Ayer desayuné tostadas con lluvia,
mientras paseaba pensando en que quería escribir una poesía sobria.
Una poesía que no fuera hacerse preguntas, como siempre hice.
De la cual sus musas no fueran esclavas de la sensibilidad.
Que no tuviera musas.
Una poesía en la que los silencios dijeran más que las palabras.
Una poesía de pocas palabras.
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