domingo, 3 de agosto de 2014

Pinceladas con conciencia.

   En sendero sano estoy, con ambos pies en la tierra, de raíces móviles, pero firmes.
   Por allí y de esa forma es como camino ahora; por fin.
   De filtro controlado, que ni me asfixia con cuerda ardiente ni me envenena con el olor dulce y almendrado con que la libertad descontrolada nos impregna.
   Fue curiosa esta experiencia. Como un muñeco de resorte que salta, el botón de la sorpresa, pulsado por el impulso que te llevó a dejar tu palabra directamente en mi lengua, abrió el portón de manera tan rápida que ni siquiera me di cuenta. Y después regresé a la vera de la música, que previamente sonaba y, sin mi protección, ni consciencia de su falta, se introdujo súbita y apasionadamente su influjo en mi hogar.
   Bella hoja de mar, ahora te meces en mis pestañas. Cuyo valor varía, dicen los ignorantes, dependiendo de la frecuencia de tu derrame. Mis hojas de mar... siempre tendrán valor para mí, porque se llevarán con ellas todo aquello que no tiene más sitio en el desván mío. Incluida la emoción tan profunda que ahora ha revestido toda mi piel de ave desplumada.
   Casi infinito empiezo a creer que es, tarda tanto en disolverse este hilo de colores incoloro, tarda tanto en salir. Como quedarse atragantado con un cabello.
   Fue interesante.

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