domingo, 11 de junio de 2017

Nube sensible.


   Hace un tiempo
escribí
acerca de un huequito
que me acompañaba
debido a la
ausencia.

   Hoy
quiero hablar de
un pequeño pedazo de nube
que se me enganchó,
sin querer,
en la riñonera
y que no logro quitar.

   Y ahí permanece.
conmigo, allá adonde voy.

   Por las noches,
no sé cómo,
se enreda en mi pelo
mojando mi almohada
aquellas veces que
vuelves.

   Siempre sin permiso,
siempre necesariamente.

   Mil botones
que se esconden en el
día a día
accionan el llanto
de mi nube sensible.

   Ya no quiero poner
barreras. Ni muros, ni tapones...
Ya no quiero ser más
una presa.

   Que corra el agua
hasta que se agote.

   Hasta que la corriente
arrastre las espinas
que olvido
y, de tanto en tanto,
me recuerdan
que, todavía,
duele.

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