domingo, 30 de julio de 2017

Media luna creciente.


   Hace días que estoy
y no estoy;
como cruzando un puente finito
de altura infinita.

   Y yo con vértigo.

   Una fuerte realidad
manchada de anhelo
en proceso de cumplirse,
enturbiado
por sueños recordatorio.

   Y en la madrugada,
mi auto-perdón.

   En la madrugada,
la tranquilidad o la angustia,
y saberme
con la oportunidad
floreciente.

  Hasta ayer
no me supe presa
del pánico al blanco cerebral.

   Y cuantos más caminos
dibujo, más sendas
abarco,
mayor es la calma que mece
el compás de mi pecho.

   Un compás atormentado,
que transforma
el torbellino interno
en roca
a simple vista.

   Puede que parezca una
triste flor, aburrida.

   Pero no lo soy
sólo porque
no comprendas mi naturaleza.

   Créeme,
cuando te digo que
he malgastado años
en intentar
comprenderos.

   No soy más sabia
sobre vosotros.

   Pero desde luego,
he desarrollado una
enorme enciclopedia
sobre lo que
no soy
yo.

lunes, 24 de julio de 2017

No más a medias tintas.


   Soy un racimo
de uvas infinito,
aunque ya decidí
no estar
al alcance de
zorros.

   Hoy prefiero
abrazarme a
los ladrones de camas
soleadas.

   Esos que
con su arrullo que vibra
curan la lluvia
calculada.

   Lluvia necesaria
pero que alguien tiene
que cerrar.

   Soy un racimo
de uvas infinito
y tantas veces
lo olvido
como uvas tiene.

   Ahora invisibles,
de hoja perenne a mis
ojos,
si acaso a veces
vislumbro
un brillo tinto.

   Y sólo será para
mí, el vino,
cuando lo encuentre,
cansada de atiborrar
estados de consciencia
de otros.

   Soy un racimo
de uvas infinito
que supo que no
encajaba en
la parra.

   Y ahora en el suelo,
mirando hacia arriba de
donde caí.
me siento mejor.
lejos del trivial
bullicio.

   Lejos del tribal
vicio.

   Lejos de ser
mi rival,
éste es
mi inicio.

martes, 18 de julio de 2017

Dalila & Sansón.


   Tan sólo quiero
saber dónde me dejé olvidada
esa melena
mía,
contenedora de todas las
fórmulas de éste,
mi ser.

   Dónde, mi este
y su nuevo sol indoloro
de cada despertar.

   Sé que soy Dalila,
pero arrasé contra mi Sansón un día
y no supe volver
a mi
fortaleza.

   Y ahora me miro en todos los
espejos, y sólo
quiero que el tiempo
pase deprisa
pero esta vez no por encima de mí.

   Ni debajo,
ni a escondidas.

   Desbaratar este telar
mal tejido;
quiero hacer otro tapiz donde
esté mi historia y no
la de otro.

   Y no volver a las aún
no viejas corrientes
que siguen arremolinándose
y, ¡ay!,
como me pillen
despistada.

   Me asustan los
cofres llenos pero vacíos
del mismo modo en que
el silencio
más perfecto
nos
enloquece.

   Pero más me aterra
cerrar los ojos con la luna
y que el nuevo sol
no los abra.

   Perdona, me pillas
barriendo,
haciendo espacio
porque tengo que acoger
una nueva compañera
de piso.

   No soy yo,
pero va a acompañarme siempre,
eso dicen;
eso digo yo.

   Y me apetece
que tenga su espacio...
y así esperamos las dos
a que me crezca
el pelo
otra vez.

domingo, 16 de julio de 2017

Ceniza.


   Ojalá
hacerme ceniza
y que me lleve el
viento.

   Y formar parte
de la sinfonía frondosa
de estos eucaliptos,
a la par que me alejo
de aquí.

   Para siempre
y para nunca.

   Para nunca volver a
sentir
que tengo que decidir
entre vida o muerte.

   Primero la esperanza
fugaz,
de un bienestar también fugaz,
y después, un yunque en
el estómago;
y mi peso cada vez menor.

   Y mi luz cada vez
más tenue.

   Y mi voz cada vez
más silenciosa.

   Y mi voluntad cada vez
más sistemática.

   Y mi fuerza vital
de momento carbón,
pero dentro de poco
ceniza.

Dentro.


   Me duermo
y me despierto
sin relación con el sol
ni con los ojos
abiertos.

   Mi cuerpo se achica
y se agranda
desesperado por encontrar
un ritmo;
hasta que se harta.

   Entonces peleo
por despertar a tiempo.

   Las cosas cambian deprisa
en casa
cuando uno no está
atento.

   Al menos, mis tiempos
de falta
van reduciendo su arena
que cae liviana
y más cerca
de la puerta de entrada.

   Qué me hace salir
son motivos quizá tan sencillos
que me enredo en la
página a medio abrir
y no cierro.

   No cierro los ojos
y pierdo
un dato importante:

   Casa está
aquí dentro.

sábado, 8 de julio de 2017

Tarde con el sol tranquilo.


   Impactó duro
un oleaje de nostalgia,
inesperada,
incorpórea,
invisible,
que arrasó con
la quietud.

   Apenas fueron perlas
las que acariciaron
la comisura de mis
pestañas,
anclándose en
pecho y mandíbula
todo el peso
fantasma.

   Evitar la contención
no ha sido un concurso
ganado
en ninguno de
mis últimos años.

   Supongo que es normal
que no pueda soportar
de golpe
toda la melancolía
que me he negado.

   Hasta hoy

   Hasta ayer.

   Hasta antes de ayer.

   Podrías haberte
escapado
tranquilamente, por mi ventana,
si lo hubieras
querido.

   No me importa,
ya no quiero atar a
nadie,
ni siquiera a la nostalgia;
sólo desatarme a mí.

Las promesas perdidas.


   Nunca hubo un Rey mayor
que tú,
en mis días,
acerca de las promesas perdidas.

   Pequeñas caracolas
que se perdieron en el mismo
océano en que ellas mismas,
en el cúmulo,
se fueron transformando.

   Y ése,
tu reino, yo lo cargué,
invisible,
a mis hombros.

   Pero tras un tiempo,
en su gran extensidad,
vi un día, hoy,
el brillo de una promesa magullada
que había salido a flote.

   Y te la pedí,
sin importarme que volviera
sin cumplir.

   Prefiero mecerla en mis brazos
contándole que ese tiempo
ha pasado de largo.

   Cantándole que,
aunque ahora es otra,
ya no volverá
a ese fondo de mar
de muerte.

   Que pasará el tiempo
y, con él, ella
de promesa incumplida
a recordarme que hay
entes
con quien compartir tus fibras
sí es una causa perdida.

martes, 4 de julio de 2017

Breve inciso.


   Me perdí,
en el transcurso de tres días
y tres noches.

   Entre despedidas,
humo, ruido,
y el reencuentro
de una historia perdida.

   Si mi cuerpo
no me hubiera golpeado
quizá seguiría
huyendo.

   Tras la tormenta necesaria
volví; no sin el susto encima.

   Pero sí con un paso más
dado sin querer.