miércoles, 22 de junio de 2016

Estado del Paciente:

   La gente corre por el andén.
   De un lado para otro, como hormiguitas ajetreadas.
   Mientras, yo las observo como viendo caer sencillas hojas en otoño. Su actividad se me antoja intrascendente.
   Los días han pasado y pasan como un yogur infestado de frutas: sabrosos.
   Un día se dijo de mi poesía que eran "muchas palabras todas juntas". Y era cierto, porque siempre tendí a estar henchida de ellas; igual que el yogur, lleno de...
   Nunca había estornudado por cansancio.
   Los despertares se me han presentado jubilosos y frescos, como el rocío cuando lava la carita de las flores que primero se despiertan.
   La noche, en cambio, me arropa con un manto negro en forma de brisa nocturna, de esas que calman la temperatura elevada de la piel, con la que podrían abrazarse a muchas personas, pero, por suerte o por desgracia, estoy sola en este abrazo.
   Hoy me sentía realmente hermosa. Atrayente como el olor a asado cuando se tiene hambre. Despampanante. Fresca y bella... y en medio de toda esa armonía para con el mundo y mi amor propio, vi a una mujer, mayor, llorar en el andén.
   No supe sentirme completamente bella después de sentir que yo no podía hacer nada.
   El trabajo del melancólico está en aprender a discernir cuándo lo que le invade es tristeza, y cuándo cansancio.
   Se disfrazan muy parecido.