De repente,
se me oscureció la tarde de seriedad.
Un espejo solitario de noche sin estrellas,
y una herida que duele en el presente y que golpea al pasado.
Una gata inconstante por un lado,
de uñas al filo de la palabra.
Por otro una esfinge de sal reseca
y de risa vacía.
Mientras, yo trato de hacerme un hueco
en esta caverna oscura, aunque cada vez más limpia.
Voy construyendo mis días
a mi compás.
No me pasa nada,
y me pasa todo.
El miedo no me habla
hace rato ya, este momento es otro diferente.
Tan sólo paciencia,
que ya raya el alba.
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