lunes, 23 de enero de 2017

Recuerdos en la piel.

El olor de la hierva neblinosa me trajo recuerdos en la piel.
De noches como esta misma.
Heladas, pero con bohemio alboroto en jardines desconocidos.

Yo no era más infante que ellos por no desafinar mis sentidos,
aunque ellos quisieran hacerme creer que así era.

Antes lo intuía sin certezas, pero ahora lo sé.
Ahora, que he bebido del vino y aspirado las hiervas sé con seguridad
que yo sentía con la misma intensidad que ellos.

Porque yo también estaba ebria.
Vivía mis días en estado de embriaguez.

Recuerdo que tardé el paso de varias estaciones en recobrar mi sobriedad,
y un intenso viaje donde mi cabeza se mojaría constantemente con el agua helada de la soledad.
Y despertaría.

Una noche, justo antes de aquel viaje,
dormí en la habitación donde, sin sospecharlo, dormiría mil noches más y me perdería de nuevo.

Hoy, en esta noche helada, siento un paralelismo sensorial con esa época.
Si me asomo un poco al borde de la espiral de la línea vital,
siento que podría verme desde arriba, en aquella noche que hoy he recordado, sentada en el jardín.

Cierta bella nostalgia invade mi corazón como si éste bombeara sangre fría.
Como si hubiera logrado conectar por fin con mi vacío.

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