lunes, 6 de marzo de 2017

Temblando en la aurora.

   Me doy cuenta de que me agobia
estar tan pendiente de la tela,
y no recibir nada de ella.
 
   Las cosas toman cauce
pero el estómago pesa
y el esófago se enreda como los cascos
en mi riñonera.

   Cientos de minutos vacíos
a cambio de mi angustia,
esa es mi negociación.

   Para escuchar el latido
de mi salvia,
que está empezando a hacerse oír,
dentro de un pecho donde cada vez
cabe más aire.

   Nunca estaré sola
mientras las palabras existan.

   Y, a la vera de este palacio,
cuerpo mío,
está creciendo un gigantesco rosal que me protege
para dormir tranquila temporalmente
y allí esperar, como Aurora,
mi propio beso para despertar,
una vez mi germinar haya terminado.

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