martes, 28 de febrero de 2017

La libertad de la hierba en mi cuerpo.


   En el momento en que la tierra gire dos veces
a partir de ahora,
será entonces cuando me enfrente.

   He dejado crecer la naturaleza
en las axilas de mis brazos y piernas,
pero soy incapaz aún de lucirla sin avergonzarme.

   No importa que neutralice el perfume,
es la frondosidad en sí lo que los otros juzgan.

   Como si no fuera parte de nuestra piel,
como si no tuviera razón de ser,
como si las curvas de mi cuerpo fueran eclipsadas por ese abrigo
y mi esencia femenina desapareciera en su sombra.

   Sabedor de que tendré que subirme al Ring,
mi cuerpo ya empieza a incomodarse
y busca estrategias para no tener que asumir
que romperé la mente de algunas
cuya mirada
azotará mi libertad.

    Pero esta pelea
es lo mejor que puedo hacer por mí
y por la libertad de muchas otras mujeres.

   Hasta que no sea capaz de mirar mis bucles corporales
sin el yugo del S. XXI como lente,
no decidiré qué me resulta más bello:
si césped o maleza.

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