La cuidad está regada
de humos perdidos,
y las palomas, magulladas y roñosas,
son el claro eco del ferozmente paulatino envenenamiento.
Ni tan siquiera una oleada masiva de aves negras
conduce la atención del ciudadano medio
al miedo; y, la carencia de este,
omite la pregunta ¿por qué? dentro de sí.
El tiempo barrió de mi cabeza,
así como el otoño barre las hojas con el viento,
a esta altura vital mía,
cualquier estrategia de saneamiento fructífero e individual.
Y también, casi,
cualquier esperanza en la empatía humana hacia lo natural.
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