Quizás la sencillez de una estructura firme; la falta o el exceso de golpes, todo en el caldero con una pizca de sal, pimienta y alguna especia aromática, fue lo que te modeló.
Era un aura de neblina iluminada por el sol, dorada, la que envolvía la soltura, la inocencia... Jamás hubiera pensado en aquello como andamios.
Es normal que me sintiera atraída por una visión de la alegría tan genuina; como las moscas se quedan atrapadas en la miel.
El tiempo del Sol fue un clímax continuado para ti, y creo, ahora, que hubo verdad en esa arena inquieta. Pero, ¡ay! cuando las hojas caen construyendo el puente... No supimos verlo y nos resistimos a cruzarlo. Pero no somos Dioses.
... Se perdió al comprobar que la felicidad absoluta no existe. Y se encontró a trompicones y apilando rocas alrededor de la carne blanda.
Las últimas lágrimas que me diste hablaron por ti y me contaron que habías hecho una elección. Pero una vez diste el portazo, las desvalorizaste dejando mudo su eco.
Escondí de mis ojos tu sombra, e hice oídos sordos a las nanas de la melancolía; y ahora que ya nada temo y que el espejo se ha desempañado por fin, encuentro que su comisura de marfil ha sido intercambiada por una ceja prepotente, observando desde lo alto.
... A lo mejor, allá por el fondo oscuro y húmedo, brille aún un fuego fatuo.
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