martes, 25 de diciembre de 2012

Incertidumbre.

Los párpados caen, pesados, cansados, irritados, sumiendo en la oscuridad la visión, que segundos después es reemplazada por imágenes, recuerdos y sensaciones.
Se abren de nuevo los ojos prefiriendo la paz de la realidad al tormento de las recreaciones pasadas.

Su apariencia es tranquila, su sonrisa amable y apacible, y su gesto rebosa de calma. Pero por dentro... siempre un pero. No es acorde el exterior con el interior.
Aquello que era su vida estaba construido sobre los pilares más firmes que se podían encontrar, el pasado, el presente, incluso su futuro se encontraba diseñado.
Desapareció. Se borró, y durante un tiempo estuvo perdida, vagando, caminando y haciendo equilibrio en la línea que separaba lo real y su consciencia.
Tiempo repleto de todo a la par que de nada. Arrancar todo lo que había sido era doloroso, teniendo en cuenta cuán profundas eran las raíces y cuán sujetas se encontraban a sí. Sacándolas poco a poco, las raíces sangraban y habían momentos en los que debían reposar para no perder demasiada sangre.
Y sin embargo, con tiempo, calma, la incertidumbre del futuro y un empujón al final, salieron.

Ahora ella vive. Vive porque no sabe que va a pasar, no tiene un futuro predeterminado, nada la ata. Es totalmente libre de decidir que hará en cada instante, nada le pesa, se siente liviana y llora, llora con lágrimas calientes que lo único que marcan son sus mejillas dejando un camino salado, de felicidad, de alivio.

Profundos como pozos negros, cuyo fondo no ves; verdaderos.


martes, 18 de diciembre de 2012

La discusión.

- ¿Otra vez, corazón?
- Otra vez, querida...
- es evidente que no piensas cambiar... ¡ni madurar! por lo que se ve...
- Afirmas correctamente.
- Pero a ver, ¿qué te cuesta? Sólo es dejarme tranquila un día, ¡Un día, dios mío!, ¡que tampoco te vas a morir!
- En realidad, teniendo en cuenta las leyes de la naturaleza, la que moriría serías tú.
- Bueno, es igual, tu entiendes lo que quiero decir...
- Entiendo.
- ¿Entonces?
- ¿Entonces...?
- ¿Por qué no? Sólo te pido un día, un día en el que no me duelas, un día en el que no te sienta, ¡un día en que no exista tu latir!... Sólo quiero poder pensar con claridad, pero, joder, siempre estás ahí, metiéndote en todo, ¡Así no se puede ser objetiva!
- Lo siento...
-¿Pero...?
- Pero no puedo. Sabes que no puedo así que, por favor, deja de insistir.
- Por favor... por favor... un día, sólo un día... por favor...
- Lo siento, no puedo.

martes, 23 de octubre de 2012

Sueño de un amor carnal.

Se encuentran los dos a los bordes de la cama, separados el uno del otro, de espaldas.
Escuchan el silencio, aguantando incluso la respiración para poder percibir el más mínimo movimiento que el otro pudiera hacer.
Pasa el tiempo lento y lo más seguro es que no hayan pasado más de 2 minutos a la espera de cualquier reacción.
Él se revuelve en la cama. Ella aguanta la respiración. Nada.
La situación es tensa. Ninguno sabe que piensa el otro. No saben si está dormido o no.
Pasan los segundos, eternos pero fugaces.
Ella se gira y en el mismo movimiento se acerca un poco al centro de la cama.
Espera.
Se va moviendo, lenta y cuidadosamente hacia él, parando apenas unos segundos cada vez que avanza unos centímetros.
Él se revuelve, parece que medita unos segundos, y después, se gira. Están los dos de frente, pero no se ven. Está todo oscuro.
Con poco más de medio metro entre los dos, ella desliza la mano hacia el centro de la cama. Nota el susurro de las sábanas y el corazón le palpita acelerado. Nota como la mano de él agarra cuidadosamente la suya.
Poco a poco, los dos se van acercando más, sin soltarse las manos, hasta que sus cuerpos están totalmente juntos.
Ella roza con ternura su nariz con la de él, y el le responde el gesto.
Se dan un beso corto, pero intenso. Otro. Y otro. Cada vez más seguidos hasta que se funden en un solo beso largo, que no termina; suave, muy suave, aunque profundo.
La mano de él se desliza suavemente acariciando su rostro para ir bajando tímidamente por su cuello, sus hombros, sus caderas... ella le agarra suavemente de la nuca. Sus cuerpos se van enlazando cada vez más y los movimientos se aceleran.
Dan vueltas, giros, mientras se despojan de las prendas que les aprisionan alejándoles de lo que desean. Ahora ya no escuchan, sólo sienten, y si escucharan notarían cómo la respiración cada vez es más audible y acelerada. Los movimientos cobran cada vez más velocidad y las caricias no son ya suaves, sino desesperadas, pasionales. Las manos se aferran con fuerza sin ningún punto fijo, las uñas se clavan, los labios se mueven, recorren el terreno explorándolo, saboreándolo. Se unen en uno, se funden en un solo ser.
Despierta.

La realidad la abofetea de manera violenta y no sólo una, sino dos veces. Se incorpora y abre más los ojos intentando mirar aunque sabe que no puede. Está todo oscuro.
Las cosas siguen como siempre. Ella está sola. Él no está. Vuelve a tumbarse en la cama.
Le echa de menos.
Cierra los ojos y se acurruca para volver a dormirse.
Una lágrima se escapa.

sábado, 13 de octubre de 2012

La eterna espera.

Cambió. Y ya no era lo mismo.
Se pregunta. ¿Qué pasó? más no comprende. Todo está en orden aparentemente. Un tumulto de sentimientos como torbellinos asolan su interior sin dejar espacio a la razón, que rara vez puede dar su opinión en tan enzarzada discusión.
¿Y qué es el cuerpo ante tal situación, ante tal batalla, sino un mero objeto portador?
Se le deja de lado y sin cuidados comienza a deteriorarse, a estropearse. No funciona correctamente. La razón avisa, pero el dolor empuja y hace oídos sordos.
Noches, días y más noches perdida en medio de una gran guerra.
La espera se hace eterna. La lucha cada vez es menos intensa y va ganando la razón con parsimonia.
Pero aún así, nunca nada es horizontal ni constante. Hay subidas y bajadas todo el tiempo. La razón sube, y el dolor y la angustia tiran hacia abajo. El portador vuelve a ser cuidado y ya funciona correctamente.

¿Qué pasó con lo que era? ¿cómo, de pronto, ya no es una necesidad... es prescindible?. Ella no comprende y llora. Siente una lejanía conocida, lo cual hace que el dolor sea más llevadero. Pero la angustia de no saber cuánto durará, si terminará y cómo terminará, bien o mal, la consumen.
En ocasiones surge un punto de vista que le hace ver esa situación como una salida, como un avance, pero en seguida es derrumbado por la enorme cantidad de miedos y sentimientos que alberga dentro.
Ella mira por la ventana mientras lágrimas nostálgicas pasean simultáneas una en cada mejilla.
A pesar de tanta confusión y tanta lucha interior, tiene una cosa clara: nunca dejó ni dejará de amarle.

martes, 28 de agosto de 2012

Quería ser su camino.

Se despierta. Está encharcada en sus lágrimas y si no llega a despertar, muere asfixiada.
Trata de relajarse controlando la respiración. Cierra los ojos, hinchados y con escozor y se gira a un lado. Empieza a sollozar.

Sentada en el autobús, entrecierra los ojos, pues el brillo de los anaranjados rayos del amanecer le ciegan. Apoya la cabeza contra el cristal y suelta un suspiro. Va de camino al trabajo, un trabajo que odia. Se pasa el día encerrada en una oficina rodeada de torreones de papeles que tiene que archivar y clasificar.
Nunca llego a ser lo que quería. Su ánimo, sus ganas de luchar, y su voluntad murieron tiempo atrás, cuando aún era joven. Cuando lo perdió. Cuando perdió... aquello que de daba fuerzas.
Nunca supo realmente cómo ni porqué sucedió.

Después de girar 3 veces la llave y de oír sus correspondientes chasquidos, la puerta se abrió y ella entró a su pequeño departamento. Colgó las llaves en sus sitio y se dirigió a la cocina. Abrió la nevera, la miró pensativa un rato y finalmente cogió una lata de cerveza. Se dirigió al salón, donde se sentó en su pequeño sillón, que se encontraba de frente a la gran ventana. Allí observó la lluvia caer y golpear las ventana mientras bebía a sorbos la amarga cerveza, tan amarga como la sensación que llevaba poseyéndola tantos años.

De pronto se despertó. Se había quedado dormida mirando la lluvia. Se incorporó un poco del sofá y cuando pisó el suelo descalza notó algo desagradable bajo el pié. Miró. Había derramado lo que quedaba de cerveza al dormirse. Frunció el ceño mientras se llevaba la mano a la cabeza. Le dolía. Fue a la cocina en busca de un ibuprofeno y a por un trapo para limpiar el estropicio.

No tenía hambre. Encendió la vela de su altar, y se sentó en el sillón observando a oscuras y únicamente iluminada por la vela, la danza que su llama hacía.

Y le habló. Le preguntó ¿Por qué? Le preguntó ¿Cómo? Le preguntó ¿Acaso era una venganza?¿Tenía algún sentido? Después de tantos años seguía dándole vueltas a aquello. Hace ya tiempo que ese lazo estaba roto. Así como derrepente aparecía llamándola, contándole su vida, sus problemas, sus cosas, desaparecía sin dejar rastro a pesar de que ella la buscaba. Y un día, ella decidió que ya no quería más esa tomadura de pelo. A la siguiente vez que volvió emocionada a ser la amiga de su vida, ella no reaccionó. Así se perdió. ¿Pero el qué? ¿Acaso había habido algo en algún momento? Y la quería, aún la quería. Y la rabia inundaba sus ojos y sus mejillas. Si alguna vez había habido una amistad de infancia, si algo es seguro es que había sido quemada, bombardeada, ahogada, asfixiada y descuartizada. Sólo quedaban sus cenizas de recuerdo. Cenizas que cada noche inundaban sus ojos castaños.

Sopló la vela. Era la última que había encendido implorándole a la vida, al destino, a lo que fuera, la respuesta ansiada. A la mañana siguiente partía hacia otro país, otro trabajo, otro aire, otra cultura. ¿Iba a olvidarla? No, seguro que no. Pero la esperanza es lo último que se pierde.
Se sentó en la cama de su habitación. Acarició su maleta ya hecha con nostalgia. Se desvistió, se metió en la cama y cerró los ojos con paz.

Fue la primera noche después de 12 años en la que durmió bien.

sábado, 25 de agosto de 2012

Cómo fue te encontré.

Había una vez un niñito que jugueteaba por las nubes del cielo con su pelota dorada. Éste era un alma muy vieja, que ya había bajado muchas veces a la tierra. Ya había cumplido todas las veces que debía hacer obligatoriamente, y ahora podía decidir si bajar de nuevo a la tierra o quedarse en el cielo.
Por lo pronto él jugaba. Jugaba solo, porque el cielo es tan grande que rara vez se encuentran las almas entre sí.
Una vez, jugando, lanzó su pelota muy fuerte, enviándola muy lejos, tan lejos que no alcanzaba a ver más que un destello dorado. Entonces empezó a andar en esa dirección en busca de su pequeña pelota dorada.
Ando y ando durante largo rato, y aquel destello no parecía acercarse. Siguió andando. Se hizo de noche y el destello seguía brillando, iluminado por la luna. El niño estaba tan cansado de andar que se acostó en una esponjosa y suave nube y se durmió.
Se despertó cuando las primeras y rojizas lineas del horizonte se alzaban. Miró hacia todos lados en busca del destello. Lo vislumbró. Se dirigió hacia allí.
No llevaba ni media mañana andando cuando vio otro destello, pero ese se movía. El lo miró extrañado, pero tenía tanta curiosidad que se dirigió hacia él decidiendo que después buscaría su pelota. Se fue acercando hasta que, escondido tras una pequeña nube, vio como una niña jugaba con su pelotita dorada.
Esa niña tenía unos largos rizos castaño oscuro, unas redondas mejillas de color rosado y ojos verdes-azulados. El niño quedó absorto con el movimiento de la chiquilla. Cuanto más la observaba, más iba conociendo el destino marcado que ella tenía. Dónde nacería, donde viviría, si viajaría, la gente que conocería, etc.
La observó todo el día hasta que el sol cayó y la dulce niña se recostó en su lecho de nube tapándose con una suave y ligera neblina. Entonces él decidió partir sin descansar porque sabía que si se hacia de día y la niña volvía a jugar, el no podría apartar su mirada de ella.
Volvió a emprender su camino de nuevo hacia aquel conocido destello. Caminó toda la noche y cuando empezaron a salir lo primeros rayos del sol por fin encontró su pelota. Levantó la cabeza hacia los lados, con ansia, pero no vio ningún destello, y bajo la cabeza tristemente.
Volvió a lo que sería su casa, su territorio o donde él vivía.
Pasó el tiempo y, a pesar de estar contento por haber encontrado la pelota, apenas jugaba ya con ella. Sólo pensaba. Se pasaba las mañanas, las tardes y las noches mirando las nubes, el cielo, pensando y siempre en busca de aquel anhelado destello.
Un día, de pronto, dio un salto de la nube en la que llevaba tanto tiempo pensando y oteando el horizonte y empezó a excavar en las nubes. Cuando pudo ver la tierra paró. Buscó un país concreto y, con ayuda de su catalejo dorado que estaba guardado en su baúl de nube, pudo ver mucho mas cerca dicho país. Busco y buscó, pero estaban todas ocupadas, hasta que encontró la que quería, pero estaba a punto de morir. Aquello que estaba buscando era una madre, y esta nisiquiera había nacido aún, sin embargo estaba muriendo. Entonces él, desesperando, subió a la superficie de la nube y corrió a su baúl a buscar un frasquito de cristal del cual quitó el tapón y se puso a buscar un arcoiris rápidamente. Como no lo encontró, metió un pedacito de nube dentro del frasco y lo agitó convirtiéndolo en agua, entonces abrió el tapón permitiendo que el sol iluminara el agua creando miles de colores, entonces rápidamente lo cerró guardando dentro el poder de todos esos colores.
Bajó rápidamente al agujero y una vez localizado el objetivo, envió el frasquito que vino a recogerlo un colibrí y se lo llevó a la madre del bebé que estaba muriendo en su interior. El bebé se salvó. Creció y creció y pasó el tiempo hasta que, ya mayor, ese bebé, convertido en mujer, tuvo una unión fortuíta con un hombre. El niño del cielo llevaba toda la vida de aquella mujer preparándose para ese momento. Cuando llegó, lo supo. Guardó su pelotita dorada y su catalejo en el baúl de nube y se preparó para descender a la tierra una vez más. Bajó por una escalerita de caracol de nube hasta llegar al arcoíris donde le esperaba su ángel guardián. Allí, dicho ángel se despidió de él con una cálida sonrisa, y le dio un empujoncito cuando estuvo sentado en aquel arco de color. El niño descendió como si de un tobogán se tratara hasta llegar a su destino.
Fue entonces cuando, por primera vez, le habló a ella.
La niña se encontraba jugando plácidamente en su nube, con su pelotita dorada, riendo y correteando cada vez que la lanzaba, pero de pronto paró. Había oído algo, pero no era algo exterior, como el gorjeo de un pájaro o el canto de los ángeles llevado por el viento. Era una voz que le hablaba desde su interior, pero que no era suya. Esa voz era agradable, cálida y protectora, y sin saber por qué, la niña desarrolló un afecto muy intenso por ella. La voz le decía: "Ten paciencia, pequeña, ten paciencia. Vive la vida con sosiego,sin prisa... disfrútala. Tú y yo nos encontraremos, lo prometo."

miércoles, 25 de julio de 2012

Música.

Mi hermana y yo cantando "Los chicos del coro".
Mi hermana realizó todo el montaje, ¡un aplauso por ella!

martes, 17 de julio de 2012

Mi palacio interior, será tu cobijo.

Hubo una vez una historia,
La historia de muchacho que conocía el valor de la libertad, y creía ciegamente en sus principios.
Hubo una vez una historia
De una muchacha que amaba la libertad ante todo y que era hija del arte.
Hubo una vez una historia
De dos muchachos que se encontraron en un punto exacto en el espacio y el tiempo. Que se conocieron interiormente y se amaron.
Dicha muchacha fue enviada como ángel guardián. Su misión era proteger a aquel muchacho. Pero hubo un error en los cálculos. Ella se enamoró. Y él también.
Bajo el manto del enamoramiento el ángel guardián estaba desprotegido. Se convirtió en un alma humana como consecuencia de dicho acto. A pesar de transformarse en humana y no recordar su paradero, inconscientemente tenía el impulso de cuidarlo, de mantenerlo a salvo. Y eso hizo.
Hoy en día los dos siguen luchando.

jueves, 21 de junio de 2012

Lágrimas de fuego.

Ardientes cual cataratas de lava recorren con rapidez las colinas de tus mejillas.
Un temblor incontrolado similar a un terremoto, cuyo epicentro son tus manos, domina tus extremidades.
Una llamarada fugaz recorre todo tu cuerpo abrasando tus órganos y de tus poros sale vapor. 
Sientes en tu cráneo una presión por los dos lados de la sien que no hace más que aumentar tu ira.

Después de varios minutos en esta situación constante, tu cuerpo no aguanta más y todo se relaja. 
Con el cuerpo recostado boca arriba, apoyado en una cálida cama, miras el techo sin mirarlo realmente. Observas extasiado la nada mientras tu cuerpo se va sumiendo poco a poco en un sueño cálido, irremediable, que te acoge y tu avanzas sin pensarlo hacia él. Tus ojos se van cerrando y te duermes profundamente.

Cuando despiertas ves cómo la luz lo ilumina todo.

domingo, 3 de junio de 2012

Tu hogar.

Un día de verano cualquiera, vació y solitario., te encuentras en un banco bajo el sol abrasador y mientras sientes que sus rayos van dorando tu piel y disfrutas del viento que acaricia tus cabellos y alivia tu calor, miras al cielo.
Está despejado, es azul celeste y apenas tiene unas pequeñas motitas de algodón que flotan suavemente deslizándose por él. Entonces una línea blanca atraviesa despacio el cielo. Es el rastro que deja un avión. Lo miras. Piensas: quiero irme; está no es mi casa, no es mi hogar. Quiero marcharme.
Entonces reflexionas a dónde te irías. Piensas: Perú, Rusia, Dinamarca, China, Australia, Inglaterra, Noruega, África, Suiza...
Te levantas del banco y vas caminado hacia tu casa, sin prisa pero sin calma; piensas cómo sería tu vida en todos esos países exóticos y diferentes. Piensas en cómo sería no ver a tu familia, que tus amigos estuvieran lejos, en las dificultades de idioma. Vas descartando uno a uno los países hasta que te quedas sin ninguno. Abres la puerta de tu casa y el fresquito de la sombra te recibe dándote la bienvenida. Subes a tu habitación. Te tumbas en tu cama, miras todos tus objetos adquiridos a lo largo de tu vida.
"Este es mi hogar".

sábado, 26 de mayo de 2012

Si su alma es frágil...

<<El caballero para ser caballero debe poseer: una armadura, un escudo, y una lanza o espada.
¿Por qué? Por que son su protección. Él sabe que, aunque sea muy fuerte, muy veloz y muy ágil, tiene zonas débiles, y debe protegerse de todas maneras. Aquel que gana no es sólo el más fuerte, si no también el que posee la mejor protección.>>

Erase una vez que se era, una pequeña esencia tan frágil como la porcelana y tan pura como el cristal. Ese pequeño ser nació en un mundo actual, que la pisoteo, que se la llevó por delante, que no vio qué era realmente porque, como todos los seres humanos del mundo, solo miramos a nuestro objetivo, sin detenernos a observar lo que hay a nuestro alrededor.
Esa esencia intentó en un principio ser aceptada, cambió parte de su ser convirtiéndose en tan sólo agua corriente, pero no aguantó mucho, pues de lo que estaba compuesta no le permitía ser de ese modo. Intentó, pues, ser como era, pero su debilidad hacía que todo el mundo caminase por encima de ella. Dolorida, demacrada y cansada, decidió cambiar del lugar en el que acontecía su día a día, y empezó de cero siendo ella misma, pero con una armadura. Esa armadura se fue fortaleciendo y ella ganó poder, ganó bienestar y ganó solidez.
Todo fue bien, hasta que se encontró frente a otra esencia a la cual ella no tenía defensa, aunque la otra no lo supiera. Pasó el tiempo y su armadura se convirtió en un muro redondo, que la protegía de todo. Esa esencia y la otra se unieron, pues eran ambas parte la una de la otra. Entonces la esencia, a petición de la segunda, fue desaciéndose poco a poco de ese muro, hasta que lo eliminó por completo.
Hubo un tiempo en el que, cambiado otra vez el paradero de las acciones de su día a día, todo le fue bien y fue feliz. Pero eso cambió el día que la volvieron a pisotear y ella no tenía el muro. Redescubrió dolorosamente recuerdos guardados en su interior que la hicieron aterrorizarse. Decidió ser fuerte y permanecer sin el muro. Pero poco a poco... muy poco a poco, se fue consumiendo, hasta que un día, cansada, alterada, con la batería al mínimo constantemente y sin poder descansar bien, decidió que no había otra opción, y poco a poco y de nuevo, como una araña teje su telaraña, comenzó a construir un muro a su alrededor que, con el tiempo, la protegería de todo aquello que la hería. La protegería del mundo. Del universo. De todo.

FIN

martes, 22 de mayo de 2012

Fue tu voz la que me llamó.

El destino, en el cual no creo ni confío, me hizo hallarte.
Aquella presencia que era cercana a mí en mi día a día, aquella que en el idioma coloquial denominamos "amiga", me condujo a conocer a tu persona.
Esa curiosidad innata que poseo me hizo investigar, me hizo buscar esos retratos numéricos que contenían el reflejo de tu alma, pero no a ti en sí. Y te vi. Vi tu cascarón, tu reflejo, tu imagen inconclusa, pues ese eras tu, pero no lo eras al mismo tiempo. Y sin quererlo, mi alma lo supo, sin querer revelármelo a mi todavía. Y mi cabeza me traicionó utilizando palabras que comúnmente no utilizaba en ese entonces.
El tiempo pasaba y mi cuerpo y mi cabeza seguían en la ignorancia de aquello que mi alma aún no quería revelarme. Pasó el tiempo... pasó.
Al final, un día improvisado, un día puro, de esos cuyas coincidencias lo hacen destacar y te hacen darte cuenta de que el mundo no es más que una caja de cerillas, no vi tu reflejo: te vi a ti.
Reconocí un rostro que estaba vivo, no como aquellas imágenes vacías, huecas. Reconocí unos gestos, un aire, que respiraban, que pensaban, que sentían. Te reconocí.
Entonces, esa presencia cercana que aquel día contaba con mi compañía, hizo un gesto común en el que hacía de un conocimiento recíproco, un conocimiento oficial. Tu persona, tu cuerpo vivo, desconocía anteriormente mi existencia absoluta. Yo fui nueva para ti, y sin embargo tu para mí no fuiste más que la presencia corpórea de aquel reflejo que llevaba tanto tiempo observando. Más no fue hasta que tus cuerdas vocales vibraron, creando así la comunicación entre nosotros, cuando mi alma me lo reveló.
Fue tu voz la que me llamó. Fue tu voz... la que me despertó.

http://www.youtube.com/watch?v=AUO_5EALZoM

jueves, 12 de abril de 2012

El manual del Ser Libre.

Coje las llaves de tus manos.
Aquellas que abren todas esa puertas.
Llámala.
Corre.
Tira piedras a su ventana en la noche.
Grita su nombre.
Haz que te abra la ventana y te diga que no grites, que vas a despertar a los vecinos.
Sonríe.
Grita que te da igual, que el mundo lo sepa.
Grítale que la amas.
Y entonces, corre.
Aléjate de allí.
Corre libre.
Porque aunque ella no te corresponde tú mereces vivir.
Sonríe.
Ríete mientras tus piernas vuelan rozando el suelo con la suela de tus zapatos.
Abre los brazos.
Siente el viento que zarandea violentamente tus cabellos.
Ya nada puede ser igual.
Rompiste las reglas de todo.
Todo lo que te ataba está desatado.
Eres un ser más de la naturaleza.
Y es entonces cuando la noche se duerme y el sol se alza.
Hermoso.
Dorado.
Y te fundes con él.
Todas tus sensaciones.
Todos tus pensamientos se funden en la cegadora luz de su sabiduría.
Y tu esencia se transforma en un ser inmortal.
Eterno.
Y a la vez fugaz.

martes, 27 de marzo de 2012

Ojos de Cristal.

Ojos de cristal. Cuya presencia altera la melodía de este palpitar. Eres tú, ojos de cristal, lo que trastoca aquello en lo que creo, lo que considero moral, y lo que no. 
Mi persona puede sentir tu esencia en el aire, cuando se encuentra a escasos metros de ella. Eres tú, ojos de cristal, el que destierra la razón de mi conciencia. Haces que el suave roce de lo sensitivo no sea más que casual, y no veamos más allá de aquellas palabras que jamás pronuncias. El gesto que desprendes sin querer, delata todo aquello que deseo ¿O es quizás un espejismo? ¿Veo más allá de lo que veo? Y lo cuestiono, me cuestiono si realmente son tus ojos de cristal que me murmuran al oído o es este veneno infernal que quema mi interior poquito a poco, lo que me hace ver lo que veo. 
Cada comienzo, al alba, mis ojos se abren con un eco en la memoria. El eco de ese mar de hielo que me observa y me sonríe de cuando en cuando. Ese trayecto eterno que me conduce a tus orillas, mar de hielo, me mantiene en una euforia agotadora, hasta que me encuentro en las profundidades de ese cristal, tu cristal.
Aún así, el tiempo que comparto contigo, ojos de cristal, resulta un remolino adverso que perturba mis sentidos   y marea un corazón que por fuera parece fuerte y sereno, pero que por dentro está extremadamente desorientado. En el final, cuando emprendo la partida, resulta todo un caos, no hay palabras, no hay gestos, no hay adiós. ¿De verdad pides que acaricie tu áspera mejilla con la sutileza de mi debilidad? Se delatan sentimientos cuando es tu mano la que guía el trayecto del mentón y no es mi propia acción la que desencadena un objetivo.
De vuelta a mi terreno, a mi dimensión, el solitario camino hace que mi mente despierte de ese insomnio temporal y mi conciencia se revuelve, incómoda, en aquel su portador físico. Al llegar al destino, me encuentro con la esencia que capturó la mía antaño, como haces tú ahora, ojos de cristal. Esta esencia está aferrada a todo mi ser desde su más profundo abismo. Y me ata con su lazo seductor e invisible, haciéndome creer que soy yo la que controla cuán fuerte es el nudo, sin ser así. 
Aquel ser por cuya existencia sentí estallar mi mundo en varias ocasiones no es ahora más que la sombra de aquello que fue. Sin embargo, el rastro sigue oliendo delicioso, y mi conciencia, ciega, se arroja al vacío de su lazo seductor. 
La situación es cotidiana a la par que nueva y extraña. La experiencia no para de acribillarme y la madurez me grita: ¡Firme, soldado!. Mi conciencia observa, como alma anciana que es, el significado de los contenidos que me ofrece la vida. ¿Es una prueba que he de superar?, ¿Acaso esperas ver, expectante, cómo al ser un humano voy a errar?
En ciertos momentos, cuando mi espíritu permanece sereno y mi mente vuela por otros parajes, de pronto se percata de la comodidad y del bienestar en el que se encuentra. Y abraza con cariño la rutina en la que existe sabiendo que esa paz le conviene a un alma anciana. Más esa alma anciana reconoce como portador un cuerpo de edad temprana. Y cada uno tira hacia el lado contrario del otro. Una hacia la vida que tanto respeta y alaba las coplas de Manrrique, y otro a la vida que predica con orgullo la celestina.
Y yo te pregunto a ti, ojos de cristal ¿Qué es lo que debo hacer?

lunes, 19 de marzo de 2012

Ese día tan comercial pero a la vez tan especial.


El día del padre:

El Día del Padre o Día de los Padres es un día conmemorativo en el cual se celebra al padre dentro de la familia con la intención de reconocer la paternidad responsable y amorosa. Complementa al Día de la Madre que honra a las madres.

España
La fiesta se celebró por primera vez en España el 19 de marzo de 1948. Manolita Vicente ("Nely") instituyó en España el "Día del Padre".
Manuela Vicente Ferrero, conocida por su seudónimo literario ¨Nely", era maestra de la Escuela del Barrio de Belmonte, en la madrileña Dehesa de la Villa. A partir de 1948, Manuela decidió celebrar por primera vez en su escuela una jornada festiva con la que agasajar a los padres de sus alumnas. La idea surgió a petición expresa de algunos padres que estaban "celosos" de la celebración del Día de la Madre y le transmitieron su deseo de tener un día en el que fueran ellos los homenajeados. Aquella primera jornada en honor de los padres, incluía: misa, entrega de obsequios elaborados manualmente por las niñas y un festival infantil con poesías, bailes y teatro. Sus profundas convicciones religiosas la llevaron a pensar en la idoneidad de elegir la fecha de la onomástica de San José, considerándole modelo de padres y cabeza de la familia cristiana, humilde y trabajadora.
La idea cuajó y Nely difundió su iniciativa al año siguiente a través de las páginas de "El Correo de Zamora" y el “Magisterio Español” -donde publicaba diversas colaboraciones desde hacía años-. En cualquier caso, hubo de esperar a 1951 para que su idea tuviera trascendencia nacional, cuando, durante una entrevista en el programa de Radio Nacional titulado "Última hora de actualidad", explicó, personalmente a los oyentes, la historia de ese “Día”. En todo caso, la idea de Manuela tuvo como gran valedor al entonces director gerente de Galerías Preciados, Pepín Fernández, quién en 1953 propagó la idea con una campaña en prensa y radio. Más tarde se sumó su gran competidor, Ramón Areces, por entonces director gerente de El Corte Inglés. Pepín Fernández la ofreció un trabajo doblándole la cantidad que ganaba como maestra, pero lo rechazó, eso sí, le solicitó que permitiera a sus alumnas optar a las pruebas de ingreso para ser contratadas como empleadas de los grandes almacenes.
Existen publicaciones antiguas en diversos periódicos de la época que recogen y corroboran esta noticia (1953, 1956, 1957).
Más recientemente, el 19 de marzo de 1996, fue publicada la noticia en varios medios de la prensa nacional (ABC, Ya, Época, La Nueva España...).
Varias cadenas de televisión emitieron la noticia en sus informativos del 19 de marzo de 1996, recogiendo las únicas imágenes televisadas que existen de D.ª Manolita y que fueron grabadas cuando contaba con 92 años y vivía en la residencia Pablo Sexto de Madrid. Durante las entrevistas, y a pesar de su avanzada edad, relata con sorprendente lucidez cómo surgió la idea. El lunes 19 de marzo de 2012, TVE en su informativo de la noche emite un pequeño reportaje sobre esta curiosa y desconocida historia.
 
Argentina
Se nombra comúnmente al festejo del tercer domingo de Junio como el "Día del Padre comercial" siendo el del 24 de Agosto el más aceptado como Día del Padre nacional. Se han realizando distintas acciones provinciales y nacionales para que sea Ley.

Estas son las dos historias del día del padre que a mi me interesan. Sinceramente y a mi pesar, me gusta mucho más la española.

¡Feliz día del Padre a todos los padres del mundo!

P.D.: Por supuesto, había que mencionar a Coca-Cola.

domingo, 18 de marzo de 2012

El Amanecer de la Rosa.

La rosa sintió algo frío, húmedo. Entreabrió un ojo y pudo ver que se trataba del rocío, que eran las lágrimas de despedida que lanzaba la luna cada noche al mundo para darle la bienvenida al día. Abrió los ojos de par en par mientras veía como la luna lloraba su adiós al resto de las flores del mundo. Sonrió y cerró los ojos. Los abrió de nuevo. Vio cómo la línea del horizonte se teñía de color rosado y cada vez había más luz de manera que el rocío de la luna formaba hermosos arcoiris. Poco a poco el resto de las flores se fueron despertando, unas con risa por las cosquillas que le hacían las lágrimas de la reina de la noche, otras malhumoradas por no haber dormido bien gracias a que un grillo apasionado se había pasado la noche en vela deleitando a las pobres flores que sólo querían dormir con sus sonatas y conciertos. La Rosa, reía. Reía de felicidad por poder disfrutar todos los días de tan delicioso espectáculo. Miró nuevamente al horizonte cuyos colores eran cada vez más anaranjados y las nubes formaban hermosas figuras mientras jugaban con el viento, que las perseguía picarón. Cuando empezó a salir el sol, este comenzó sólo asomando la frente, con timidez. Pero se fue armando de valor y poco a poco, con recelo, fue haciendo su aparición en el mundo de manera que sus rayos entibiaban los ríos, acariciaban a las montañas y susurraban a los viejos y sabios árboles palabras hermosas para despertarlos. El bosque, el continente se despertaba. Se desperezaba lanzando bostezos que sacudían las copas de los árboles despeinándoles. La abejas empezaron a visitar a las flores a comprarles su néctar y a limpiarles el polen. Hablaban y reían entre ellas mientras hacían la compra para después despedirse de ellas prometiéndoles que al día siguiente volverían a visitarlas. Las Hermosas e inocentes mariposas revoloteaban divertidas al rededor de las flores. La brisa, de la mano del viento, coqueteaba y reía nerviosa mientras trataba de ocultar su emoción. Ver todos los días ese baile tan perfectamente sincronizado que era la vida era conmovedor, extasiante... y la Rosa observaba la danza con ternura de madre. Miró al sol, y este le sonrió dedicándole un guiño.

sábado, 17 de marzo de 2012

Chispa Fugaz de Esperanza.

Andas agotada, ha sido un día largo e intenso. Te cuesta mover los pies y los arrastras. miras al cielo y ves, a duras penas, las estrellas. Demasiada luz, demasiada contaminación, y sin embargo puedes verlas, ellas brillan con más fuerza, todavía... Te sientes un poco alejada de lo que es la tierra, la tecnología, y te paras.
Sigues mirando al cielo cuando de repente una chispa fugaz atraviesa el firmamento de manera instantánea y tú la has visto, pero... ¿la has visto? Sientes inseguridad. Piensas "rápido, tengo que pedir un deseo o se pasa el efecto" No sabes que desear, no estas segura de nada... "¿no tengo deseos?, ¿ya no creo en ellos?, ¿en la magia?" te sorprendes de ti misma y de golpe comprendes que tu niñez abandonó tu cuerpo, que ya eres mayor. No tienes tiempo para deseos. Vuelves a mirar al cielo, a aquel fragmento de firmamento donde apareció esa luz de esperanza. Piensas "¿y si lo de los deseos funciona que la estrella esta sujetada por miles de cuerdas, y cada cuerda pertenece a un humano, y el que tire de ella con más fuerza (es decir, quien desee con más intensidad) es la persona cuyo deseo se hace realidad? ¿y si...?"
Entonces tomas una decisión. Decides no desear nada, y no tirar de la estrella. Cedes tu derecho a la estrella a aquellos que todavía creen en los deseos, que todavía tienen esperanza.

jueves, 8 de marzo de 2012

La Auto-destrucción.

Parecen raíces que se enganchan en tu pecho. Se aferran con sus finos dedos a tu corazón y comienzan a apretarlo, y este siente cada vez más como deja de respirar.
Es tan doloroso el no saber el porqué de un sentimiento. Resulta frustrante echarle la culpa de ese sentimiento a una cosa, cuando en realidad esa razón está mas allá de ella, aunque relacionada.
Creemos que es esa pequeña cosa la que nos causa este mal pero... ¿cómo algo tan pequeño puede causar tanto? ¿No veis que no tiene sentido?
Las raíces te aprietan tan fuerte que ya ni puedes respirar, ni llorando te desahogas, y vas confusa por todos los sitios. Te sientes mal, te sientes asfixiada.
Realmente, es insoportable ese dolor. Pero es más insoportable aún no saber qué es lo que lo produce.
Y ello puede llevar a auto-destruirte.

martes, 6 de marzo de 2012

Todo y Nada.

Sabes esos instantes. Todo cambia de golpe. Y te quedas pensando... ¿qué es lo bueno? ¿me quedo anclado en mi acogedor presente o avanzo? ¿qué será bueno para mi? ¿será esto bueno para mi?... no sabes... y piensas... y dejas de pensar mirando embobado las lagrimas de la lluvia que corren por el cristal... Prefieres abandonar la realidad para no tener que pensar, no tener que decidir. Quieres la solución, pero no la quieres. Sabes lo que quieres, pero sabes también qué es lo que necesitas, pero te niegas a arriesgarte a que el camino que conlleva no sea, quizás, el que tu crees que puede ser y todo cambie de nuevo, de repente, y vuelvas a quedarte embobado mirando la lluvia del cristal.
Al final de mucho tiempo te das cuenta de lo que realmente necesitas y lo aceptas. Y te arriesgas. Y pones tu mejor cara. Sabes que permanecer en el sitio donde estas, el sitio que cada poco te causa problemas, pero del cual temes salir por miedo, es en realidad el que te esta destruyendo.
Decides que lo que hace falta por el bien, es lo que tiene que ser...
...y sigues mirando embobado las lluvia llorando en el cristal.
http://www.youtube.com/watch?v=4N3N1MlvVc4

sábado, 25 de febrero de 2012

El espejo de la luna.

La luna se miraba en su espejo: el mar. Se admiraba, su blancura, su pureza, su brillo. Sin embargo se sentía sola. y cuanto más triste se sentía más delgada se hacia. Iba adelgazando hasta que casi desaparecía, convertida en un finísimo semicírculo. Pero como todo, siempre hay un fondo. Entonces, una vez tocado ese fondo la luna empezaba de nuevo a engordar su ego de manera que se engrosaba también su talla. Crecía cada vez más redonda. Cuánto más se miraba en el mar, más bella se veía, y más grande se hacía. Con orgullo iba aumentando su tamaño hasta que ya no podía crecer más. Lo máximo a lo que podía llegar. Entonces, ya sin objetivo, sin nada por hacer, volvía a mirar a su alrededor y a sentirse sola de nuevo, y el proceso retornaba.
La luna se miraba en su espejo: el mar. Suspiró. Y empezó a sentirse triste. Cerró los ojos y empezó a sumirse en su circulo vicioso. El circulo en el que había permanecido durante miles de millones de años, y del cual no podía salir, y del que nunca saldría.
http://www.youtube.com/watch?v=9RrsaAPGrjY

domingo, 19 de febrero de 2012

Tras la esquina.

Lo único que se oía era el susurro de la negra gabardina. Arleen tenía prisa. Mucha prisa.
 - ¡Joder!
Aceleró el paso.
En nada su vida se había transformado... ¿o había sido así desde siempre?
Creía tener recuerdos felices, los de su infancia. Cerró los ojos con fuerza intentando recordar.  Apenas recordaba el color de los ojos de su madre o la voz de su padre y... Dimitri. Dimitri era lo único que podía recordar. Era capaz de revivir incluso su olor, el tacto de su piel...
Una lágrima se deslizó por su mejilla. Es cierto que no recordaba rostros o lugares, pero si sensaciones, emociones. Sobre todo las que más le habían afectado. La muerte de su padre. La boda de su madre con su padrastro. Todo había ido mal, hasta que, con la boda de su madre con Eric, su padrastro, apareció él. Dimitri. Cuánto bien y cuánto mal le había hecho.

Oyó los pasos que se acercaban. Miró hacia atrás rápidamente y aceleró aún más el paso.
¿Por qué? Nada es como los cuentos de hadas, eso es obvio, pero ni se le asemeja. Todo tiene que estar siempre relacionado, enmarañado como un ovillo de lana mal enrollado.
 - El mundo es un puñetero pañuelo... - pensó Arleen.
Volvió a concentrarse intentando recordar a la par que se daba prisa al andar. Empezó a llover.
 - ¡Lo que me faltaba!
Se esforzó tanto que un violento recuerdo le azotó la mente, como una bofetada. Perdió fuerzas y se cayó al suelo. Se levantó y siguió andando por las oscuras calles de Chicago.

 "-¡Papá, no! Papá, vuelve a casa, hace frío, por favor papá. 
  -Papi tiene que irse cielo. Papi te seguirá queriendo, nunca lo olvides. Siempre voy a cuidarte. Esté donde esté.
  La lluvia azotaba nuestros rostros de la misma manera que ahora me está azotando a mi. Papá echó a correr.
  -¡Juan! ¡vuelve!
  - Mamá ¿a dónde va papá?
  - ¡Arleen! ¡Entra ahora mismo a casa!
  -Pero...
  -¡YA!
  Mamá corrió tras papá bajo la lluvia, gritando desesperadamente. Perdió un tacón en el camino. Yo cometí el error de no entrar en casa. Un error que me costó caro. Seguí a mamá bajo la lluvia, corriendo en silencio. Papá estaba ya lejos, pero estaba quieto. Subido en la barandilla del puente miró hacia arriba, abrió los brazos y se lanzó al río, donde desapareció. Grité todo lo agudo y potente que puede gritar una niña de 6 años. Mamá cayó de rodillas y gritó fuerte. Seguidamente se desplomó."

Arleen siguió andando. Oía los pasos cada vez más cerca. No paraba de jadear y el sudor y la lluvia le habían arruinado totalmente el maquillaje.
Dimitri. Él fue lo único que la hizo feliz. Sus ojos castaños, su cabello negro, sus pecas, sus cejas perfiladas, aquella sensual perilla, su espalda, sus labios, sus...
Que duro había sido todo aquello. Con 18 años no se piensa, no se sabe lo que se hace, y todo eso te lleva a cometer errores. Aquella noche que entró en su cuarto cambió su vida para siempre.


"Ella todavía no podía dormir, y como en cada uno de sus recuerdos, la lluvia azotaba su ventana. Pero ella no podía prestarle atención a aquel terrible y singular sonido porque algo más importante ocupaba su mente. 
Entonces Dimitri abrió la puerta de su cuarto con cuidado y la cerró con llave. Ella se incorporó de la cama con el corazón latiéndole a toda velocidad. A pesar de estar a oscuras los grises ojos de Arleen brillaron con intensidad. Dimitri permaneció unos instantes quieto en la puerta, para después irse acercando poco a poco. Arleen se levantó de la cama pero él ya había llegado hasta ella y le colocó su dedo índice en los labios. Se miraron a los ojos. La tensión era tan atractiva... tan apasionada. Fueron acercando sus rostros despacio, tan despacio que casi le pareció eterno. Sus labios se rozaron acariciándose, conociéndose. Pero cada vez querían conocerse más y fueron explorándose cada vez más deprisa, más profundo y con menos miedo. Las manos de Dimitri dibujaron el contorno de su cuerpo, pasearon por su espalda y sus caderas recorriéndolas con dulzura. Poco a poco esa dulzura fue convirtiéndose en en ansiedad, en impaciencia. Ella fue despojando sus cuerpos de la ropa que los cubría. Pasó su mano por el cabello que cubría la nuca de Dimitri y se aferró a él con fuerza. Dimitri la alzó con fuerza y la dejó sobre la cama con pasión. Todo iba cobrando cada vez más velocidad. Siguieron explorándose a si mismos, se unieron, gozaron, se amaron."


La lluvia seguía cubriendo a Arleen, que de tanto acelerar el paso ya estaba corriendo. Estaba totalmente mojada, hasta los huesos. El frío le estaba entumeciendo las extremidades. Paró unos minutos a coger aire. Miró hacia atrás y no vio a nadie. Lanzó un suspiro de alivio, pero no bajó la guardia. Sabía que hasta que no llegara a casa no estaría a salvo. A sus 23 años sentía como el mal absoluto luchaba por apoderarse de su ella.
Siguió corriendo y llorando. La mezcla de agua que cubría su rostro era tanta que apenas reconocía las calles por las que transitaba. De golpe pudo recordar los ojos de su madre. Unos ojos grises llenos de vergüenza y de lágrimas.

" - ¡¿Cómo?! ¿que has hecho qué y que quieres el qué?
  - mamá, me has escuchado muy bien y no pienso repetírtelo.
  - No, lo siento, pero no voy a permitirlo. No está bien ¿qué van a pensar los vecinos?
  - ¿y a mí qué lo que piensen los vecinos?
  -Hija... no lo entiendes. No puede ser.
  - ¿pero porqué no? ¡Lo amo! sólo es mi hermanastro. Salvo eso no tenemos ningún otro tipo de lazo.
  - No. y si digo no es NO.
  - ¿por qué?
  - ¡Porque no!
  - ¡joder mamá! ¡Tengo 18 años! ¡es mi vida! ¡¡Y PIENSO ESTAR CON ÉL!!
  - ¡¡No puedes!!
  - ¡¿que no..?!
  - ¡No! ¡el no es tu hermanastro, el es tu HERMANO!
  - ... ¿qué... has... dicho?
  - Lo has oído perfectamente. Te lo diré una sola vez. Una vez tuve... un pequeño desliz, 1 año antes de que tú nacieras. Fue la temporada que me había ido de viaje a Brasil. Estuve dos años sin ver a tu padre, y entre medias me quedé embarazada. No le dije nada, porque cuando volví había dejado a Dimitri en casa de su padre, sin intención de volver a verle. Pero cuando tu padre murió... Eric apareció y yo no fui capaz de rechazarle..."

-¡EH, TÚ!
Aquel grito la sacó de su ensoñación. Miró atrás aterrada y empezó a correr con todas sus fuerzas. Tiró el bolso para correr más deprisa, pero con la lluvia no podía ver, así que de poco le sirvió. El hombre siguió gritándole con violencia. Arleen se giraba cada poco para ver la distancia a la que se encontraban el uno del otro. Llego un momento en el que no pudo seguir corriendo, y no fue porque no tuviera fuerzas, pues la adrenalina la alimentaba rápidamente. Fue por encontrarse en un callejón sin salida. Se giró. Allí estaba ese hombre, desconocido, grande, fuerte. Empezó a reírse grotescamente.
 - ¿Que te pasa, putita? ¿ya no estas cachonda o qué?
Arleen temblaba sin parar. La lluvia había amainado. Apenas había luz en aquel oscuro callejón y no podía verle la cara.
 - ¿Que pasa? ¿Se te comió la lengua el gato?
Arleen no respondió. Pensaba la manera de librarse de él y escapar.
- Ya me engañaste una vez, pero no volverás a hacerlo ¡Zorra!.
Se oyó un disparo.
Arleen permaneció de pié unos instantes, y poco a poco fue bajando. Primero las rodillas y luego todo su cuerpo. Permaneció tirada en el suelo, viendo como su asesino huía.
 - Siempre... estaremos juntos, Dimitri. No lo... olvides. Siempre.
Cerró sus grises ojos. Suspiró su último suspiro. Su corazón dejó de latir... y murió.



viernes, 17 de febrero de 2012

Las Raíces del Olmo:


 Era, de todos los árboles de aquel bosque, el más anciano, y único en su especie. Un Olmo se erguía, solemne, en el centro del bosque.
A pesar de su tamaño menudo, con la corteza ya envejecida por los siglos, este imponía un gran respeto a los seres que residían en aquel lugar.
El murmullo del viento repartió fugazmente la noticia por todo el bosque, y los animales se retiraron a sus madrigueras y escondrijos dándole, así, la bienvenida al otoño.
Quedó todo el bosque en silencio, todo tranquilo. Entonces, de una de las antiguas raíces del árbol, empezó a nacer un ser pequeño, muy pequeño. Se retorcía, buscando el aire que le negaban las profundidades en las que se encontraba, y empezó a ascender, escarbando en la tierra, percibiendo cómo, poco a poco, se acercaba al calor de los rayos del sol y al frescor del viento.
Salió. Probó su primera bocanada de aire, la cual le resultó deliciosa, y sonrió abiertamente, observando con detenimiento todo cuanto la rodeaba. Aquella pequeña hada se desenterró por completo, liberándose de las raíces a las cuales todavía estaba sujeta. Caminó uno, dos, tres pasos y se detuvo para dar una vuelta sobre sí misma mirando, asombrada, la inmensidad del bosque.
Se pasó el día descubriendo, mirando, disfrutando de los colores, observando las setas, hojas, flores, y a menudo se quedaba embobada mirando los arcoíris que se producían por el reflejo de los rayos del sol con las gotas de rocío.
Se hizo la noche y el hada volvió a Árbol Padre para cobijarse entre sus cálidas raíces y quedarse profundamente dormida, protegida de los peligros del bosque nocturno.
La pequeña hada fue creciendo, muy rápido, no habían pasado ni 6 días y ya tenía en la espalda dos frágiles alitas castañas, con la forma de una hoja de roble. Ese tipo de hadas no podían volar, se diría que las alas únicamente servían de estética. Era un hada común, muy delgada y frágil, de piel aceitunada, suave y tersa, con el cuerpo desnudo, cabello caoba, orejas muy largas, finas y puntiagudas y unos oscuros y profundos ojos negros. No tenía ninguna cualidad ni don, era únicamente un ser más del bosque que correteaba y jugaba en él como parte del mismo.
Un día, escapando de las consecuencias de una de sus travesuras, se dio de bruces contra un cuerpo cálido y flexible que estaba acostado disfrutando de los últimos rayos del sol del otoño. El gato de rayas anaranjadas se levantó tranquilamente y se acercó al hada que, aterrorizada, retrocedió unos pasos; entonces, el felino paró de caminar y después de mirar fijamente al pequeño e intranquilo ser, se sentó sobre sus cuartos traseros y cerró los ojos dejando ver únicamente dos rendijas. El hada, poco a poco, se fue acercando al animal, alargó el brazo y acaricio su suave pelaje. Se sorprendió al notar que era diferente al del resto de los animales del bosque, que lo tenían grueso y áspero.
De repente, como una chispa que brotó fugaz en su interior, se dejó llevar por el impulso y se aferró a los cabellos del felino y, de un salto, se sentó sobre su lomo. Acto seguido, el animal se levantó y comenzó a trotar suave y silenciosamente atravesando el bosque y recorriendo lugares por donde la pequeña hada jamás había estado anteriormente. Pasearon por el bosque durante un buen rato, hasta que el hada vio que la espesura comenzaba a disiparse y llegaban a campo abierto. Atravesaron un campo de trigo, dorado como el sol. La pequeña hada miraba maravillada todo cuando le rodeaban a ella y a su montura. Poco a poco se acercaron a un pequeño poblado, con pequeñas casas de piedra, con las paredes cubiertas de musgo a causa de la humedad, y de rojas tejas de barro entre las que había plantas que lograban filtrarse por las rendijas de separación. Había mucho silencio en aquel pequeño poblado, mucho vacío, y un melancólico y frío gris. Flotaba una tristeza muy profunda en aquel lugar, cosa que sobrecogió al pequeño ser que se sintió desprotegido sin la magia del bosque a su alrededor; se aferró con más fuerza al cálido pelaje del gato, pegando por completo su cuerpo al del animal. En un momento dado, el felino aminoró el paso hasta que dejó de trotar para darle paso a un andar tranquilo, silencioso y despreocupado. Caminó hasta que llegó a una pared y se paró unos segundos delante de ella. Al hada no le dio tiempo siquiera de pensar que era lo que pasaba cuando, de repente, el animal pegó un brinco y saltó al alféizar de una venta y ella se agarró como pudo al pelo del gato, evitando, así, la caída. La ventana estaba abierta y el gato entró en la casa. De un saltó pasó a la mesa, y allí se sentó. El hada, todavía asustada y algo mareada se bajó de los lomos del felino y se sentó en el borde de la mesa, dejando las piernas colgando y colocó su mano en el pecho, tratando de controlar su agitado corazoncito.
Una vez se tranquilizó, observó el sitio donde se encontraba. Era una pequeña, vieja y muy mal iluminada casita. Las telarañas dominaban las esquinas de los techos y el polvo reinaba sobre todos y cada uno de los muebles de la habitación. Observaba todo tan concentrada y detenidamente que en el momento en el que reparó en la ancianita que dormitaba en su mecedora de mimbre se asustó terriblemente y corrió a esconderse tras el gato, que lamía tranquilamente su patita delantera. Al no notar ningún movimiento brusco, el Hada se asomó de su escondrijo y volvió al lugar donde se había sentado anteriormente.
A partir de ese momento no se interesó por nada más que pudiera haber en esa habitación que no fuera aquella pequeña anciana que dormía en su mecedora. Observaba su acompasada y dificultosa respiración. Su rostro, surcado por las arrugas, tenía una expresión cansada, pero no de agotamiento, si no cansada de los golpes de la vida, cansada de la experiencia, y de los años que le habían pasado por encima. Sus largos y blancos cabellos estaban recogidos en un simple moño en el que descansaba su cabeza como si de una almohada se tratase. El hada la observaba, con curiosidad y, de algún modo, admiración.
Llegó la noche y el hada se levantó del lugar en el cual llevaba toda la tarde sentada, observando a la ancianita, se montó a lomos del gato, y éste la llevo de vuelta al bosque.
Al día siguiente, el gato estaba esperándola en el mismo sitio donde se la había encontrado por primera vez, y el pequeño ser, sin dudarlo ni un momento se subió a su lomo y él se dirigió al poblado. Así pasaron los días. Cada día el gato venía a recogerla y la pequeña hadita se iba con él a la casa de la ancianita donde pasaba horas observándola dormir. Nunca la vio despierta, pero sabía que estaba viva, pues veía ascender y descender rítmicamente el pecho de la anciana.
Pasó el tiempo. El invierno, frío, blanco y silencioso. La primavera, verde, viva y brillante, que dio paso al verano, dorado y sumiso. El hada había pasado de ser un revoltoso e inquieto ser de la naturaleza para volverse sabia y callada. Ya no jugaba en el bosque, no desde que había ido a parar a la casa de la viejecita. Ya había perdido la cuenta de cuantos días llevaba yendo a aquel lugar, pero aquello no parecía importarle. La anciana cada día estaba más y más sumida en su eterno letargo, hasta que un día, como tantos otros, el gato fue a recogerla y el hada cabalgó sobre su lomo, pero cuando llegaron a la casita la anciana ya no estaba allí, y su mecedora permanecía vacía. El hada se acercó al sitio donde siempre solía sentarse, en el borde de la mesa, y encontró una nota doblada que ponía “Lisandra”. El hada miró un segundo la nota, para después mirar al felino, que respondió su interrogativa mirada en silencio. El hada volvió a fijar la vista en la nota.
¿Había percibido la anciana su presencia? ¿Había sabido que la había estado visitando todo este tiempo? ¿Qué pretendía que hiciera con aquella nota? ¿Debía ser su mensajera? Y si así era ¿cómo encontrar a la persona a quien iba dirigida? Un gran torrente de dudas y preguntas atormentaban la pequeña cabeza de aquella hada de espíritu puro y de alma libre. Cuánto secretos había encerrado aquella anciana para ella. Cuantas palabras había sido silenciadas por sus sellados labios y cuántos pensamientos habían sido asesinados dentro de aquel cansado y envejecido cuerpo.
Buscaba respuestas, y a pesar de encontrarse inmersa en un mar de preguntas y dudas, su frágil corazón tomó una decisión, una difícil decisión. Se levantó y con sus dos manitas agarró con cuidado la nota. Suspiró. No podía hacer ese camino sola. Por suerte, contaba con la ayuda de su aterciopelado amigo. Suspiró nuevamente y posó la mirada en los últimos y dorados rayos de sol del verano.

jueves, 16 de febrero de 2012

Tantas veces como quieras.

Las ramas del árbol se movían al son del viento, flotando en sus dulces manos, siendo acariciadas. Aquel árbol de tristeza soñaba con viajar, soñaba con ver más allá de la colina. Sus tristes ramas dibujaban paisajes en el agua, que al instante desaparecían sin dejar rastro. Sabía que nunca iba a morir. Sabía que jamás se movería de aquel sitio. Aún en los días más felices, en los que el sol brillaba alto, no podía evitar sentirse afligido. Aquel pesimismo ondeante que le rodeaba como la niebla rodea la luna en las noches más oscuras le acosaba en sus más terribles sueños. Más, en aquellos días de tormenta, de lluvia torrencial y viento desafiante, deseaba luchar con sus ramas, defenderse su ímpetu, vanamente, pero aquellas delicadas manos no hacían más que ser zarandeadas violentamente a placer del viento, que no parecía sino reírse de su inocencia, de la paz albergada que todos creían imperturbable. En el fondo la Tormenta no tenía más que envidia de aquel árbol. Ambiciaba su sabiduría. Su poder.
Pero el sauce seguía ensimismado en su soledad, en su silencio, ignorando todo cuanto poseía en su interior. En las noches de verano observaba, ensimismado, las luciérnagas que pululaban a su alrededor, sutiles, bellas, puras. Deseaba ser como ellas, vivir solo en verano, pero poder observar el mundo desde arriba y disfrutar de la brisa del aire en más de un sitio. Por desear, prefería la belleza de las mariposas, pero le disgustaba demasiado su coquetería y narcisismo. Tampoco le gustaba lo efímera que era la vida de las susodichas.
Un día cualquiera, ni muy alegre ni muy triste, ni muy soleado ni muy nublado, un dorado día de otoño, apareció por sus prados la Reina Runa. Esta dama era muy hermosa, pero no era como todas las Reinas de cuento. Su cabello era de color blanco, mas no era anciana, era joven y saludable. Su piel, ligeramente bronceada, tenía un suave color canela. Sus ojos eran de color pardo con sutiles ramas verdes que lo atravesaban. Su mirada era profunda e intimidante, pero sólo para aquellos que no sabían, que no conocían, que eran, por desgracia, casi todas las personas del  reino. Por ello la Reina paseaba sola por sus dominios, mirando, observando, pensando pero nunca hablando. Ella nunca había hablado y las malas lenguas decían que Dios le había privado de ese don. 
La Reina, poco a poco fue acercándose al Sauce que seguía dibujando, ensimismado, sus anhelos en el agua, hasta que éste se percató de la presencia de la Reina. Ésta pasaba las manos por las suaves hojas de sus ramas, como si de una cortina de seda se tratase. Elevó un poco las comisuras de sus labios, sonriendo tímidamente mientras cerraba los ojos, como si disfrutara enormemente de aquel simple acto. En aquel instante el Sauce sintió un escalofrío que lo recorrió desde la punta de las raíces a la punta de las ramas. Sintió unas enormes ganas de llorar. La Reina abrió los ojos, separó sus manos de las ramas y se dirigió al tronco del árbol caminando enérgicamente, y cuando estuvo frente a él se detuvo en seco. Miro hacia arriba, hacia su frondosa copa. y volvió a bajar la vista al frente. Acercó su delicado rostro y le susurró:

  - Todas las noches saldré a mi balcón, haga frío o calor, llueva o granice, y le pediré a las estrellas, al viento, a la luna y a los astros que te ofrezcan sus ojos. Entonces, por la noche, cuando duermas, podrás ver el mundo desde arriba, desde el cielo y desde el lugar que tú desees. Podrás saborearlo y contemplar su eternidad... Y lo mejor es que podrás no verlo sólo una vez, si no tantas veces como quieras.


http://www.youtube.com/watch?v=QWUDnCnAUxI&feature=fvst

domingo, 12 de febrero de 2012

La Lluvia.

Lluvia. Te empapa. Sientes las gotas de agua cruzando tu rostro como la corriente de un río que se va acelerando a medida que se acerca a la catarata. Te das cuenta. Estás solo. Y ella no está. Ella se fue. Ya nada es lo mismo. Sientes como el frío penetra tu cuerpo, y llega hasta la última fibra de tu ser, inundándote por completo. Quieres que este momento sea eterno. La lluvia, la soledad, cierras los ojos, levantas la cabeza hacia el cielo y abres los brazos entregándote a el mundo. Quieres que el momento te consuma, te lleve con el, al igual que el viento se lleva las hojas o los pétalos de las flores. Quieres ser pasto de aquellos que causaron tu dolor, ser su veneno, y que sientan lo mismo. Llegas a la cúspide de todos tus males y sientes un dolor tan infinito que no puedes soportarlo, pero que a la vez es reconfortante. Crees que han pasado horas cuando de pronto el dolor cesa. Entonces abres los ojos. y bajas los brazos a la par que la cabeza. A dejado de llover. Todo esta mojado. La calle, las farolas, los bancos, tu cuerpo, tu alma. Sin embargo levantas la vista al cielo y ves como como aquellos enormes nubarrones negros empiezan a disiparse para dar paso a un cielo azul cuyo sol deslumbra más que cualquier otro día que haya brillado. Sigues mirando al cielo. Cierras los ojos. Sonríes. http://www.youtube.com/watch?v=lhQsJhWyFIk

martes, 7 de febrero de 2012

Mundo del Revés.

Echa la vista atrás. Trata de acordarte de todo.
... No puedes, ¿verdad? Suele ocurrir. Solo retienen nuestras mentes aquellos recuerdos que, por algún motivo, llamaron nuestra atención. Quizá fue el canto de un pájaro que te despertó un domingo de verano. O quizá fue la risa de tu madre cuando tenías 2 años. Quien sabe, el cerebro es demasiado selectivo con los recuerdos.
Aún así, la vida sigue siendo maravillosa. Maravillosa y dura. Y lo peor de todo: nos gusta. Disfrutamos enormemente con nuestro sufrimiento; llorando, quejándonos. Vosotros me diréis ¿Pero qué dices? si lloras o te quejas, no eres feliz... ¿Cómo va a gustarte ser infeliz?
Entonces yo os diré: Intenta estar 1 día ENTERO sin quejarte. Da igual de qué. Ni de lo más mínimo... No aguantáis. Ni vosotros ni yo. Es un hobby, es un estilo de vida, desgraciadamente, muy expandido.
Lo más gracioso es, Los que más sufren, menos se quejan.
¿Que no? Fíjate en los negritos de África. Con sus sonrisas, jugando con piedras, sin nada.
Mira ahora a la gente del primer mundo. -¡Joder, tía! Que se me a colgado la Blackberry... ¿y ahora que hago en todo el día?
De verdad, pensadlo un poco. A mi todo esto me recuerda al Mundo del Revés.

viernes, 3 de febrero de 2012

Don't fear the reaper.


Y se repite, y se repite, y se repite en mi cabeza esa melodía que aparece cada vez que pienso en ti. Esa guitarra del comienzo, lo que significa. Empieza a subir por el estomago hasta llegar al pecho y si llega ahí es imposible frenarlo; sonrío inevitablemente. Como me gusta saber que eres tú. Como me gusta conocerte y poder basarme en eso para poder decirte que, aunque eres único como todos, eres más que único; eres irrepetible y un ser humano increíble.

 -Hace un año de ese día, hace un año de esa fiesta, hace un año de esa noche...
-¿y qué sientes?
-Pues lo mismo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Flotando en el Aire


Flotando en el aire:
La cuerda es muy fina ya, no se sabe nisiquiera quién la sujeta. Espera, espera... ¿acaso alguien la sujeta? si, desgraciadamente yo. No puedo desasirme de ella. No se porqué. Mentira, si lo sé. Por el recuerdo. Por el dolor. Una mente como la mía necesita borrar para sentirse limpia, libre... pero, eliminar toda esa gran parte de mi vida dejaría un vacío en mi. Un vacío demasiado grande. Un vacío que no debe unirse a otros menores que habitan en mi, porque simplemente dejo de existir, la nada me engulle.
Entonces... ¿qué hacer? ya nisiquiera existe solución. En mi mano "estuvo" durante un espacio de 12 meses, en los que actué de todas las maneras que se me ocurrieron para salvarlo, más... ¿qué es de ti? ¿te has dado cuenta, acaso, de la magnitud de mis acciones? o peor aún... ¿te has dado cuenta de las razones de esas acciones?
Mírame. Mira como he parecido idiota gritando tu nombre al aire y afirmando que aquello era para siempre. No pido que me perdones, porque... ¿qué me tienes que perdonar? soy inocente por soñar con algo que quería.
La amistad, la vida misma es, en mi opinión, como la vida de una flor, se planta, crece, florece y se marchita. Nuestra etapa llegó a su fin, ya hace tiempo que se está marchitando. Pero como siempre, hay una opción: cuidar de la planta para que vuelva a florecer. Yo no estoy dispuesta a cuidar de ella sola, no otra vez.
Sé con tanta seguridad que no quiero seguir así que por un segundo quiero soltar la cuerda. Por un momento quiero olvidarlo todo y descansar en un vacio y silencio interminable. Pero... ¿qué es eso? la realidad me golpea en los momentos en los que soy más vulnerable. Y otra vez miro la situación desde todos los puntos de vista conocidos, y de nuevo esta la respuesta Flotando En El Aire, fundiéndose con él, sin dejarme verla.
¿Recuerdas aquella cuerda que una vez nos atamos a la cintura? ¿Recuerdas los pocos centímetros que nos separaban? aquella cuerda, con los años, los tirones, y las distancias se ha ido haciendo vieja, se ha ido gastando y yo, actualmente, la sujeto con mis manos. Esa cuerda se va a romper y si una vez se esté cayendo tu la ves y la consigues agarrar puede que haya esperanza, o dicho de manera más metafórica, puede que vuelva a florecer... pero si no la ves y esta toca el suelo, ya no habrá vuelta a atrás.

sábado, 28 de enero de 2012

Algo extraño.


Abrió los ojos. El agua del río todavía resbalaba sobre su aterciopelada y blanca piel... se incorporó hasta erguirse del todo. Su suave túnica plateada brillaba bajo el sol tan intenso que aquella mañana bañaba el bosque. Era un día como tantos otros, como tantos de una eternidad infinita, y sin embargo estaba cansada. Presentía que algo iba a cambiar, no sabía el qué, y eso era lo que más le inquietaba.
Había visto nacer, vivir y morir tantos humanos, tantas criaturas… Había llorado sus muertes desconsoladamente hasta que al final los siglos terminaron por dejarla sin lágrimas, y ahora sólo podía sufrir en silencio.
El bosque estaba quieto... demasiado quieto, pero sus agudos oídos podían oír hasta el crujido más leve y enseguida pudo oír los cascos del caballo que entraban en el principio del bosque, su bosque...
Se deslizó sin hacer ruido, tímida pero segura, como si volara sobre la hierva, hasta dónde había oído aquel sonido. Vio al caballo, pero no pudo ver el rostro del jinete, que se encontraba tapado por una oscura capucha de cuero, a pesar del que el día se mostraba caluroso.
Por primera vez en su larga existencia sintió algo extraño, su corazón dio un vuelco y comenzó a latir desenfrenadamente. Ella se asustó, pues nunca le había pasado algo semejante, y por un momento sitió que se desvanecía; logró contenerse a tiempo, pero no pudo evitar mover su delicado pie un par de centímetros como acto reflejo para evitar la caída y pisó una rama que sobresaltó al caballo. Éste abrió mucho los ojos intentando localizar un lobo o un animal que pudiera ser peligroso, y aunque sus ojos no vieron nada, él seguía sintiendo una presencia extraña, una presencia poderosa, y eso no dejaba de ponerle nervioso.
Ella estaba concentrada descifrar el significado de aquel sentimiento, a la vez que trataba de controlarlo para no delatarse y que el caballo huyera llevándoselo consigo...

lunes, 23 de enero de 2012

Sólo música.


"Yo divido la música en dos partes: Buena y Mala."

Eso dijo una vez un amigo.
Las personas siempre juzgan la música como les conviene. Desde luego, para uno su música siempre va a ser mejor que la del otro, pero no por ello va a ser igual para todos. A unos les gusta el Heavy, a otros el Rock, Pop, Jazz, música Clásica... hay tanta variedad y diferencia entre unos géneros y otros. La calidad de la música no depende de las horas que le dediques. Un minuto de inspiración puede valer más que estar meses encerrado en un estudio, así que… ¿De verdad existe la música "Buena" y la "Mala"?

En mi opinión no; música puede ser cualquier cosa, desde un silbido pasando por el ritmo de un golpeteo de impaciencia, hasta un solo de piano. La vida, el mundo, es como una gran orquesta. Siempre, SIEMPRE, va a haber música, ni buena ni mala... sólo música.

domingo, 22 de enero de 2012

Él.

Aparto la mirada. Otra mirada más fuerte recae sobre la mía ejerciendo su peso, su profundidad… es imposible imponerse a ella; me rindo.

sábado, 21 de enero de 2012

El sentimiento.


Pienso.
“hazlo… ¡ahora!”
Ni un músculo se digna a moverse.
Me entra la angustia.
“¿qué pasa?”
La voz no sale, sale aire.
Quiero decirlo; mi corazón bombea veloz y violentamente.
Pasa el momento.
Sigue el nervio vivo en mi piel y tiemblo.
“¿estás bien?”
Suspiro largamente.
“Si.”

“En el centro mismo de uno. Ahí es donde nace, ahí es donde germina y crece como planta trepadora, y como la misma va trepando aferrando sus finas pero resistentes ramas a todos los huecos que encuentra. Penetra hasta lo más hondo de nuestro ser exigiendo ser alimentado.”
-¿pero el qué? abuelo, ¿el qué?- replica el niño soltando a continuación un resoplido de impaciencia.
“El Sentimiento.”

El muro.



Abro los ojos y me incorporo. Observo lo que me rodea. Estoy dentro de un gran terreno circular con unos altos muros de hierro. Aquel lugar está lleno de cosas, miles y miles de cosas, del techo también veo como cuelgan, hasta en el aire… allí están flotando todas las preguntas, todas las dudas y todas las respuestas hipotéticas que crea aquella especie de “mente” que se encuentra en lo más alto de esta enorme habitación. Atravieso aquel lugar rodeando todos los objetos y esquivando las preguntas sin respuesta que murieron hace tiempo y que ahora vagan, solitarias, por todo aquel espacio. Me acerco a las paredes y coloco la palma de mis manos en ella. Está fría, y muy dura. Doy tres golpes. Parece fuerte. Voy siguiendo la pared arrastrando una mano por su superficie. Camino durante largo rato hasta que me doy cuenta de que he vuelto al mismo lugar donde empecé; había dado toda la vuelta, pero no había puerta. Miro hacia arriba, pero no hay ventanas. Noto un cierto temor nacer dentro de mi… seguido de la angustia. Empiezo a golpear las paredes primero suavemente y después aumentando la fuerza. Recorro aquella única pared circular corriendo en busca de alguna rendija, de algún hueco. Horas y horas recorro el lugar, pero… ¿cómo es el tiempo en este lugar? ¿Hay horas, minutos, segundos…? Estoy inmersa en una especie de oscuridad, pero curiosamente veo todo perfectamente, como con los ojos de un gato. Es una oscuridad continua, y hace frío. Me siento con la espalda en la pared y me hago un ovillo. Despierto; no sé cuánto tiempo he dormido, si diez horas, 20 minutos o 3 segundos. Todo sigue igual, oscuro, desordenado, triste y frío. Me incorporo y sigo buscando observando con atención la pared de hierro. Pasa el tiempo y ya empiezo a sentir miedo, quiero salir de aquí. El miedo me lleva al enfado, que me lleva a la ira. Con violencia trato de agarrar alguno de los objetos que allí permanecen para estrellarlos contra la pared, pero es como si fueran incorpóreos, como fantasmas, mi mano los atraviesa como si agarrase aire. La sorpresa me quita durante unos instantes toda la furia, que después vuelve de golpe y con más fuerza. Grito, chillo, doy golpes contra las paredes, pateo y vuelvo a chillar. Sigo así durante un rato, pero mis fuerzas no son inagotables y me derrumbo, agotada e impotente.


Algo me despierta, algo tibio roza mi mejilla. Abro los ojos y veo un rayo de luz. De un salto me incorporo y acerco el ojo a la rendija, aunque instantáneamente mis ojos se cierran protegiéndose de la luz, acostumbrados a la continua oscuridad. Poco a poco se abren y ven tanta luz, tanta claridad, todo es hermoso, pero el agujero por el que la luz pasa es demasiado pequeño aún. Es entonces cuando la chispa de la esperanza nace en mí.