jueves, 28 de diciembre de 2017

Paseo interestelar.


   Aún sigo surcando nubes,
como si no hubiera terminado de bajar
arrastrada inevitablemente por la
gravedad...
ya sea de la tierra, o del asunto.

   No estoy a horas de diferencia,
ni a kilómetros. Estoy
a años luz,
tal como he sido hace
tanto.

   Y otra vez
el sonido ordenado
reboza mi pecho en melancolía.

   Y otra vez, nadar allí es
lágrimas esencias de mí, y no
la muerte como yo creí todos estos años atrás.

   Tengo el tiempo corriendo veloz
en la palma de mi mano,
y no es importante que no trate de
apresarlo; es más,
observarlo caer es hipnótico.

   Quiero correr lejos, y sé que puedo.

   Quizá por eso...
quizás sea eso lo que me frene. Que
realmente siento que soy capaz,
pero hace tanto no lo soy
que titubeo.

   Y esta vez creo que
ninguna palabra que nazca
del embrujo de
cupido
podrá frenarme.

   Ya veremos cómo vuelvo
de este largo paseo interestelar.

   Porque creo que el pecho está
implosionando, y,
después de la luz cegadora,
sólo habrá polvo de estrella...
y un largo silencio.

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