sábado, 6 de diciembre de 2014

Las flores aman en las otras dimensiones.

   Lo que nadie supo fue que su reflejo seguía vivo, dentro del estanque.
   Al morir, cedió su individualidad a aquél que era casi exactamente como él. Pero no del todo, pues eso es lo que ocurre con los humanos con terribles destinos.
 Fue por ello que sus personalidades no resultaron las mismas. Ahora veremos porqué.
   Después de un rato esperando, el reflejo se asomó, desde el agua, sin reflejar a nadie y sin tener a nadie a quien reflejar. Lo vio tendido en el suelo, con una hermosa flor brotando en su pecho, al que pocos minutos antes, había sido dueño y señor de sus actos y expresiones, pero no de sus emociones.
   Con gran alegría, y siendo consciente de que ahora él decidía por él, corrió en busca de la dama que amaba.
   Su dama era de tersa piel de musgo y suaves cabellos de agua. 
   Ciertamente se encontraba muy cerca, por lo que no hubo de viajar más allá de un par de charcos para situarse a su lado. La joven dama se encontraba muda, con la muerte al borde de sus ojos y su último suspiro contenido aún por sus labios sellados. Miraba con infinita congoja la hermosa flor amarilla. 
   Él la llamó, intentó gritar, pero los mundos de los charcos tiene la característica de ser muy silenciosos, por lo que no produjo ningún sonido. Veía que la luz de los ojos de la ninfa se iba apagando de forma lenta pero progresiva, y de la misma forma él desesperaba. 
   Llegó a un punto en el que la desesperación arrasó en forma de energía y el charco salpicó a la joven, sacándola del entumecimiento. Ella miró el charco y lo vio. La resignación, que le había cedido una muerte apacible, se tornó en esperanza primero, y luego en profundo dolor. 
   Se asomó al borde de la charca, pero no demasiado, para no taparlo con su propio reflejo. Acercó sus manos al agua y el reflejo de ellas tocó al joven reflejo. La joven, al límite ya de su vida, sintió un cosquilleo casi imperceptible en sus dedos y un enormemente lejano sentimiento de emoción que acariciaba con infinita ternura sus adentros. Se asomó a la charca y observó sorprendida cómo su reflejo exhalaba felicidad al otro lado del agua.
   Entonces comprendió una realidad que permitió que todo su cuerpo se relajara por completo y sus labios no contuvieran más el último aliento, que rápidamente se disolvió con la magia del bosque.
   Fuera del charco todo era muerte y neblina, pero dentro de la charca había otra historia, con otro final.
   La ninfa se había dado a sí misma la oportunidad de tener la historia que había anhelado tanto, comprendiendo que las historias siempre están vivas, da igual dónde.

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