martes, 22 de mayo de 2012

Fue tu voz la que me llamó.

El destino, en el cual no creo ni confío, me hizo hallarte.
Aquella presencia que era cercana a mí en mi día a día, aquella que en el idioma coloquial denominamos "amiga", me condujo a conocer a tu persona.
Esa curiosidad innata que poseo me hizo investigar, me hizo buscar esos retratos numéricos que contenían el reflejo de tu alma, pero no a ti en sí. Y te vi. Vi tu cascarón, tu reflejo, tu imagen inconclusa, pues ese eras tu, pero no lo eras al mismo tiempo. Y sin quererlo, mi alma lo supo, sin querer revelármelo a mi todavía. Y mi cabeza me traicionó utilizando palabras que comúnmente no utilizaba en ese entonces.
El tiempo pasaba y mi cuerpo y mi cabeza seguían en la ignorancia de aquello que mi alma aún no quería revelarme. Pasó el tiempo... pasó.
Al final, un día improvisado, un día puro, de esos cuyas coincidencias lo hacen destacar y te hacen darte cuenta de que el mundo no es más que una caja de cerillas, no vi tu reflejo: te vi a ti.
Reconocí un rostro que estaba vivo, no como aquellas imágenes vacías, huecas. Reconocí unos gestos, un aire, que respiraban, que pensaban, que sentían. Te reconocí.
Entonces, esa presencia cercana que aquel día contaba con mi compañía, hizo un gesto común en el que hacía de un conocimiento recíproco, un conocimiento oficial. Tu persona, tu cuerpo vivo, desconocía anteriormente mi existencia absoluta. Yo fui nueva para ti, y sin embargo tu para mí no fuiste más que la presencia corpórea de aquel reflejo que llevaba tanto tiempo observando. Más no fue hasta que tus cuerdas vocales vibraron, creando así la comunicación entre nosotros, cuando mi alma me lo reveló.
Fue tu voz la que me llamó. Fue tu voz... la que me despertó.

http://www.youtube.com/watch?v=AUO_5EALZoM

No hay comentarios:

Publicar un comentario