viernes, 20 de enero de 2017

Un día para ser ciénaga.

  
  Tengo los pies helados de la misma forma que mis ganas de escribir.
   Es sencillo, hay días en que no hay fuerzas ni para sostener tus principios. Y fallar demuestra precisamente tu fuerza cuando, a pesar de ello, asumes y remontas.
   El impulso es más potente cuando tocas el fondo.

   Son días de limbo, donde los ojos permanecen somnolientos a causa de la sal emanada por la tórrida desdicha, y, tras el monzoon, la eliminación completa de las tensiones transporta tu sentir al latir sosegado del mar mediterráneo.
   Y puedes descansar.

   Si tienes en tu presencia una afectuosa mano amiga que te cuide cuando ni tú mismo tienes razones para hacerlo, eres más que afortunado.
   Yo lo soy. Y no sabré dejar de agradecer este mar en calma que me acuna sin yo merecer tal dedicación. Tal entrega.

   Permitirse ser de barro en una tormenta es tener el valor de transformarte.
   Permitirse ser barro en tu propia tormenta es ser maestro de uno mismo y enseñarte a crecer.

   

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