Y, como todos sabemos,
a medida que pasan los días
y lo triste vivido pierde color y falta el abrazo,
uno cede de nuevo al origen del daño.
La aguja que lastima y te da la morfina.
Tal vez no en acciones, sí en la mente,
en el impulso;
volvería a tus brazos y a la par te escupo la cara.
Así se desenvuelve un duelo.
Tanto desprecias su ser
como lo precisas.
Y, si vives bajo su techo,
procura olvidar las prisas. Va a ser todo
mucho más lento.
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