Es
curioso, pero te quiero.
Tengo una sensación de armonía contigo
como la que seguramente sentirán dos piezas de puzle al reencontrarse.
Tu apariencia resulta afilada, pero no
me pinchas; no pinchas.
Mi apariencia resulta tersa, y sin
embargo es tu interior el cual rebosa de suavidad, de ternura.
Nadie hubiera concebido la idea de un
lazo de estas características. Ni tan siquiera yo… Te abriste camino
progresiva, pero tan tan lentamente que no me di cuenta hasta que ya estabas
descansando en una de mis sinuosas laderas.
Tienes, sin embargo, momentos
afilados, y te sorprendería saber que en esos será, probablemente, en los que
más embelesada te mire.
Es ahora y no antes cuando empiezo a
comprender alguna de esas frases tan dichas y típicas del amor. “No sabes lo
que tienes hasta que lo pierdes”; cuando lo pienso siento que no me va a doler
si desapareces entre el heno… y temo más, entonces, esta inconsciencia.
Por algún motivo no quiero
inmortalizar ningún momento contigo más que con la imperfecta memoria.
Tan sólo hacerte saber que, aunque me
raspe tu cercanía y me aleje para que no desgarres mis faldas, no te quiero
lejos. Sólo a cierta distancia. Quizás con ver fugazmente el brillo de tu
cuerpo alargado me conforme.
Tan sólo hacerte saber que eso… que te
quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario