sábado, 4 de febrero de 2017

De camino a casa.

Primer Bus

   Yo preciso del feliz reencuentro con la estación oscura. No es una utopía, hoy lo veo.
   Una alegría perdida se me anega en el pecho al sentirme, de nuevo, abrazada por los nubarrones y no asfixiada por su gris.
   Ese gris que templa el alma, que incita al envolvimiento del cavilar sereno, invitándome a un reencuentro con mi historia. La historia de mi niñez.

Horas después, segundo Bus

   Mientras en mi cabeza discutía sobre Lorca, me di cuenta de que no iba sola en el autobús.
   Son constantes los estallidos de estas burbujas mías del pensar, y son perecederos los momentos en que las mismas no me envuelven de nuevo.
   Un confluir entre realidad y mente al ritmo de la danza de un tiovivo.
   Sólo que ya no soy tan niña, y mis pensamientos son quizá demasiado pesados para montar en alguno de esos caballitos otra vez.
   

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