lunes, 29 de diciembre de 2014

Se me acabó la tinta

   El prado está cubierto de nieve congelada.
   Es preciosa. Brilla como si mil diamantes diminutos estuvieran escondidos bajo una fina capa de talco.
   Hace frío, y el vaho es el nuevo idioma.
   Hace tanto frío que la pluma del alma se ha congelado y se ha roto, complicando la caligrafía a la par que dejando manchurrones por donde pasa.
   La nieve está tan bella... Cruje, congelada, bajo mis pies.
   De la misma forma cruje mi pluma rota cuando escribo.

   Se acabó la tinta de este año; tendré que dedicar estos últimos días que me quedan a la elaboración de una nueva y mejor tinta para el año próximo.
     

viernes, 12 de diciembre de 2014

Versos de a trozos.

   Desde los tiempos surgió la voz
que canta, canta, recanta, y ¿qué canta?
segando el silencio con filo de hoz
riega los oídos. Su lluvia me encanta.

Con suave manar la masa nos danza
y con sus espigas la aguja enebro.
Trenzo un tejido desde la panza
y al llegar al pecho me rompo, me quiebro.

Ni tan siquiera mis labios ya toco;
mi sensibilidad se encuentra escondida.
Y aunque pretenda moverme de a poco
cierro mis puertas y ya no hay salida.

¿viste ese lirio que canta sincero?
digo, y un paso aumenta distancias
¿qué lirio dices, si aún es enero?
no te das cuenta, y sin dudas avanzas.

Su ronroneo dejó de gustarme
cuando bufaba con mucho más peso.
Con la balanza casi al desarme
¡yo no sufro tanto sólo por un beso!

Y en viajes que tienen paisajes de cobre
me pierdo observando el vapor de este río.
Mientras tarareo buscando mi nombre,
me muevo inquieta, mis pies tienen frío.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Carta de un pétalo a un alfiler.

   Es curioso, pero te quiero.
   Tengo una sensación de armonía contigo como la que seguramente sentirán dos piezas de puzle al reencontrarse.
   Tu apariencia resulta afilada, pero no me pinchas; no pinchas.
   Mi apariencia resulta tersa, y sin embargo es tu interior el cual rebosa de suavidad, de ternura.
   Nadie hubiera concebido la idea de un lazo de estas características. Ni tan siquiera yo… Te abriste camino progresiva, pero tan tan lentamente que no me di cuenta hasta que ya estabas descansando en una de mis sinuosas laderas.
   Tienes, sin embargo, momentos afilados, y te sorprendería saber que en esos será, probablemente, en los que más embelesada te mire.
   Es ahora y no antes cuando empiezo a comprender alguna de esas frases tan dichas y típicas del amor. “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”; cuando lo pienso siento que no me va a doler si desapareces entre el heno… y temo más, entonces, esta inconsciencia.
   Por algún motivo no quiero inmortalizar ningún momento contigo más que con la imperfecta memoria.
   Tan sólo hacerte saber que, aunque me raspe tu cercanía y me aleje para que no desgarres mis faldas, no te quiero lejos. Sólo a cierta distancia. Quizás con ver fugazmente el brillo de tu cuerpo alargado me conforme.
   Tan sólo hacerte saber que eso… que te quiero.

sábado, 6 de diciembre de 2014

Las flores aman en las otras dimensiones.

   Lo que nadie supo fue que su reflejo seguía vivo, dentro del estanque.
   Al morir, cedió su individualidad a aquél que era casi exactamente como él. Pero no del todo, pues eso es lo que ocurre con los humanos con terribles destinos.
 Fue por ello que sus personalidades no resultaron las mismas. Ahora veremos porqué.
   Después de un rato esperando, el reflejo se asomó, desde el agua, sin reflejar a nadie y sin tener a nadie a quien reflejar. Lo vio tendido en el suelo, con una hermosa flor brotando en su pecho, al que pocos minutos antes, había sido dueño y señor de sus actos y expresiones, pero no de sus emociones.
   Con gran alegría, y siendo consciente de que ahora él decidía por él, corrió en busca de la dama que amaba.
   Su dama era de tersa piel de musgo y suaves cabellos de agua. 
   Ciertamente se encontraba muy cerca, por lo que no hubo de viajar más allá de un par de charcos para situarse a su lado. La joven dama se encontraba muda, con la muerte al borde de sus ojos y su último suspiro contenido aún por sus labios sellados. Miraba con infinita congoja la hermosa flor amarilla. 
   Él la llamó, intentó gritar, pero los mundos de los charcos tiene la característica de ser muy silenciosos, por lo que no produjo ningún sonido. Veía que la luz de los ojos de la ninfa se iba apagando de forma lenta pero progresiva, y de la misma forma él desesperaba. 
   Llegó a un punto en el que la desesperación arrasó en forma de energía y el charco salpicó a la joven, sacándola del entumecimiento. Ella miró el charco y lo vio. La resignación, que le había cedido una muerte apacible, se tornó en esperanza primero, y luego en profundo dolor. 
   Se asomó al borde de la charca, pero no demasiado, para no taparlo con su propio reflejo. Acercó sus manos al agua y el reflejo de ellas tocó al joven reflejo. La joven, al límite ya de su vida, sintió un cosquilleo casi imperceptible en sus dedos y un enormemente lejano sentimiento de emoción que acariciaba con infinita ternura sus adentros. Se asomó a la charca y observó sorprendida cómo su reflejo exhalaba felicidad al otro lado del agua.
   Entonces comprendió una realidad que permitió que todo su cuerpo se relajara por completo y sus labios no contuvieran más el último aliento, que rápidamente se disolvió con la magia del bosque.
   Fuera del charco todo era muerte y neblina, pero dentro de la charca había otra historia, con otro final.
   La ninfa se había dado a sí misma la oportunidad de tener la historia que había anhelado tanto, comprendiendo que las historias siempre están vivas, da igual dónde.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Hojas doradas mojadas, otoño por dentro.

   He encontrado en mi mente una nueva forma
de pasear, y es bien hermosa.
Se trata de seguir ciegamente la norma
del romanticismo, y no otra cosa.

Desde el calor del lugar en que estés
presente, te trasladas por entero.
Y aunque el lugar está húmedo y oscuro, y ves
la lluvia, tan sólo es abrazo sincero.

Percibo, sin embargo, en este mi espacio, la rama
quemada. Dibuja sensualidades en lo invisible.
Prendida hoy, quizás, por la llama
de algo triste. Perfecta para un alma sensible.

Es tan sencillo y tan cálido que resulta
ideal. Me río y no lo siento.
Yo que siempre quise ser una culta
persona... y resulta que miento.

Y, ¿cómo acabar una poesía de un día
nublado por dentro?
¿Cómo hacerte saber que yo querría
saltar a tus brazos desde mi centro?




miércoles, 12 de noviembre de 2014

Agua caliente sobre fuego cuando el fuego es hielo.

 
   Como si tuvieras la piel húmeda y de blanda textura.
   Como si tu carne sangrara deprisa. Tu inconsciencia revela más de lo que te gustaría, y seguramente la quemarías con tu fuego.
   Pero yo creo que, aunque es cierto que quemas, no es llama, sino hielo.
   Entiendo que mi ardor, que mi arrobamiento, pueda imponerte. Incomodarte. Es por la falta del mismo en tu ser. No tengas miedo a que desaparezca, porque eso mismo impedirá que disfrutes de mi permanencia.
   Sólo logré que mi ardor no te quemara cuando, en tu resignación, diluiste tu muro en lágrimas. Sólo entonces pude reconfortarte.
   Cuando está tu persona desatada de tus miedos es cuando soy capaz de amarte.
   Pero desprecio tu falsa seguridad.
   ¿Todos los días serán rebobinados? Mis ladrillos de barro no los cueces bien y tras mi lluvia, debida al dolor que tu indiferencia me produce, se deshacen...
   Te he regalado algunos pedacitos puros de mí, buscando a cambio un poco de tu confianza.
   Probablemente no será cierto, pero no daré un paso hasta que seas capaz de aceptar tu correspondencia y actuar en consecuencia.

   Cambio y corto.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Tan solo una Idea.


    Ojalá todo fuera más fácil.
    Ojalá existiera la opción de saltar a otras opciones con la posibilidad de regresar a tu opción después de una aventura.
   Me muero al mirarte con visión egipcia. La expresión de tu perfil y toda tu voluptuosidad.
   Me iría. Me iría de mi opción para buscarte en otras opciones y poder así bailar en tus labios sin faltarte el respeto... y sin destrozar mi opción. Quizás, incluso... (*introducir una oreja)
   No repiques, no repiques, por favor, percusión afinada. Es tal tu belleza para mi, que me abruma, y has dado diana en un alma desacostumbrada a la primavera.
   Lucho en contra. Y mi contra lucha contra mi lucha en su contra. Me duele la cabeza y esto es un caos.
   Detesto creer verte observándome. Detesto perder el control. Que mi mirada se desvíe. Detesto que hagas que mi poesía dé frutos. Detesto que tu figura de espaldas sea mi musa. Detesto todo eso.Y lo adoro.
   No me duele en absoluto que no me correspondas porque no creo en ello.

   Sólo busco pisar un suelo firme. Me da igual estar descalza.

sábado, 4 de octubre de 2014

Por amor a amarte.

   Subían en espirales los recuerdos y el humo del cigarro. Selyn se acomodó en su rojo sillón, mullido, lujoso, y miró sus piernas tonificadas por el baile y cubiertas de fina rejilla. Estiró una elevándola. La bajó casi dejándola caer soltando un suspiro y giró su cuerpo, acomodándose en el sillón. Pero ningún almohadón de las plumas más blandas retiraría de su conciencia sus remordimientos. Ningún tipo de ácido sería capaz de disolver, de destruir los recuerdos, profundamente sellados en su memoria.
   Con resignación, se levantó del sillón y caminó despacio, cruzando las piernas al andar provocando así un marcado y sutil golpe de cadera a cada paso que daba. Desprendía sensualidad estudiada. La sensualidad que toda bailarina de cabaret debe poseer. Y seguramente antaño habría poseído una ingenua espontaneidad, terriblemente sexy y atrayente para los hombres, pero de la cual ahora no quedaba ni rastro. Sólo, y oculta tras un velo, quedaba la dura corteza de quien lo ha pasado muy mal.
   Caminó hacia el balcón y se apoyó con ambos codos en el borde, doblando una rodilla y dejando la otra pierna estirada, dibujando en el espacio curvas con su figura.
   Abrió del todo los portones de su memoria y dejó que los recuerdos la inundaran por completo.


   El bullicio, las risas, risotadas, el humo, la música. Los polvos de maquillaje, los corsets y las plumas volaban y creaban un festín de colores y armonías que se empastaban perfectamente creando la clara sinfonía perteneciente al ambiente de un cabaret de alto nivel. Las jovencitas bailarinas correteaban de un sitio a otro expulsando por los poros nerviosismo juvenil, y sus risas formaban gorjeos que encandilarían a cualquiera. Se asomaban, inquietas, curioseando en los rostros del público, y volvían cada pocos minutos al camerino a retocar su inmaculado maquillaje.
   Selyn retocaba por enésima vez sus pestañas, tratando de alargarlas un poquito más, si cabía. Mirla, sentada a su lado y dando ya por terminada la labor de enrojecer al extremo sus carnosos labios, la miró con una sonrisa pícara a través del espejo. Selyn le devolvió la sonrisa, radiante.
   Entonces, Mirla se levantó y desapareció velozmente tras las vaporosas cortinas de uno de los probadores y Selyn, como hipnotizada, la siguió.
   Mirla era una de esas mujeres que cautivan sólo con el movimiento de su caminar o con el suave pero rápido batir de sus pestañas, La chispa de sus ojos, escondida tras la frondosidad de las susodichas, removía los adentros del hombre más experto en el control de las emociones. Sus curvas parecían trazadas por el pincel de un pintor de pasión enardecida. Brochazos precisos. Preciosos.
  Sus tobillos invitaban a descubrir sus mágicos pies de bailarina y sus muñecas hacían nacer de tus labios un cosquilleo casi incontrolable. Y sus senos... sinuosos, descubiertos en su justa medida y de perfecta proporción, parecían tener el sabor de la nata montada.
   Selyn la miraba, fascinada. Mirla sonreía. Avanzó un paso y agarró su rostro con ambas manos para besarla de manera impetuosa. Fue como echar un largo trago de vino caliente especiado.
   Todos los sentidos estaban volcados en la tempestad de aquel beso, salvo los oídos, que estaban atentos a cualquier sonido extraño que destacase de la masa general del bullicio.
   La separación fue tan brusca como la unión. Se miraron largamente, jadeando, con las mejillas encendidas, débilmente escondidas por los polvos del maquillaje.
   Sonaron unas campanitas rabiosas. Mirla sonrío.
- a escena.


   El cigarro estaba en sus últimas, y Selyn terminó con él estrujándolo contra el borde en el que se apoyaba. Miró el horizonte sin esperar ver más que la extensa ciudad que la rodeaba, envuelta por completo en una noche sin luna, una noche sin estrellas, una noche sin más luces que las amarillas y rojas pertenecientes a las viviendas y los pubs. Se giró para darle la espalda al horizonte y se apoyó de nuevo en sus codos y antebrazos, apoyando la espalda en la pared de hormigón del balcón. Cerró los ojos unos instantes. Los abrió con un suspiro, y miró por encima del hombro hacia el vacío que caía a sus espaldas, ofreciendo a su cuerpo un escalofrío de vértigo.


   Mirla siguió invitando a Selyn a momentos de lujuria, cada vez más profundos, y Selyn aceptó a ciegas todas sus invitaciones. Crearon un amor que nadie veía, y cuyo cauce cursaba por los probadores, debajo de las oscuras escaleras, detrás de los biombos... y se alimentaba de las miradas fugaces a través de los espejos, de los guiños lanzados entre los cruces de las coreografías y de los escalofríos causados por los roces casuales al prestarse el carmín o los polvos para las mejillas.
   Sin embargo, las fuerzas no estaban igualadas. Mirla vivía por y para su carrera artística, y Selyn vivía por y para Mirla. Y todo fue bien mientras la vida de ambas se concentró en el cabaret.
   Pero nada es eterno.
   La llamaban "la noche de las gatas" y ocurría una vez cada tres meses. Esa noche todas las bailarinas salían a escena a representar su mejor actuación, pues los cazatalentos más importantes se encontraban allí, con las plumas como espadas, esperando ser desenvainadas y las miradas afiladas y atentas. Esa era la oportunidad para pegar el salto a la fama tan deseada.
   Selyn nunca había sentido especial atracción por aquella noche. Ella bailaba sin más aspiración que el simple placer de danzar y ser admirada. Pero Mirla esperaba con emoción esa noche, y trabajaba intensamente para demostrar su valía y tener la oportunidad de llegar alto. Muy alto.
   No tenía, sin embargo, una ambición malsana. Sólo soñadora.
   Llegó, pues, de mano de un joven, apuesto y muy astuto cazatalentos, su soñada oportunidad. Y así como se deshace uno sin pensar de un carmín que se ha acabado, Mirla dejó el cabaret sin mirar atrás y con un brillo intenso en la mirada. Y a Selyn, destrozada.


   Se encendió otro cigarrillo, tardando un poco por el temblor de sus manos debido al frío. Una vez encendido se frotó los brazos con las manos en un inútil intento de aportar calor a su cuerpo. Daba igual. Su alma estaba tan fría como esa noche y desde hacía demasiado tiempo.


   El abandono de Mirla la había dejado ciega, tambaleante, como un animalillo malherido, y con una herida tan grande que ni una noche había dejado de sangrar. Y así fue como Selyn la dejó después. Con un brutal golpe en la sien del lado izquierdo y una alargada herida en la espalda que sangraba por dentro y por fuera, inundando por dentro los pulmones, y por fuera, el suelo de baldosas blancas y negras.
   Tumbada boca abajo yacía Mirla, hermosa como siempre había sido. Libre, como siempre había sido. Ese pensamiento irritó todavía más la ya desquiciada mente de Selyn, que, con mirada inyectada en sangre, y haciendo uso del puñal manchado de su previa utilización, cortó la hermosa cabellera castaña de Mirla, para humillarla. Miró el cabello que tenía en sus manos y, acercándolo a su rostro mientras cerraba los ojos, aspiró su perfume. Una oleada de sensaciones recorrieron su cuerpo con la fuerza de un prologado orgasmo. Selyn quedó hecha un ovillo en el suelo, sobre el charco de sangre de Mirla, sufriendo espasmos y llorando con los ojos secos.


   El humo se elevaba formando espirales, y ya ni siquiera le ardían los pulmones lo suficiente como para sentirse consolada. Cada día fumaba más, buscando ahogarse, quizás, vengando así la muerte de Mirla. Miró el humo disiparse con calma en lo oscuro de la noche. Y lo envidió. Envidió al humo. Y a la gente. Odió todo y a todos y deseó morir. Deseó volver a danzar con la despreocupación con que bailaba antaño. Deseó desprender de su alma el peso que Mirla y todos sus encantos ejercían en ella desde el primer momento en que ella le había entregado su amor. Deseó haber muerto con ella.
   Lanzó su cigarrillo sin apagar al vacío y sin más dilación le dio la espalda al balcón para meterse dentro del departamento.
 
 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Reflexiones de espuma y sal.

   En un inmenso calor, sumergida, yergo mi cabeza y me veo rodeada de unas montañas de nieve caliente con laderas de diamante. Mis mejillas están encendidas.
   Levanto mis manos con lenta ascensión y separando los dedos que comprenden con la nieve unas manos de rana; unidos los dedos con membranas de micropompas transparentes.
   Apenas soy capaz de prestar mi atención al murmullo de acordes que resuenan. Es una melancolía dulce, de eco, y la transición dentro-fuera de la humedad condensada crea formas nuevas de escuchar; cambia el concepto. Deforma la idea.
   El calor que se concentra en mi cabeza me produce una sensación de agobio tan mínima que resulta hasta agradable estar atada. Gotitas calientes que resbalan de las sienes, en contrapunto.
   En las paredes se ha creado un fino papiro opaco y blanco que llora cuando se dibuja en él.
   Y yo simplemente levanto mis miembros sin objetivo ni meta alguno, sin sentido, sin coherencia, sólo por el movimiento. Sigue la sangre corriendo por mis venas, llega tarde al trabajo.
   Al tiempo que el tiempo pasa, mi cabeza da vueltas como una peonza de infinita inercia. Y la desaparición de las montañas se produce lentamente, sin llamar la atención, como un niño se escabulle con su golosina entre las manos.
   Pasado el tiempo me sorprendo observando la edad en mis manos, cerrando y estirando las palmas como hojeando el mapa de mi historia. Veo su fuerza a través de las arrugas.
   Cierro los dedos sobre sus yemas; aprieto. Pulgar encima del resto; giro un poco la muñeca. Paseo mis dedos por las laderas y montes de los meses sin fijarme en cuánto tiempo recorro.
   He abierto mis manos y he unido sus perfiles a fin de crear un cuenco el cual elevo hacia la luz. Las manos brillan, arrugadas... ¿veré igual el camino al cielo?
   Las montañas se han desvanecido, ya no quedan más que algunos minúsculos icebergs flotando en aguas que, aunque turbias, se mecen tranquilas. Y la música está tan baja que ni siquiera crea ondas en el agua.
   Se ha extinguido la música, y con ella el tiempo.
   Me siento mejor que al principio, y mi cabeza tiene ya algunos andamios de reparación.
   Al menos, ya no sangro.

Momentos del calendario que no me valen la pena.

   Hoy tengo los deberes sin hacer, y un descubrimiento que no me tranquiliza.
   El amor es la cara oscura de la luna.
   Si tiro hacia arriba estos demonios usan más fuerza y me succionan a los fondos. Ahí está oscuro. Hace frío... no veo. Y una chispita de luz. Y un gemido lejano. Una masa aguda de sonido empastado consigo mismo me está llamando y yo sé que ahí estaré bien, pero ¡maldita sea! no encuentro el camino...
   Hoy sangro y dejadme deciros que da igual por dónde. Tengo un cansancio que consideraría agradable de no ser por este nudo marinero que si lo pienso me hace vomitar. El vacío, pues nada más me queda cuando mis ojos son ciegos a mi realidad, y mi cabeza... mi cabeza no es fuerte; tú me lo dijiste. 
   No quiero ser una sobreviviente. Quiero ser una viviente.
   Y ahora es el momento. Ahora es el momento de ser valiente. Y no veo nada. Tengo tanto miedo que ni siquiera puede maquinar mi cabeza. ¡De que coño me sirve un estómago anudado! ¿dónde dejé mi caja de herramientas? un palo, al menos, para tirar este muro abajo...
   Oh, dejad de ladrar, felices. No os regodeéis, no es justo.
   ¿Y mi camino de baldosas amarillas...?
   Sólo quiero volver a casa.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Poesía de tierra.

   Es medianoche en parís... y en el resto de Europa.
   Un poeta duerme, con el alma perforada. Y mientras, yo sigo buscando al gabacho que me persigue las poesías. 
   Es injusto para ti... los perros se han vuelto locos, y aúllan a una luna que está desnuda sólo por la mitad. Y yo, ya no busco un gabacho en esta casa ajena. Hace frío. Y de pronto es neutro.
   Te encontré, gabacho, ¡en el cuerpo de otro! ese otro que te ha robado el yo que tú eras... y mientras converso con la gelatina que flota a mi alrededor como la seda más fina y vaporosa de la india, tengo dos montoncitos de arcilla virtual que me esperan en el final de un ciclo. Y me pide, no sin razón, que sea clara, como el agua que suelo ser. 
   Pero no; esta vez soy sirena, y el reflejo de mis escamas no hará más que cegarte. Pero yo te avisé, y tú no quisiste irte.
   Es ya más de medianoche en París... y en el resto de Europa.
   El poeta no duerme, pero tiene frío.
   Y el mar está demasiado lejos.
   Y la luna demasiado fría.
   Y mis ojos cansados.
   Y los tuyos brillan.
   Y eres acero.
   Y yo semilla.
   Sincero...
   Arcilla.
   
   

martes, 2 de septiembre de 2014

Requiem risu.

   Luz que se cuela en el resquicio, esa fue su comisura. Mis pupilas se dilataron en cada ocasión que te vi.
   Quizás la sencillez de una estructura firme; la falta o el exceso de golpes, todo en el caldero con una pizca de sal, pimienta y alguna especia aromática, fue lo que te modeló.
   Era un aura de neblina iluminada por el sol, dorada, la que envolvía la soltura, la inocencia... Jamás hubiera pensado en aquello como andamios.
   Es normal que me sintiera atraída por una visión de la alegría tan genuina; como las moscas se quedan atrapadas en la miel.
   El tiempo del Sol fue un clímax continuado para ti, y creo, ahora, que hubo verdad en esa arena inquieta. Pero, ¡ay! cuando las hojas caen construyendo el puente... No supimos verlo y nos resistimos a cruzarlo. Pero no somos Dioses.
   ... Se perdió al comprobar que la felicidad absoluta no existe. Y se encontró a trompicones y apilando rocas alrededor de la carne blanda.
   Las últimas lágrimas que me diste hablaron por ti y me contaron que habías hecho una elección. Pero una vez diste el portazo, las desvalorizaste dejando mudo su eco.
   Escondí de mis ojos tu sombra, e hice oídos sordos a las nanas de la melancolía; y ahora que ya nada temo y que el espejo se ha desempañado por fin, encuentro que su comisura de marfil ha sido intercambiada por una ceja prepotente, observando desde lo alto.

   ... A lo mejor, allá por el fondo oscuro y húmedo, brille aún un fuego fatuo.

martes, 19 de agosto de 2014

Cuando hay fantasmas.

   Cuando hay fantasmas, pero no en la habitación.

   Cuando hay fantasmas, pero en tu cabeza.
   Cuando las sombras aparecen en los sueños cada noche, y en la mañana la realidad no es sino neblina tibia. Un espacio neutro de silencio y vacío que no causa otra cosa que terror. Y nos decimos: Quiero despertar.
   Cruzar el puente es más difícil esa mañana. Quizás bajar la escalera. A lo mejor, salir a la superficie.
   ¡Ay del que no lo logre! vivirá en un purgatorio el resto del día.
   Esos días, en los que los fantasmas son reales incluso fuera de nuestros sueños, donde nuestra cabeza se convierte en toda la realidad existente. Esos días en los que no podemos liberarnos.
   Y los fantasmas... no dejarán de perseguirnos si, en una pequeña y recóndita parte de nuestra alma, no queremos dejarlos escapar. Si en un rincón escondido todavía nos preguntamos: ¿Por qué?
   Y por eso aparecen, de forma esporádica; y la desesperación no te llevará a otra cosa que ser cada vez más presa de la emoción que te recorre por dentro como miel muy caliente.

   Hay algo que no me deja satisfecha, fantasma, y por eso no puedes marcharte. Pero tú no eres capaz de responder esas preguntas. Tampoco a quién representas podría. ¿Tendrás, entonces, que acompañarme toda la vida hasta que, tanto tú como tu realidad, sepáis responderme?
   Fantasma, es curioso. Te vi antes de que realmente existieras. Tu imagen fue previa a conocerte dentro de aquél que representas; quizás te vi flotando alrededor de aquél niño.
   Fantasma, te quiero porque no me haces daño de verdad. Sólo eres bruma.


   Cuando hay fantasmas, pero no en la habitación.
   Cuando hay fantasmas, pero en tu cabeza.
   Cuando hay fantasmas, y hay abandono...
   ... entonces tú eres fantasma.

jueves, 7 de agosto de 2014

Me acordé de ti.

   Sentadita en la silla de metal, cuidadosamente moldeada por algún apasionado herrero de la modernidad, y pintada de color blanco.
   Allí, sentadita, de figura menuda y blanca, con su vestidito corto, beige, y un sombrero de paja de ala ancha, que ocultaba con sombra su rostro, mientras que el resto de su cuerpo es iluminado por el sol.
   Con los pies desnudos, apoyados en la silla de enfrente, igualmente adornada que la primera. Y en el aire el suave crujido que desprende el sonido de una radio ya vieja.
   Tararea al compás de la melodía apenas audible de la radio, perdiendo sonido en ocasiones su voz, de lo bajito que canta.
   Y en un momento, como un espasmo en su cuerpo; un sobresalto apenas visible desde nuestro plano, en el cual ella está de espaldas y a contra luz.
   Ella gira la cabeza a su izquierda y aprieta su nariz respingona buscando el olor que le ha llamado la atención. Inspira atenta, como un perro cazador.


   Mmmm... suena "la vie en rose"... tam... tarám tarám tarám... tarám tarám tarám... y pasan por su cabeza imágenes aleatorias, como cada vez que estamos relajados, sin pensar en nada, y pensamos en todo. Por su cabeza fueron pasando con más frecuencia imágenes que su mente asociaba como placenteras, esa figura aparecía, una y otra vez, un suave olor a humo, las imágenes son acciones, ya han pasado, licuadas en el agua, el olor a humo pasa a ser reconocido inconscientemente por el de tabaco, es una figura masculina, movimientos y gestos concretos y... un olor del que creía no haberse percatado empieza a ser más fuerte, a reclamar su atención, y al reconocerlo... ¡Eh! no es... Un olor fuerte a tabaco se regodeaba por las aletas de su nariz y entraba por ella sin pedir permiso. Miró a los lados. Nadie. Nadie está fumando... no hay humo.
   Cerró los ojos mientras sonreía e iba recostándose cada vez más en la sillita. Mmmm... Se le aceleró el palpitar y siguió inspirando ese olor, que alimentaba los recuerdos del muchacho, a la par que los recuerdos intensificaban la fragancia inexistente en el ambiente.

domingo, 3 de agosto de 2014

Pinceladas con conciencia.

   En sendero sano estoy, con ambos pies en la tierra, de raíces móviles, pero firmes.
   Por allí y de esa forma es como camino ahora; por fin.
   De filtro controlado, que ni me asfixia con cuerda ardiente ni me envenena con el olor dulce y almendrado con que la libertad descontrolada nos impregna.
   Fue curiosa esta experiencia. Como un muñeco de resorte que salta, el botón de la sorpresa, pulsado por el impulso que te llevó a dejar tu palabra directamente en mi lengua, abrió el portón de manera tan rápida que ni siquiera me di cuenta. Y después regresé a la vera de la música, que previamente sonaba y, sin mi protección, ni consciencia de su falta, se introdujo súbita y apasionadamente su influjo en mi hogar.
   Bella hoja de mar, ahora te meces en mis pestañas. Cuyo valor varía, dicen los ignorantes, dependiendo de la frecuencia de tu derrame. Mis hojas de mar... siempre tendrán valor para mí, porque se llevarán con ellas todo aquello que no tiene más sitio en el desván mío. Incluida la emoción tan profunda que ahora ha revestido toda mi piel de ave desplumada.
   Casi infinito empiezo a creer que es, tarda tanto en disolverse este hilo de colores incoloro, tarda tanto en salir. Como quedarse atragantado con un cabello.
   Fue interesante.

lunes, 28 de julio de 2014

"Quizás sea esa, la Locura." o "Experiencias."

Leer muy rápido:
   Aparece volando ¡rápido, rápido! como la flecha de un indígena. ¡Qué diantres! como la misma flecha de Cupido. Y te atraviesa de manera violenta el pecho, como cuando te golpean la espalda tan fuerte que por un instante te quedas sin oxígeno y todo se mueve rápido y lento, y mueres, un instante. Así te atravesó dicha flecha, en el pecho. En el centro, y con violencia; violencia que te hace retroceder unos pasos. Y respiras tan agitado buscando el oxígeno que demasiado aire entra en tu cabeza y ahora vuelas, vuelas, y las cosas no son como son, se mueven como la pintura dibuja el agua cuando limpias el pincel de color rojo, blanco, violeta...
(pausa)

Leer muy lento:
   ... o como el aire del incienso sube haciendo figuras limpias, blancas y grises, la mano de una bailarina que dibuja suavidad en el aire, que expulsa luz de las yemas de sus dedos, blancas. O negras. El color de nuestra danzante cambia para ser la noche, para ser un firmamento sin estrellas, el espacio, la enormidad. Y entonces sus yemas nos inundan de tanto, tantísimo espacio que nos ahogamos en su inmensidad, perdidos completamente, y (acelera la velocidad de lectura) la crónica pasa por los lares de la inseguridad primero, después hace parada en la congoja, que más tarde toma pausa en la ansiedad, y al final, en el sofoco más angustiante que el cuerpo humano pueda soportar.
(pausa),  (ritmo normal)
   La bailarina paró su danza, y con ella, todo el mundo que había creado y te había envuelto. Quedas desconcertado... o desconcertada. Sales del teatro con la respiración agitada aún, como si acabaran de violarte de manera casi atractiva, casi dulce. Estoy enfermo, piensas.
Sí, estás enfermo del mundo, porque el mundo está enfermo. Y la bailarina sólo ha sido espejo de todo aquello que, para ser felices, no queremos ver. Pobre de ti. Pobre de mi. Pobre de la bailarina.


   ¿Quieres una Cura?:
"Esta vez encontró en la mesa una botellita («que desde luego no estaba aquí antes», dijo Alicia), y alrededor del cuello de la botella había una etiqueta de papel con la palabra «BEBEME» hermosamente impresa en grandes caracteres.
(...) Alicia se atrevió a probar el contenido, y, encontrándolo muy agradable (tenía, de hecho, una mezcla de sabores a tarta de cerezas, almíbar, piña, pavo asado, caramelo y tostadas calientes con mantequilla), se lo acabó en un santiamén."

   

domingo, 20 de julio de 2014

de la Margarita y sus amores.

De su dorado vientre brotaban las blancas faldas de su vestido,
y del mismo brotaron pulguitas de ínfimo tamaño.
Pulguitas que en un principio no hacían daño
y que a la larga revestirían toda su luz de frío no bienvenido.

Pero de ello nuestra dulce enamorada nada sabía, pero poco le falta
para descubrir la verdad de los efímeros amores.
Que son en extremo empalagosos, de amplios sabores
al principio, y después, sin darse cuenta, se encuentra al borde de una cascada alta.

Ella aún mira con ojos acristalados a su amante de agua condensada,
de levita cambiante de blancos y grises, y de fresco matiz.
Él le manda una sonrisa desde lo alto de su ruta, feliz;
tampoco termina de comprender que algo como lo suyo siempre acaba.

En flashback retrocedemos, nosotros, espectadores del nacimiento de su perecedera unidad.
No más de la madrugada fresca, despierto ya su rostro con rocío,
cuando distingue a través de sus pestañas, traída por viento frío,
una figura cambiante en el cielo, cuya mirada choca con la suya, de entre miles, y crea intimidad.

Y así como llegó instantes atrás, la brisa, guía de su gran manada húmeda,
no baja el ritmo y mantiene la marcha del viaje,
y la triste flor, que sin dudar pagaría peaje,
se mantiene en su puesto viendo marchar a su amado, con melancolía muda.

Al final de cada día que recuerda a su fugaz enamorado, deja caer uno de sus blancos mantos
y un día significa que sí la quiere, y al siguiente lo contrario.
Sus amigas y hermanas contemplan horrorizadas dicho escenario,
pero decidida está nuestra joven damita a mantener hasta el final sus indecisos y silenciosos cantos.

Y hasta el momento no sabemos si su último mantito le dio dicha o murió de pena,
lo que si sabemos es que su Nube la sigue buscando,
y cuando la desesperación se le acumula, termina llorando
tormentas. Enamorado para siempre, como Romeo de su Julieta; como Paris de su Helena.

jueves, 17 de julio de 2014

Poesía & Reflexión.

   Y una vez más nada pudo llenar su cáscara vacía.
   Salvo, quizás, el tropel de palabras en papel gastado que paseaba de la mano del aroma a polvo, atragantando la garganta de los amantes de lo antiguo. Los pulmones ahumados de historias de las historias.
   De sus talentos naturales esclavizada su conciencia, un poco de todo, un mucho de nada; y de torpe progreso. Su única escalera de socorro fueron los cuentos de la vida. Y su único oxígeno a respirar lo característico más sencillo de cualquier particularidad. Iba con las prisas agarrándole las faldas. como desesperadas, andando y viendo sin ver, en el momento en que el bofetón, sin previo aviso, de un potente efluvio obligó la detención completa y sin sentido del movimiento.
   
   Con una sola vida no es suficiente. Porque no eres capaz de amar ciegamente, vivir y morir por lo que amas, por más de una cosa. El dilema es el de el alma que necesita más de un gran mundo, y necesita de varios para su sana nutrición. Que necesita por entero la intensidad de cada uno de ellos, y el pequeño y con apenas margen de hospedaje cuerpo que la lleva no es capaz de soportar el peso de tanta y tan impetuosa necesidad. 
   Y las lágrimas se llevan... quizás se llevan el espacio que ocupa la angustia. ¡La angustia! es la compañera de viaje más incordiante que los altamente sensibles están destinados soportar. Amiga, sé que alimentas a las musas, sé que por ti sé realmente que vivo, pero no me empalagues; no por favor. Los momentos en que me arropas de aroma excesivamente dulzón, me ahogo en mi propio vómito.
   
   Ya se acumulan las veladas solitarias en las que termino desgarrando mi garganta a gritos de ¡Enséñame!, ¡Enséñame a quitarme la máscara! ... Más, ¿a quién grito? No lo sé.

lunes, 30 de junio de 2014

Dos estelas paralelas de hierro y acero.

Es fierro interminable
a los ojos humanos.
Dos hojas de sable,
son sus pies, son sus manos.

Comprende entre las millas que separan a la masa
y patinando con suave cosquilleo,
el tiempo pasa.

Momentos asfixiantes
intercalan momentos vacíos.
Pero, ¡qué diantres!
¡todos ellos son míos!

Los colores que empapado han el cielo que nos mira
tiñen de emoción las experiencias.
Luz que se estira.

Demos paso a su final,
ya que admitimos un comienzo,
que, como río en su canal,
pintó historia en nuestro lienzo.


   Jadeante de vapor, comienza su marcha. Chirriantes sus pasos, como cuchillas en el hielo se deslizan. Sería tu bella musa, de no ser porque se escapa, siguiendo un destino escrito por el hombre.
   ¿Qué le queda, más que el tiempo y su cambio? Cada amanecer corre fresca y cada atardecer muere de tristeza. Igual a todas sus hermanas, es una y mil.
   Su resignación transporta sueños, angustias, ligerezas y pasiones. Cada día transporta una mitad que nunca cambia y otra mitad constantemente renovada. Y flota dentro de sí la mescolanza de perfumes de las razas. El caótico canto de lenguajes intercalados.
   No tiene un hogar. Tiene mil hogares efímeros.
   Su rumbo ya escrito es siempre el mismo cuando es una, y siempre diferente entre hermanas. Recorrerá las mismas líneas hasta el final de su tiempo. Quizás alguna mano traviesa lave su piel de colores sucios y rápidos y, por un instante, será única. Pero no tardarán los autómatas en reconvertirla idéntica a su idea original.
   Ella sólo espera cada día el beso del aire, la caricia de la luz, y la intelectualidad de un humano nuevo. Cada día, espera que su jadeo tenga sentido una vez más.

martes, 10 de junio de 2014

Orquesta de agua, hielo y viento.

   Quién iba a decir que, segundos después de que mi piel se derritiera, mezclándose todas las ideas y convicciones hasta convertirse en la bestia mutante de la angustia, aparecería la tormenta de hielo de verano.
   Sus primeras gotas llegarían tan rápidas y en tropel que sus primeros latigazos pintarían con los colores invisibles del asombro mi rostro. Fue como mirarse en un espejo.
   La piel, deformada, empezó a enfriarse con las esferas imperfectas de frío y calor. El cuerpo volvió a recuperar su forma original mientras era bañado y quemado por los micro meteoritos de cristal de agua que, lejos de estar solos, estaban acompañados del sudor dulce del cielo, que abrazó el sudor salado de los ojos. Esos ojos de bosque y fango.
   Y los estruendosos guiños de luz eran el Gong de la orquesta de agua, hielo y viento.
    Dentro del frío, del incontrolable temblor del cuerpo y de la consciencia perdida, hubo un camino embarrado y estrecho, alumbrado por esa iluminación que sólo el grisáceo abrazo de las grandes nubes madre te da. Y hacia allí voy.
   Me arrastro, cuerpo en tierra, y el color oscuro de la arcilla y mi blanca piel se enamoran, embelesado el primero, sonrojada la segunda.
   Mis brazos avanzan como el plomo, lentos, cada vez hay más agua y tierra, y me ahogo de barro y risa, creando con ella la disonancia que faltaba en mi tormenta. Las carcajadas taladran mi mutante, existente ahora sólo en el interior, el cual tapa sus oídos y ruge asustado, presintiendo un nuevo encierro; las carcajadas son ácido en su piel. Las carcajadas son el contraveneno.
   Y pocas veces fue tan placentero el olor de la lluvia, las quemaduras del hielo y los gritos del viento... pocas veces fueron tan necesarios para encontrar la página que se había desmarcado y volver, de esta manera, a la parte que me corresponde de mi historia. Es tan fácil perderse entre las líneas de lo ya escrito que he de tener cuidado con dejar de escribir.
   Esta lluvia será nueva tinta, pues.
   Espérame, voy a buscar mi pluma.
 

martes, 20 de mayo de 2014

Algunas de mis princesas...

¿Qué son las montañas si las miras reposar?
Grandes trozos de barro congelado; hielo y nieve sus vestidos.
Y mis preguntas son princesas que pasean por sus faldas, laderas de fuego. ¿Por qué quema la nieve? Ahí va una de mis princesas. Infeliz destino el de muchas de las princesas, que se pierden y mueren de frío. Si por casualidad mis pupilas de sol dan con alguna y su esencia late aún de manera que se haga oír, quizás decida salvarla. No se convertirá en respuesta, pero tendrá otra oportunidad de encontrar el camino.

¿Qué es el tiempo atrapado en el cristal?
Nada. El presente es un reloj de arena cuyo único grano cae y cae sin cesar. Aquellos que vivimos en las cápsulas del aire somos sin duda los que más apreciamos ese grano, y a los que más nos cuesta fundirnos en su finalidad. Cuando, sin embargo, logramos enzarzar nuestros pasos al ritmo del tango de cada realidad... ¡Vivos!, ¡estamos vivos! y cada inspiración sabe diferente, y cada vez que masticamos la fragancia es distinta.

¿Cuál es la flor de la realidad?
Una cualquiera, ¿no? (esta fue una princesita retórica). Cada ser tiene la suya, su color, su figura, su perfume, su estructura. Pero sí existe un nombre único que abarca a todas y cada una de las flores de la realidad, sea cual sea su forma. Ese nombre es "Flor de Piel". La flor de la realidad nace de nuestra percepción de lo que nos rodea, nace en nuestra piel. Se alimenta del exterior. Se alimenta, por ejemplo, de ver las montañas reposar. Se alimenta de las reacciones que se producen con el enfrentamiento entre uno y lo que le rodea, con la flor como mediador; dicho enfrentamiento crea lo que se denomina "sensaciones". A la situación de padecer de manera continua y muy intensa las sensaciones hasta el punto que ellas nos dominan, produciéndonos, en ocasiones, irritabilidad, se le llama estar "a flor de piel".

¿Y qué hay de los pájaros de metal?
No lo sé. Pero para mi son como los libros, albergan tantas historias...

martes, 15 de abril de 2014

.

   Había una vez un granito de arena que se despertó una mañana.
   Le daba fuerte el sol en la cara, de manera que debía ser ya bien entrada la mañana. Abrió un ojito con cuidado, para no dañarse, y después otro. Miró a su alrededor y no entendió lo que había pasado. El aire era diferente, el sol, las plantas... y no se trataba únicamente de un cambio de estación, no. Había vivido eso. Esto era mucho más profundo, mucho más... no encontraba una palabra...  ni siquiera reconocía un concepto que representase lo que había ocurrido.
   Escuchó las gaviotas hablar, pero no las entendió. Había cambiado su lenguaje. Era mucho más tosco, menos natural, y como en alerta constante, con miedo… Olió la brisa del mar. No era la misma. Era mucho más densa y olía a muerte. Su rumor era un lamento lánguido.
   En todo este escenario que no reconocía y cuya tristeza predicaba como sabiendo su final, el granito de arena tenía unas enormes ganas de llorar, si eso hubiera sido posible en el organismo y sensibilidad de un granito de arena.
   Miró a su alrededor. Formaba parte de un montón de rocas y polvo, pero… no era rocas sin más, estaban talladas y daba la sensación de haber estado ordenadas de una manera lógica antaño. Era parte de unas ruinas. De golpe le vinieron, atropellados, los recuerdos e imágenes, olores y sonidos, sensaciones y energías de más de 2000 años de existencia. Probablemente, si no hubiera sido un granito de arena, le habría dado un shock emocional, pero los granitos de arena poseen una memoria prodigiosa y mucho espacio de almacenamiento, debido a su longevidad.
   Se dio cuenta de que había estado dormido mucho tiempo y el mundo había cambiado. 

domingo, 30 de marzo de 2014

Memorias de un viajero.

   Aferrándose a la barra de metal, a una de esas barras que hay en los trenes que sirven para sujetarse, agarrado a esa barra el hombre permanecía de pie.
   Había asientos libres, y él era consciente de ello. Aún así permanecía de pie, con el tren en movimiento, desequilibrando éste su verticalidad. Pero él prefería ese movimiento constante que le obligaba a estar despierto, a tener el cuerpo atento, para no caer. Prefería esperar de pie, pues demasiado tiempo ya había esperado sentado. Sentado en el frío, con el cuerpo entumecido y el viento helado filtrándose en la nuca. Sentado en el calor, con su cuerpo a gusto, relajándose, quedando su visión y mente sedadas, ajeno por entero a su alrededor.
   Ya había esperado demasiado tiempo sentado. ¿A qué? sólo él lo sabe... viajero en el tiempo. Sus únicos compañeros un reloj de pulsera y unas gafas. Al primero ya dejó de hacerle caso, aprendió a deshacerse de su cronometrada jaula para vivir realmente, y el segundo lo usa únicamente para persuadirse de que está vivo.
   Si te mira te quedas en blanco. Tan genuino... No te pregunta nada, no dice nada. Da igual cuánto tiempo lo mires, pues nunca averiguarás el color de sus ojos. Te mirará durante el espacio de tiempo exacto, ¡y sin ayuda del reloj!, y habrás tenido un instante de él, intercambiado por un instante tuyo. Pero la riqueza de ese instante tendrá mucho más valor para ti que para él, pues no colecciona miradas.
   Se suelta de la barra, el tren se ha detenido y... ¿se va? ¡No!, ¡espere, señor, aún no he terminado su historia! Señor...

   Adiós, señor.

sábado, 1 de marzo de 2014

Cajita de los recuerdos.

"Los patos, cuando vuelan lejos y como una sombra en un cielo de crepúsculo, parecen botellas de champán con alas."

Eso fue lo que le dije, estando sentados en el banco, frente al lago, una tarde fresca de invierno después de una larga caminata. En un momento en el que nada tenía sentido.
Él rió con esa risa sencilla. Le hacía menos oscuro esa risa. Siempre que yo decía algo comentaba lo que tenía que comentar; y si no había nada que decir, no decía nada.
Resultaba coherente.

No sé porqué rememoro esto. Quizás... Fueron momentos de paz en temporadas de violencia emocional. Momentos que significaban todo y que no significaban absolutamente nada, y por eso eran puros. Tan simples...

Veíamos volar las bandadas alrededor del chorro de agua como una danza, y en silencio, los dos, obserbabamos sin decir nada, sin quebrar la banda sonora natural del espectáculo.
Nos levantamos y seguimos con la caminata, que todavía no había acabado. Rodeamos el lago mientras el cielo se hacía cada vez más oscuro y empezaban a verse las primeras estrellas. Era una noche muy clara para ser diciembre... ¿o noviembre?
Fue ahí donde empezamos la lista de cosas pendientes a hacer. Qué gracia, nunca hicimos ni tan siquiera el primero punto: trepar este árbol.
Esa lista fue guardada en la cajita de recuerdos. En la misma cajita, por cierto, en que guardo este recuerdo; una cajita de madera, colocada muy cerca de mi caja de pandora, que a su vez está a medio camino entre mi corazón y mi estómago.
Muy de vez en cuando la abro y recojo algunos recuerdos para mirarlos y sonreír.
Es curioso, cuanto más tiempo pasa, más sencillos se vuelven los recuerdos, quedando lo esencial. Más bellos se vuelven a mis ojos.

Quizás sea cuestión de tiempo que todos nos hagamos más sencillos y bellos, quedándonos en lo esencial. Y cuando seamos ancianos seremos los seres más hermosos.

domingo, 9 de febrero de 2014

Da-ffodil.

  Siempre esa manía. Después de una larga temporada, intensa, en la que no tenía tiempo ni de recordar el color de sus propios ojos: pasear por la casa, desnuda.
  Sentía el frío en sus pies, y cómo los escalofríos recorrían su espalda provocando que la arqueara. Y cerrando los ojos se reía de placer. Con el pelo largo y rizado hasta la cintura, acariciando su espalda con suavidad.
  Las manos cada vez más frías, la piel de gallina en los brazos.
  Recostada en el sofá, mirando el techo, las suaves almohadillas de las patas de su felino paseaban por sus mulos, su vientre, su pecho... el calorcito que emana su suave cuerpo en contraste con el frío que barniza su piel le resulta una sensación deliciosa.
  Sola y silenciosa, la casa.
  De cuando en cuando trotaba de un lugar a otro para entrar en calor, creando una brisa que se deslizaba por su figura vistiendo toda su piel de estremecimiento. Convertido su cabello en alas, rebotan dócilmente sus tirabuzones en su espalda obsequiando a las caderas con un cosquilleo.
  Se miraba al espejo y se sonreía. Se ama.
  No da mucho juego a ese romance; es consciente de él y lo cuida, nada más. Pero es imprescindible.

martes, 4 de febrero de 2014

Simpleza.

Un ramillete de romero perfuma. Perfuma la mesa en la que lo han dejado, la mesa de roble.
Está esperando. Atado con un cordel de lana de color violeta. Espera que ocurra... lo que tenga que ocurrir.
Mira por la ventana, distraído, para después ir deslizando la vista por el resto de la estancia... la cama de madera, las baldas de madera, los dibujos y figuras colgados en las paredes, los colores de las paredes, los mil y un detalles que en su conjunto cuentan una historia.
El romero sigue observando, en silencio. No puede hacer otra cosa, sólo es romero.

sábado, 25 de enero de 2014

Delirios de Enero.

Ayer no hice nada con mi cuerpo.
Nada de cuanta destrucción deseaba. Y cuando me levanté en cama ajena recordé que anoche no quería dormir en el hogar; me alegré profundamente de haber sido dueña de mi misma.

Deseaba hacer el amor con la música, ¿cuándo perdí la pasión?

Conocí una historia que me conmovió tanto y de tal hermosura que tuve que luchar por no sumergirme de tal manera que no supiera cuál era la mía.

Salgo a la ciudad; temprano.
Camino como una fuerza, como una sombra negra, desfilando. Hoy no conozco la ciudad. No la veo más que para evitar chocarme. No sé dónde estoy. Sé a donde voy.



A veces tengo tanta hambre de tu presencia que deboraría tu ausencia. Pero preferiría mil veces más danzar día y noche con ella que padecer el vacío de no tener ni una ni otra.

Y en mi hambruna recibo tus palabras; pero no son tuyas. ¿Qué más da de quién sean las palabras si lo que me envías es un mensaje, un concepto?
El placer y la angustia se funden. Se confunden.

Soy una desaparecida de mi realidad.

Camino por mis bosques de luz; te estoy buscando. Pero, ¡no quiero encontrarte! no aquí, no en mis bosques. Entonces, ¿por qué te busco?

Te marqué como objetivo, como meta: aquellos árboles altos, altos. Recorro mi maleza, mi metáfora.  En lo que yo creí apenas segundos ya estaba allí. Pasé de largo conscientemente, para sentarme un poco más allá. Quizás para poder mirarte mejor. Porque eso quiero...

No quiero alcanzarte, porque aquí no eres real.
Quiero alzar la vista, chocar contra la tuya y desacerme en cascada de instante.



Y en hermoso pasto verde me quedo plácidamente dormida, con el tibio sol impidiendo que mi cuerpo se enfríe.
Cuando abro mis ojos, veo que he aterrizado.