martes, 6 de junio de 2017

Decir adiós al "ranchito".


   Me quedé al otro lado
de la verja,
mirando el ranchito
del que acababa de salir.

   Sospecho
que me quedaré mirándolo,
quieta,
algunos días aún.

   Lo miro acongojada;
tiene todo lo que siempre he soñado:
un laguito, una hamaca,
árboles frutales,
un par de niños correteando
y una puesta de sol...

   Algo en mí cambió
para que "lo que siempre he soñado",
una parte de mí,
ya no lo sueñe más.

   Se me parte un nuevo trozo del alma
cada vez que tengo que decirle
nuevamente
"adiós".

   Porque fueron varios ya;
a algunos árboles frutales
a los niños,
e incluso a la puesta del sol
en el lago.

   Tengo miedo de girarme,
y que tras mi espalda, el negro del no mirar
engulla el terreno querido.

   Tengo miedo, porque sé
que será así.

   Te voy a extrañar tanto...
siento no haber sido feliz aquí,
y todavía no sé porqué
y quizá nunca lo sepa.

   De mis lágrimas de despedida
crecerá una enredadera y un rosal con espinas
que lo cubrirán todo;
pasarán 100 años,
y espero que para entonces recorrer las ruinas,
porque serán ruinas,
no me duela más.

   Queda muy poco para que me aleje ya,
sin retorno,
de tu valla de madera.

   Quizá sólo
un par de lágrimas más.

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