martes, 4 de febrero de 2014

Simpleza.

Un ramillete de romero perfuma. Perfuma la mesa en la que lo han dejado, la mesa de roble.
Está esperando. Atado con un cordel de lana de color violeta. Espera que ocurra... lo que tenga que ocurrir.
Mira por la ventana, distraído, para después ir deslizando la vista por el resto de la estancia... la cama de madera, las baldas de madera, los dibujos y figuras colgados en las paredes, los colores de las paredes, los mil y un detalles que en su conjunto cuentan una historia.
El romero sigue observando, en silencio. No puede hacer otra cosa, sólo es romero.

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