sábado, 5 de diciembre de 2015

22:07 en un sábado

Últimamente, el silencio es más fuerte.
Suena muy fuerte.
Tener un tic tac diferente sólo me hace diferente.
Y aunque se hable de evolución, el ser humano sigue temiendo a lo distinto.
El silencio abraza intenso cuando me quedo sola.
Con brazos fríos, que invitan a uno a encerrarse en su cabeza.
Mi ritmo es estacional, y perdonadme que lo sea; yo no lo elegí.
Mi sensibilidad es estacional, y me comprenderíais mejor si lo tuvierais en cuenta.
Me comprenderíais mejor si tuvierais la inquietud de preguntarme, en lugar de juzgar directamente.
En el silencio nocturno mi cabeza hace un ruido infernal.
Un gato persiguiendo a un ratón en una abarrotada y gran cocina.
Y al abrir los ojos en la mañana, mi cuerpo, tenso, cansado, es el eco de los destrozos de anoche.
No sé porqué esperáis que en navidad esté alegre y jubilosa cuando en diciembre los osos ivernan. (al menos en occidente)
¿Habéis oído mientras nieva en la montaña?                                      El silencio.
Tan sólo ingiero música insípida, pues no roza la sensibilidad en carne viva y duele menos.
Y no tengo valor para beber libros por si me pierdo en las hojas y después no me sé encontrar.
El martillo del silencio no da fuerte, pero sí continuo, en los lados de la sien.
Y la cabeza me duele concentrándose en el entrecejo.
Voy aprendiendo autodidacta a dejar de vomitar de golpe para hacerlo de a poco. Y, a veces, de los tropezones elegidos salen lindas poesías.
Estoy esperando que el año nuevo llegue con un fortísimo viento fresco, limpio, nuevo, que abra de golpe mi cabeza, mis poros, mi corazón y mis pulmones.
Porque el aire denso y viciado de este año gastado me ahoga, y en el duro silencio, las lágrimas ya no me invitan a respirar.




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