No tendría porqué dar explicaciones a nadie del porqué, ni sufrir la angustia de que sean juzgadas, valoradas o infravaloradas. Porque para mi son de plata todas, y todas se llevan algo de mi, y todas me quieren informar de algo, y todas me desatan pequeños nudos interiores, y todas me ayudan a dormir mejor.
Nadie debería juzgar a nadie porque llore. Ni porque no llore. Nadie tiene derecho a afirmar que es más valiente o más fuerte quien no llora, ni lo contrario con aquél que lo hace. Tampoco nadie debería atreverse a establecer un "límite"de llanto o de no llanto.
¡Nadie, maldita sea, tiene el menor derecho a decidir si debo o no llorar, cuando o donde lo necesite!
Las lágrimas hablan para las personas que las derraman, no hablan de la persona.
Las lágrimas no son para aquellos que las ven, son para aquellos que las sienten. Las lágrimas te hablan. El acto de llorar es una conversación con uno mismo.
Te cuentan que aquello te hizo daño. Quizás te digan que la dicha no te cabe dentro. O tal vez que aquel comentario te molestó mucho más de lo que creías hace 3 horas. O, simplemente, que algo dentro no va bien.
Las lágrimas nos hablan y, en general, nos liberan.
Ahora, si esta lluvia se vuelve demasiado constante y llega un momento en que lloras sin lágrimas, ahí tenemos un problema.
Nadie debería decirte "no llores". Nisiquiera un amigo. Si no es capaz de soportar el dolor y la angustia que profesas en ese momento, más vale que se largue.
Y, por supuesto, nadie debería jamás tener la ocurrencia de decir "no es para tanto". Nadie.
Las lágrimas son de uno y para uno.
Para nadie más.