jueves, 25 de julio de 2019

El duelo.


   Y, como todos sabemos,
a medida que pasan los días
y lo triste vivido pierde color y falta el abrazo,
uno cede de nuevo al origen del daño.

   La aguja que lastima y te da la morfina.

   Tal vez no en acciones, sí en la mente,
en el impulso;
volvería a tus brazos y a la par te escupo la cara.

   Así se desenvuelve un duelo.

   Tanto desprecias su ser
como lo precisas.

    Y, si vives bajo su techo,
procura olvidar las prisas. Va a ser todo
mucho más lento.

martes, 23 de julio de 2019

Volver a casa.


   Cerrar los oídos,
así como puedo cerrar los ojos,
y disponer de la sinfonía interna del propio pálpito,
me salvaría de tantas tensiones,
de tanto miedo.

   Dormir tranquila bajo el arrullo de mis vísceras
en lugar de la alerta hasta que todos apagaron
sus sonidos del día.

   No ser presa del diálogo externo,
la capacidad de diluir ese ruido entre mis pensamientos,
dejar de oír.

   
   Existe una tristeza enorme
en el estar en un sitio donde no quieres
y sin remedio a corto plazo.

   Y es una tristeza bien distinta a la de la soledad.

   Cierto miedo a los oídos abiertos
que me permitirán ser víctima de la risa
de aquel que dejó mi corazón sangrando.

   Sin embargo, también vi una luz que
en otra ocasión similar
no habría podido contemplar, y es que
en mí nació la frase nunca dicha:
quiero volver a casa.

   No sé a cuál realmente,
pero debe de haber una si fui capaz de expresar eso.

domingo, 21 de julio de 2019

Salmo 01.jpg


   Nuevamente, sigo creciendo
aunque como bien dices
Cristian, oh mi señor,
sufro mucho en el "mientras tanto".

   Hoy lloví un dolor que hacía tiempo no burbujeaba en el pecho.

   Se repite cada tanto,
es amargo,
y, ¿cómo será la herramienta,
qué color, que peso, qué forma,
aquella que alivie el vacío frío?

   Y si no está en mi control,
cuál es la que la suple.

   Lamento tanto no poder creer en Dios,
y mira que lo he intentado... Nada creo que haya
más reconfortante que la certeza absoluta de un amor incondicional y omnipoente
que te escucha y por ti vela 24/7.

   Se me ha dicho que algo parecido es el amor familiar.

   Yo no puedo con el vacío de tantas cosas,
y colgarme como mico de familias ajenas
comienza a perder valor... ¡Ay!, cómo atenaza el miedo entonces.

   Cristian, oh, mi señor,
el tiempo se me acaba y la presión me taladra los nervios.

   Soy humana, soy frágil, preciso del afecto,
preciso de la fe, ¿En quién debo volver a creer
sin sentirme posteriormente fustigada por la razón fría?

   No sé transitar
con la carencia como dos fardos de paja descansando
en mi espalda torcida.

   La fe es valiosa,
pero no sé cómo hacerla mía.