jueves, 21 de junio de 2012

Lágrimas de fuego.

Ardientes cual cataratas de lava recorren con rapidez las colinas de tus mejillas.
Un temblor incontrolado similar a un terremoto, cuyo epicentro son tus manos, domina tus extremidades.
Una llamarada fugaz recorre todo tu cuerpo abrasando tus órganos y de tus poros sale vapor. 
Sientes en tu cráneo una presión por los dos lados de la sien que no hace más que aumentar tu ira.

Después de varios minutos en esta situación constante, tu cuerpo no aguanta más y todo se relaja. 
Con el cuerpo recostado boca arriba, apoyado en una cálida cama, miras el techo sin mirarlo realmente. Observas extasiado la nada mientras tu cuerpo se va sumiendo poco a poco en un sueño cálido, irremediable, que te acoge y tu avanzas sin pensarlo hacia él. Tus ojos se van cerrando y te duermes profundamente.

Cuando despiertas ves cómo la luz lo ilumina todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario