Entre los pequeños placeres que me llenan y entre el desinterés intermitente de la vida.
Entre las voces que me desconcentran y entre la misma y continua emoción que se enrolla y me estruja el tórax.
Entre el intenso y frío aire que limpia mis pulmones y entre las lágrimas cuyo mar muerto dan ceguera a mis ojos.
Entre la realidad que no continúa por sí sola y entre mi cabeza que resulta una magnífica jaula.
Entre la convicción de lo correcto y entre la duda de la verdad de los sentimientos.
Allí me encuentro, entre la espada y la pared.