lunes, 8 de diciembre de 2014

Carta de un pétalo a un alfiler.

   Es curioso, pero te quiero.
   Tengo una sensación de armonía contigo como la que seguramente sentirán dos piezas de puzle al reencontrarse.
   Tu apariencia resulta afilada, pero no me pinchas; no pinchas.
   Mi apariencia resulta tersa, y sin embargo es tu interior el cual rebosa de suavidad, de ternura.
   Nadie hubiera concebido la idea de un lazo de estas características. Ni tan siquiera yo… Te abriste camino progresiva, pero tan tan lentamente que no me di cuenta hasta que ya estabas descansando en una de mis sinuosas laderas.
   Tienes, sin embargo, momentos afilados, y te sorprendería saber que en esos será, probablemente, en los que más embelesada te mire.
   Es ahora y no antes cuando empiezo a comprender alguna de esas frases tan dichas y típicas del amor. “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”; cuando lo pienso siento que no me va a doler si desapareces entre el heno… y temo más, entonces, esta inconsciencia.
   Por algún motivo no quiero inmortalizar ningún momento contigo más que con la imperfecta memoria.
   Tan sólo hacerte saber que, aunque me raspe tu cercanía y me aleje para que no desgarres mis faldas, no te quiero lejos. Sólo a cierta distancia. Quizás con ver fugazmente el brillo de tu cuerpo alargado me conforme.
   Tan sólo hacerte saber que eso… que te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario