Me doy cuenta de que me agobia
estar tan pendiente de la tela,
y no recibir nada de ella.
Las cosas toman cauce
pero el estómago pesa
y el esófago se enreda como los cascos
en mi riñonera.
Cientos de minutos vacíos
a cambio de mi angustia,
esa es mi negociación.
Para escuchar el latido
de mi salvia,
que está empezando a hacerse oír,
dentro de un pecho donde cada vez
cabe más aire.
Nunca estaré sola
mientras las palabras existan.
Y, a la vera de este palacio,
cuerpo mío,
está creciendo un gigantesco rosal que me protege
para dormir tranquila temporalmente
y allí esperar, como Aurora,
mi propio beso para despertar,
una vez mi germinar haya terminado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario