martes, 25 de diciembre de 2012

Incertidumbre.

Los párpados caen, pesados, cansados, irritados, sumiendo en la oscuridad la visión, que segundos después es reemplazada por imágenes, recuerdos y sensaciones.
Se abren de nuevo los ojos prefiriendo la paz de la realidad al tormento de las recreaciones pasadas.

Su apariencia es tranquila, su sonrisa amable y apacible, y su gesto rebosa de calma. Pero por dentro... siempre un pero. No es acorde el exterior con el interior.
Aquello que era su vida estaba construido sobre los pilares más firmes que se podían encontrar, el pasado, el presente, incluso su futuro se encontraba diseñado.
Desapareció. Se borró, y durante un tiempo estuvo perdida, vagando, caminando y haciendo equilibrio en la línea que separaba lo real y su consciencia.
Tiempo repleto de todo a la par que de nada. Arrancar todo lo que había sido era doloroso, teniendo en cuenta cuán profundas eran las raíces y cuán sujetas se encontraban a sí. Sacándolas poco a poco, las raíces sangraban y habían momentos en los que debían reposar para no perder demasiada sangre.
Y sin embargo, con tiempo, calma, la incertidumbre del futuro y un empujón al final, salieron.

Ahora ella vive. Vive porque no sabe que va a pasar, no tiene un futuro predeterminado, nada la ata. Es totalmente libre de decidir que hará en cada instante, nada le pesa, se siente liviana y llora, llora con lágrimas calientes que lo único que marcan son sus mejillas dejando un camino salado, de felicidad, de alivio.

Profundos como pozos negros, cuyo fondo no ves; verdaderos.


martes, 18 de diciembre de 2012

La discusión.

- ¿Otra vez, corazón?
- Otra vez, querida...
- es evidente que no piensas cambiar... ¡ni madurar! por lo que se ve...
- Afirmas correctamente.
- Pero a ver, ¿qué te cuesta? Sólo es dejarme tranquila un día, ¡Un día, dios mío!, ¡que tampoco te vas a morir!
- En realidad, teniendo en cuenta las leyes de la naturaleza, la que moriría serías tú.
- Bueno, es igual, tu entiendes lo que quiero decir...
- Entiendo.
- ¿Entonces?
- ¿Entonces...?
- ¿Por qué no? Sólo te pido un día, un día en el que no me duelas, un día en el que no te sienta, ¡un día en que no exista tu latir!... Sólo quiero poder pensar con claridad, pero, joder, siempre estás ahí, metiéndote en todo, ¡Así no se puede ser objetiva!
- Lo siento...
-¿Pero...?
- Pero no puedo. Sabes que no puedo así que, por favor, deja de insistir.
- Por favor... por favor... un día, sólo un día... por favor...
- Lo siento, no puedo.