sábado, 4 de marzo de 2017

La ropa tirada por el piso... y me da igual.

 
   No hace muchas lunas
que se me abrieron otros ojos,
todavía verdes
pero que otean distinto.
   El núcleo de mi tierra
vuelve a estar en mí.
 
   Cuanto más cerca
están mis pasos de ese epicentro mío
más se alarga el tiempo
que yo me creí extraviada.
   Cuanto más se acerca
mi estado al presente,
más se desempañan mis recuerdos
más lejanos.

   Durante tanto rato
me he sentido una joven de 40,
que mi miedo a la muerte
no era más que la rabia
de sentir
que no he vivido realmente.

   Viviendo,
con las lentes del momento
empañadas,
mi conexión con mi pasado
desenchufada,
Y mi visión del futuro
como un reflejo en el vaso del agua sucia de un pintor.

   Supe que me estaba ordenando por dentro
cuando el desorden de mi habitación
dejó de ser relevante.

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