció y yo no fui capaz de rechazarle..."
-¡EH, TÚ!
Aquel grito la sacó de su ensoñación. Miró atrás aterrada y empezó a correr con todas sus fuerzas. Tiró el bolso para correr más deprisa, pero con la lluvia no podía ver, así que de poco le sirvió. El hombre siguió gritándole con violencia. Arleen se giraba cada poco para ver la distancia a la que se encontraban el uno del otro. Llego un momento en el que no pudo seguir corriendo, y no fue porque no tuviera fuerzas, pues la adrenalina la alimentaba rápidamente. Fue por encontrarse en un callejón sin salida. Se giró. Allí estaba ese hombre, desconocido, grande, fuerte. Empezó a reírse grotescamente.
- ¿Que te pasa, putita? ¿ya no estas cachonda o qué?
Arleen temblaba sin parar. La lluvia había amainado. Apenas había luz en aquel oscuro callejón y no podía verle la cara.
- ¿Que pasa? ¿Se te comió la lengua el gato?
Arleen no respondió. Pensaba la manera de librarse de él y escapar.
- Ya me engañaste una vez, pero no volverás a hacerlo ¡Zorra!.
Se oyó un disparo.
Arleen permaneció de pié unos instantes, y poco a poco fue bajando. Primero las rodillas y luego todo su cuerpo. Permaneció tirada en el suelo, viendo como su asesino huía.
- Siempre... estaremos juntos, Dimitri. No lo... olvides. Siempre.
Cerró sus grises ojos. Suspiró su último suspiro. Su corazón dejó de latir... y murió.
- ¡Joder!
Aceleró el paso.
En nada su vida se había transformado... ¿o había sido así desde siempre?
Creía tener recuerdos felices, los de su infancia. Cerró los ojos con fuerza intentando recordar. Apenas recordaba el color de los ojos de su madre o la voz de su padre y... Dimitri. Dimitri era lo único que podía recordar. Era capaz de revivir incluso su olor, el tacto de su piel...
Una lágrima se deslizó por su mejilla. Es cierto que no recordaba rostros o lugares, pero si sensaciones, emociones. Sobre todo las que más le habían afectado. La muerte de su padre. La boda de su madre con su padrastro. Todo había ido mal, hasta que, con la boda de su madre con Eric, su padrastro, apareció él. Dimitri. Cuánto bien y cuánto mal le había hecho.
Oyó los pasos que se acercaban. Miró hacia atrás rápidamente y aceleró aún más el paso.
¿Por qué? Nada es como los cuentos de hadas, eso es obvio, pero ni se le asemeja. Todo tiene que estar siempre relacionado, enmarañado como un ovillo de lana mal enrollado.
- El mundo es un puñetero pañuelo... - pensó Arleen.
Volvió a concentrarse intentando recordar a la par que se daba prisa al andar. Empezó a llover.
- ¡Lo que me faltaba!
Se esforzó tanto que un violento recuerdo le azotó la mente, como una bofetada. Perdió fuerzas y se cayó al suelo. Se levantó y siguió andando por las oscuras calles de Chicago.
"-¡Papá, no! Papá, vuelve a casa, hace frío, por favor papá.
-Papi tiene que irse cielo. Papi te seguirá queriendo, nunca lo olvides. Siempre voy a cuidarte. Esté donde esté.
La lluvia azotaba nuestros rostros de la misma manera que ahora me está azotando a mi. Papá echó a correr.
-¡Juan! ¡vuelve!
- Mamá ¿a dónde va papá?
- ¡Arleen! ¡Entra ahora mismo a casa!
-Pero...
-¡YA!
Mamá corrió tras papá bajo la lluvia, gritando desesperadamente. Perdió un tacón en el camino. Yo cometí el error de no entrar en casa. Un error que me costó caro. Seguí a mamá bajo la lluvia, corriendo en silencio. Papá estaba ya lejos, pero estaba quieto. Subido en la barandilla del puente miró hacia arriba, abrió los brazos y se lanzó al río, donde desapareció. Grité todo lo agudo y potente que puede gritar una niña de 6 años. Mamá cayó de rodillas y gritó fuerte. Seguidamente se desplomó."
Arleen siguió andando. Oía los pasos cada vez más cerca. No paraba de jadear y el sudor y la lluvia le habían arruinado totalmente el maquillaje.
Dimitri. Él fue lo único que la hizo feliz. Sus ojos castaños, su cabello negro, sus pecas, sus cejas perfiladas, aquella sensual perilla, su espalda, sus labios, sus...
Que duro había sido todo aquello. Con 18 años no se piensa, no se sabe lo que se hace, y todo eso te lleva a cometer errores. Aquella noche que entró en su cuarto cambió su vida para siempre.
"Ella todavía no podía dormir, y como en cada uno de sus recuerdos, la lluvia azotaba su ventana. Pero ella no podía prestarle atención a aquel terrible y singular sonido porque algo más importante ocupaba su mente.
Entonces Dimitri abrió la puerta de su cuarto con cuidado y la cerró con llave. Ella se incorporó de la cama con el corazón latiéndole a toda velocidad. A pesar de estar a oscuras los grises ojos de Arleen brillaron con intensidad. Dimitri permaneció unos instantes quieto en la puerta, para después irse acercando poco a poco. Arleen se levantó de la cama pero él ya había llegado hasta ella y le colocó su dedo índice en los labios. Se miraron a los ojos. La tensión era tan atractiva... tan apasionada. Fueron acercando sus rostros despacio, tan despacio que casi le pareció eterno. Sus labios se rozaron acariciándose, conociéndose. Pero cada vez querían conocerse más y fueron explorándose cada vez más deprisa, más profundo y con menos miedo. Las manos de Dimitri dibujaron el contorno de su cuerpo, pasearon por su espalda y sus caderas recorriéndolas con dulzura. Poco a poco esa dulzura fue convirtiéndose en en ansiedad, en impaciencia. Ella fue despojando sus cuerpos de la ropa que los cubría. Pasó su mano por el cabello que cubría la nuca de Dimitri y se aferró a él con fuerza. Dimitri la alzó con fuerza y la dejó sobre la cama con pasión. Todo iba cobrando cada vez más velocidad. Siguieron explorándose a si mismos, se unieron, gozaron, se amaron."
La lluvia seguía cubriendo a Arleen, que de tanto acelerar el paso ya estaba corriendo. Estaba totalmente mojada, hasta los huesos. El frío le estaba entumeciendo las extremidades. Paró unos minutos a coger aire. Miró hacia atrás y no vio a nadie. Lanzó un suspiro de alivio, pero no bajó la guardia. Sabía que hasta que no llegara a casa no estaría a salvo. A sus 23 años sentía como el mal absoluto luchaba por apoderarse de su ella.
Siguió corriendo y llorando. La mezcla de agua que cubría su rostro era tanta que apenas reconocía las calles por las que transitaba. De golpe pudo recordar los ojos de su madre. Unos ojos grises llenos de vergüenza y de lágrimas.
" - ¡¿Cómo?! ¿que has hecho qué y que quieres el qué?
- mamá, me has escuchado muy bien y no pienso repetírtelo.
- No, lo siento, pero no voy a permitirlo. No está bien ¿qué van a pensar los vecinos?
- ¿y a mí qué lo que piensen los vecinos?
-Hija... no lo entiendes. No puede ser.
- ¿pero porqué no? ¡Lo amo! sólo es mi hermanastro. Salvo eso no tenemos ningún otro tipo de lazo.
- No. y si digo no es NO.
- ¿por qué?
- ¡Porque no!
- ¡joder mamá! ¡Tengo 18 años! ¡es mi vida! ¡¡Y PIENSO ESTAR CON ÉL!!
- ¡¡No puedes!!
- ¡¿que no..?!
- ¡No! ¡el no es tu hermanastro, el es tu HERMANO!
- ... ¿qué... has... dicho?
- Lo has oído perfectamente. Te lo diré una sola vez. Una vez tuve... un pequeño desliz, 1 año antes de que tú nacieras. Fue la temporada que me había ido de viaje a Brasil. Estuve dos años sin ver a tu padre, y entre medias me quedé embarazada. No le dije nada, porque cuando volví había dejado a Dimitri en casa de su padre, sin intención de volver a verle. Pero cuando tu padre murió... Eric apareció y yo no fui capaz de rechazarle..."
-¡EH, TÚ!
Aquel grito la sacó de su ensoñación. Miró atrás aterrada y empezó a correr con todas sus fuerzas. Tiró el bolso para correr más deprisa, pero con la lluvia no podía ver, así que de poco le sirvió. El hombre siguió gritándole con violencia. Arleen se giraba cada poco para ver la distancia a la que se encontraban el uno del otro. Llego un momento en el que no pudo seguir corriendo, y no fue porque no tuviera fuerzas, pues la adrenalina la alimentaba rápidamente. Fue por encontrarse en un callejón sin salida. Se giró. Allí estaba ese hombre, desconocido, grande, fuerte. Empezó a reírse grotescamente.
- ¿Que te pasa, putita? ¿ya no estas cachonda o qué?
Arleen temblaba sin parar. La lluvia había amainado. Apenas había luz en aquel oscuro callejón y no podía verle la cara.
- ¿Que pasa? ¿Se te comió la lengua el gato?
Arleen no respondió. Pensaba la manera de librarse de él y escapar.
- Ya me engañaste una vez, pero no volverás a hacerlo ¡Zorra!.
Se oyó un disparo.
Arleen permaneció de pié unos instantes, y poco a poco fue bajando. Primero las rodillas y luego todo su cuerpo. Permaneció tirada en el suelo, viendo como su asesino huía.
- Siempre... estaremos juntos, Dimitri. No lo... olvides. Siempre.
Cerró sus grises ojos. Suspiró su último suspiro. Su corazón dejó de latir... y murió.
viernes, 17 de febrero de 2012
Las Raíces del Olmo:
A pesar de su tamaño menudo, con la corteza ya envejecida
por los siglos, este imponía un gran respeto a los seres que residían en aquel
lugar.
El murmullo del viento repartió fugazmente la noticia por
todo el bosque, y los animales se retiraron a sus madrigueras y escondrijos
dándole, así, la bienvenida al otoño.
Quedó todo el bosque en silencio, todo tranquilo. Entonces,
de una de las antiguas raíces del árbol, empezó a nacer un ser pequeño, muy
pequeño. Se retorcía, buscando el aire que le negaban las profundidades en las
que se encontraba, y empezó a ascender, escarbando en la tierra, percibiendo
cómo, poco a poco, se acercaba al calor de los rayos del sol y al frescor del
viento.
Salió. Probó su primera bocanada de aire, la cual le resultó
deliciosa, y sonrió abiertamente, observando con detenimiento todo cuanto la
rodeaba. Aquella pequeña hada se desenterró por completo, liberándose de las
raíces a las cuales todavía estaba sujeta. Caminó uno, dos, tres pasos y se
detuvo para dar una vuelta sobre sí misma mirando, asombrada, la inmensidad del
bosque.
Se pasó el día descubriendo, mirando, disfrutando de los
colores, observando las setas, hojas, flores, y a menudo se quedaba embobada
mirando los arcoíris que se producían por el reflejo de los rayos del sol con
las gotas de rocío.
Se hizo la noche y el hada volvió a Árbol Padre para
cobijarse entre sus cálidas raíces y quedarse profundamente dormida, protegida
de los peligros del bosque nocturno.
La pequeña hada fue creciendo, muy rápido, no habían pasado
ni 6 días y ya tenía en la espalda dos frágiles alitas castañas, con la forma
de una hoja de roble. Ese tipo de hadas no podían volar, se diría que las alas
únicamente servían de estética. Era un hada común, muy delgada y frágil, de
piel aceitunada, suave y tersa, con el cuerpo desnudo, cabello caoba, orejas
muy largas, finas y puntiagudas y unos oscuros y profundos ojos negros. No
tenía ninguna cualidad ni don, era únicamente un ser más del bosque que
correteaba y jugaba en él como parte del mismo.
Un día, escapando de las consecuencias de una de sus
travesuras, se dio de bruces contra un cuerpo cálido y flexible que estaba
acostado disfrutando de los últimos rayos del sol del otoño. El gato de rayas
anaranjadas se levantó tranquilamente y se acercó al hada que, aterrorizada,
retrocedió unos pasos; entonces, el felino paró de caminar y después de mirar
fijamente al pequeño e intranquilo ser, se sentó sobre sus cuartos traseros y
cerró los ojos dejando ver únicamente dos rendijas. El hada, poco a poco, se
fue acercando al animal, alargó el brazo y acaricio su suave pelaje. Se
sorprendió al notar que era diferente al del resto de los animales del bosque,
que lo tenían grueso y áspero.
De repente, como una chispa que brotó fugaz en su interior,
se dejó llevar por el impulso y se aferró a los cabellos del felino y, de un
salto, se sentó sobre su lomo. Acto seguido, el animal se levantó y comenzó a
trotar suave y silenciosamente atravesando el bosque y recorriendo lugares por
donde la pequeña hada jamás había estado anteriormente. Pasearon por el bosque
durante un buen rato, hasta que el hada vio que la espesura comenzaba a
disiparse y llegaban a campo abierto. Atravesaron un campo de trigo, dorado
como el sol. La pequeña hada miraba maravillada todo cuando le rodeaban a ella
y a su montura. Poco a poco se acercaron a un pequeño poblado, con pequeñas
casas de piedra, con las paredes cubiertas de musgo a causa de la humedad, y de
rojas tejas de barro entre las que había plantas que lograban filtrarse por las
rendijas de separación. Había mucho silencio en aquel pequeño poblado, mucho
vacío, y un melancólico y frío gris. Flotaba una tristeza muy profunda en aquel
lugar, cosa que sobrecogió al pequeño ser que se sintió desprotegido sin la
magia del bosque a su alrededor; se aferró con más fuerza al cálido pelaje del
gato, pegando por completo su cuerpo al del animal. En un momento dado, el
felino aminoró el paso hasta que dejó de trotar para darle paso a un andar
tranquilo, silencioso y despreocupado. Caminó hasta que llegó a una pared y se
paró unos segundos delante de ella. Al hada no le dio tiempo siquiera de pensar
que era lo que pasaba cuando, de repente, el animal pegó un brinco y saltó al
alféizar de una venta y ella se agarró como pudo al pelo del gato, evitando,
así, la caída. La ventana estaba abierta y el gato entró en la casa. De un
saltó pasó a la mesa, y allí se sentó. El hada, todavía asustada y algo mareada
se bajó de los lomos del felino y se sentó en el borde de la mesa, dejando las
piernas colgando y colocó su mano en el pecho, tratando de controlar su agitado
corazoncito.
Una vez se tranquilizó, observó el sitio donde se
encontraba. Era una pequeña, vieja y muy mal iluminada casita. Las telarañas
dominaban las esquinas de los techos y el polvo reinaba sobre todos y cada uno
de los muebles de la habitación. Observaba todo tan concentrada y detenidamente
que en el momento en el que reparó en la ancianita que dormitaba en su mecedora
de mimbre se asustó terriblemente y corrió a esconderse tras el gato, que lamía
tranquilamente su patita delantera. Al no notar ningún movimiento brusco, el
Hada se asomó de su escondrijo y volvió al lugar donde se había sentado
anteriormente.
A partir de ese momento no se interesó por nada más que
pudiera haber en esa habitación que no fuera aquella pequeña anciana que dormía
en su mecedora. Observaba su acompasada y dificultosa respiración. Su rostro,
surcado por las arrugas, tenía una expresión cansada, pero no de agotamiento,
si no cansada de los golpes de la vida, cansada de la experiencia, y de los
años que le habían pasado por encima. Sus largos y blancos cabellos estaban
recogidos en un simple moño en el que descansaba su cabeza como si de una
almohada se tratase. El hada la observaba, con curiosidad y, de algún modo,
admiración.
Llegó la noche y el hada se levantó del lugar en el cual
llevaba toda la tarde sentada, observando a la ancianita, se montó a lomos del
gato, y éste la llevo de vuelta al bosque.
Al día siguiente, el gato estaba esperándola en el mismo
sitio donde se la había encontrado por primera vez, y el pequeño ser, sin
dudarlo ni un momento se subió a su lomo y él se dirigió al poblado. Así
pasaron los días. Cada día el gato venía a recogerla y la pequeña hadita se iba
con él a la casa de la ancianita donde pasaba horas observándola dormir. Nunca
la vio despierta, pero sabía que estaba viva, pues veía ascender y descender
rítmicamente el pecho de la anciana.
Pasó el tiempo. El invierno, frío, blanco y silencioso. La
primavera, verde, viva y brillante, que dio paso al verano, dorado y sumiso. El
hada había pasado de ser un revoltoso e inquieto ser de la naturaleza para
volverse sabia y callada. Ya no jugaba en el bosque, no desde que había ido a
parar a la casa de la viejecita. Ya había perdido la cuenta de cuantos días
llevaba yendo a aquel lugar, pero aquello no parecía importarle. La anciana
cada día estaba más y más sumida en su eterno letargo, hasta que un día, como
tantos otros, el gato fue a recogerla y el hada cabalgó sobre su lomo, pero
cuando llegaron a la casita la anciana ya no estaba allí, y su mecedora
permanecía vacía. El hada se acercó al sitio donde siempre solía sentarse, en
el borde de la mesa, y encontró una nota doblada que ponía “Lisandra”. El hada
miró un segundo la nota, para después mirar al felino, que respondió su
interrogativa mirada en silencio. El hada volvió a fijar la vista en la nota.
¿Había percibido la anciana su presencia? ¿Había sabido que
la había estado visitando todo este tiempo? ¿Qué pretendía que hiciera con
aquella nota? ¿Debía ser su mensajera? Y si así era ¿cómo encontrar a la
persona a quien iba dirigida? Un gran torrente de dudas y preguntas
atormentaban la pequeña cabeza de aquella hada de espíritu puro y de alma
libre. Cuánto secretos había encerrado aquella anciana para ella. Cuantas
palabras había sido silenciadas por sus sellados labios y cuántos pensamientos habían
sido asesinados dentro de aquel cansado y envejecido cuerpo.
Buscaba respuestas, y a pesar de encontrarse inmersa en un
mar de preguntas y dudas, su frágil corazón tomó una decisión, una difícil
decisión. Se levantó y con sus dos manitas agarró con cuidado la nota. Suspiró.
No podía hacer ese camino sola. Por suerte, contaba con la ayuda de su
aterciopelado amigo. Suspiró nuevamente y posó la mirada en los últimos y
dorados rayos de sol del verano.
jueves, 16 de febrero de 2012
Tantas veces como quieras.
Las ramas del árbol se movían al son del viento, flotando en sus dulces manos, siendo acariciadas. Aquel árbol de tristeza soñaba con viajar, soñaba con ver más allá de la colina. Sus tristes ramas dibujaban paisajes en el agua, que al instante desaparecían sin dejar rastro. Sabía que nunca iba a morir. Sabía que jamás se movería de aquel sitio. Aún en los días más felices, en los que el sol brillaba alto, no podía evitar sentirse afligido. Aquel pesimismo ondeante que le rodeaba como la niebla rodea la luna en las noches más oscuras le acosaba en sus más terribles sueños. Más, en aquellos días de tormenta, de lluvia torrencial y viento desafiante, deseaba luchar con sus ramas, defenderse su ímpetu, vanamente, pero aquellas delicadas manos no hacían más que ser zarandeadas violentamente a placer del viento, que no parecía sino reírse de su inocencia, de la paz albergada que todos creían imperturbable. En el fondo la Tormenta no tenía más que envidia de aquel árbol. Ambiciaba su sabiduría. Su poder.
Pero el sauce seguía ensimismado en su soledad, en su silencio, ignorando todo cuanto poseía en su interior. En las noches de verano observaba, ensimismado, las luciérnagas que pululaban a su alrededor, sutiles, bellas, puras. Deseaba ser como ellas, vivir solo en verano, pero poder observar el mundo desde arriba y disfrutar de la brisa del aire en más de un sitio. Por desear, prefería la belleza de las mariposas, pero le disgustaba demasiado su coquetería y narcisismo. Tampoco le gustaba lo efímera que era la vida de las susodichas.
Un día cualquiera, ni muy alegre ni muy triste, ni muy soleado ni muy nublado, un dorado día de otoño, apareció por sus prados la Reina Runa. Esta dama era muy hermosa, pero no era como todas las Reinas de cuento. Su cabello era de color blanco, mas no era anciana, era joven y saludable. Su piel, ligeramente bronceada, tenía un suave color canela. Sus ojos eran de color pardo con sutiles ramas verdes que lo atravesaban. Su mirada era profunda e intimidante, pero sólo para aquellos que no sabían, que no conocían, que eran, por desgracia, casi todas las personas del reino. Por ello la Reina paseaba sola por sus dominios, mirando, observando, pensando pero nunca hablando. Ella nunca había hablado y las malas lenguas decían que Dios le había privado de ese don.
La Reina, poco a poco fue acercándose al Sauce que seguía dibujando, ensimismado, sus anhelos en el agua, hasta que éste se percató de la presencia de la Reina. Ésta pasaba las manos por las suaves hojas de sus ramas, como si de una cortina de seda se tratase. Elevó un poco las comisuras de sus labios, sonriendo tímidamente mientras cerraba los ojos, como si disfrutara enormemente de aquel simple acto. En aquel instante el Sauce sintió un escalofrío que lo recorrió desde la punta de las raíces a la punta de las ramas. Sintió unas enormes ganas de llorar. La Reina abrió los ojos, separó sus manos de las ramas y se dirigió al tronco del árbol caminando enérgicamente, y cuando estuvo frente a él se detuvo en seco. Miro hacia arriba, hacia su frondosa copa. y volvió a bajar la vista al frente. Acercó su delicado rostro y le susurró:
- Todas las noches saldré a mi balcón, haga frío o calor, llueva o granice, y le pediré a las estrellas, al viento, a la luna y a los astros que te ofrezcan sus ojos. Entonces, por la noche, cuando duermas, podrás ver el mundo desde arriba, desde el cielo y desde el lugar que tú desees. Podrás saborearlo y contemplar su eternidad... Y lo mejor es que podrás no verlo sólo una vez, si no tantas veces como quieras.
http://www.youtube.com/watch?v=QWUDnCnAUxI&feature=fvst
http://www.youtube.com/watch?v=QWUDnCnAUxI&feature=fvst
domingo, 12 de febrero de 2012
La Lluvia.
Lluvia. Te empapa. Sientes las gotas de agua cruzando tu rostro como la corriente de un río que se va acelerando a medida que se acerca a la catarata. Te das cuenta. Estás solo. Y ella no está. Ella se fue. Ya nada es lo mismo. Sientes como el frío penetra tu cuerpo, y llega hasta la última fibra de tu ser, inundándote por completo. Quieres que este momento sea eterno. La lluvia, la soledad, cierras los ojos, levantas la cabeza hacia el cielo y abres los brazos entregándote a el mundo. Quieres que el momento te consuma, te lleve con el, al igual que el viento se lleva las hojas o los pétalos de las flores. Quieres ser pasto de aquellos que causaron tu dolor, ser su veneno, y que sientan lo mismo. Llegas a la cúspide de todos tus males y sientes un dolor tan infinito que no puedes soportarlo, pero que a la vez es reconfortante. Crees que han pasado horas cuando de pronto el dolor cesa. Entonces abres los ojos. y bajas los brazos a la par que la cabeza. A dejado de llover. Todo esta mojado. La calle, las farolas, los bancos, tu cuerpo, tu alma. Sin embargo levantas la vista al cielo y ves como como aquellos enormes nubarrones negros empiezan a disiparse para dar paso a un cielo azul cuyo sol deslumbra más que cualquier otro día que haya brillado. Sigues mirando al cielo. Cierras los ojos. Sonríes. http://www.youtube.com/watch?v=lhQsJhWyFIk
martes, 7 de febrero de 2012
Mundo del Revés.
Echa la vista atrás. Trata de acordarte de todo.
... No puedes, ¿verdad? Suele ocurrir. Solo retienen nuestras mentes aquellos recuerdos que, por algún motivo, llamaron nuestra atención. Quizá fue el canto de un pájaro que te despertó un domingo de verano. O quizá fue la risa de tu madre cuando tenías 2 años. Quien sabe, el cerebro es demasiado selectivo con los recuerdos.
Aún así, la vida sigue siendo maravillosa. Maravillosa y dura. Y lo peor de todo: nos gusta. Disfrutamos enormemente con nuestro sufrimiento; llorando, quejándonos. Vosotros me diréis ¿Pero qué dices? si lloras o te quejas, no eres feliz... ¿Cómo va a gustarte ser infeliz?
Entonces yo os diré: Intenta estar 1 día ENTERO sin quejarte. Da igual de qué. Ni de lo más mínimo... No aguantáis. Ni vosotros ni yo. Es un hobby, es un estilo de vida, desgraciadamente, muy expandido.
Lo más gracioso es, Los que más sufren, menos se quejan.
¿Que no? Fíjate en los negritos de África. Con sus sonrisas, jugando con piedras, sin nada.
Mira ahora a la gente del primer mundo. -¡Joder, tía! Que se me a colgado la Blackberry... ¿y ahora que hago en todo el día?
De verdad, pensadlo un poco. A mi todo esto me recuerda al Mundo del Revés.
... No puedes, ¿verdad? Suele ocurrir. Solo retienen nuestras mentes aquellos recuerdos que, por algún motivo, llamaron nuestra atención. Quizá fue el canto de un pájaro que te despertó un domingo de verano. O quizá fue la risa de tu madre cuando tenías 2 años. Quien sabe, el cerebro es demasiado selectivo con los recuerdos.
Aún así, la vida sigue siendo maravillosa. Maravillosa y dura. Y lo peor de todo: nos gusta. Disfrutamos enormemente con nuestro sufrimiento; llorando, quejándonos. Vosotros me diréis ¿Pero qué dices? si lloras o te quejas, no eres feliz... ¿Cómo va a gustarte ser infeliz?
Entonces yo os diré: Intenta estar 1 día ENTERO sin quejarte. Da igual de qué. Ni de lo más mínimo... No aguantáis. Ni vosotros ni yo. Es un hobby, es un estilo de vida, desgraciadamente, muy expandido.
Lo más gracioso es, Los que más sufren, menos se quejan.
¿Que no? Fíjate en los negritos de África. Con sus sonrisas, jugando con piedras, sin nada.
Mira ahora a la gente del primer mundo. -¡Joder, tía! Que se me a colgado la Blackberry... ¿y ahora que hago en todo el día?
De verdad, pensadlo un poco. A mi todo esto me recuerda al Mundo del Revés.
viernes, 3 de febrero de 2012
Don't fear the reaper.
Y se repite, y se repite, y se repite en mi cabeza esa
melodía que aparece cada vez que pienso en ti. Esa guitarra del comienzo, lo
que significa. Empieza a subir por el estomago hasta llegar al pecho y si llega
ahí es imposible frenarlo; sonrío inevitablemente. Como me gusta saber que eres
tú. Como me gusta conocerte y poder basarme en eso para poder decirte que,
aunque eres único como todos, eres más que único; eres irrepetible y un ser
humano increíble.
-Hace un año de ese
día, hace un año de esa fiesta, hace un año de esa noche...
-¿y qué sientes?
-Pues lo mismo.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Flotando en el Aire
Flotando en el aire:
La cuerda es muy fina ya, no se sabe nisiquiera quién la
sujeta. Espera, espera... ¿acaso alguien la sujeta? si, desgraciadamente yo. No
puedo desasirme de ella. No se porqué. Mentira, si lo sé. Por el recuerdo. Por
el dolor. Una mente como la mía necesita borrar para sentirse limpia, libre...
pero, eliminar toda esa gran parte de mi vida dejaría un vacío en mi. Un vacío
demasiado grande. Un vacío que no debe unirse a otros menores que habitan en
mi, porque simplemente dejo de existir, la nada me engulle.
Entonces... ¿qué hacer? ya nisiquiera existe solución. En mi
mano "estuvo" durante un espacio de 12 meses, en los que actué de
todas las maneras que se me ocurrieron para salvarlo, más... ¿qué es de ti? ¿te
has dado cuenta, acaso, de la magnitud de mis acciones? o peor aún... ¿te has
dado cuenta de las razones de esas acciones?
Mírame. Mira como he parecido idiota gritando tu nombre al
aire y afirmando que aquello era para siempre. No pido que me perdones,
porque... ¿qué me tienes que perdonar? soy inocente por soñar con algo que
quería.
La amistad, la vida misma es, en mi opinión, como la vida de
una flor, se planta, crece, florece y se marchita. Nuestra etapa llegó a su
fin, ya hace tiempo que se está marchitando. Pero como siempre, hay una opción:
cuidar de la planta para que vuelva a florecer. Yo no estoy dispuesta a cuidar
de ella sola, no otra vez.
Sé con tanta seguridad que no quiero seguir así que por un
segundo quiero soltar la cuerda. Por un momento quiero olvidarlo todo y
descansar en un vacio y silencio interminable. Pero... ¿qué es eso? la realidad
me golpea en los momentos en los que soy más vulnerable. Y otra vez miro la
situación desde todos los puntos de vista conocidos, y de nuevo esta la
respuesta Flotando En El Aire, fundiéndose con él, sin dejarme verla.
¿Recuerdas aquella cuerda que una vez nos atamos a la
cintura? ¿Recuerdas los pocos centímetros que nos separaban? aquella cuerda,
con los años, los tirones, y las distancias se ha ido haciendo vieja, se ha ido
gastando y yo, actualmente, la sujeto con mis manos. Esa cuerda se va a romper
y si una vez se esté cayendo tu la ves y la consigues agarrar puede que haya
esperanza, o dicho de manera más metafórica, puede que vuelva a florecer...
pero si no la ves y esta toca el suelo, ya no habrá vuelta a atrás.
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