Hablando de pasados y luceros,
con tan agradable compañía como la de una rizada luna,
es cuando sé quién eres para/en mi.
Yo que perseguía mis pasiones creyéndome falta de ellas,
y resulta que me quedo, sin saberlo, embarrada en tus pupilas de gitano.
Es tan sólo la enormidad de la diferencia lo que me despista.
Lo distinto que es el ritmo que palpitas, a los que yo estaba acostumbrada,
y lo complicado que fue desacostumbrarse.
Es mirar a mi alrededor sin que la bruma difumine las cosas.
Es ser mi propio limpiaparabrisas.
Que las musas ya no me inunden descontroladas no significa que esta nueva realidad esté vacía de ellas; tan sólo, que ahora ya no sé donde encontrarlas fácilmente.
De momento, ser sensible me basta.
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