sábado, 30 de diciembre de 2017

Aprender a ronronear.


   Tengo entre mis piernas
el calor de un minino herido de
faltas de tiempo.

   De faltas, en el tiempo,
de mi presencia. De mis cuidados,
así como de mi afecto.

   Regresé tras 152 jornadas
y sólo después, sólo mientras,
aprendí cómo sanarte.

   Sanarte de mi propio daño,
agravio a tu incondicionalidad.

   A través de la pérdida del temor
siendo casi experimento de tu
propio futuro trato.

   Amoroso, como quien ama un árbol.

   Ahora quiero hacerte compañero
de este viaje de amor propio 
que embarco.

   Es una promesa.

   Meramente tú, 
en tu silencio de palabras,
comunicación en trinos.
   Y yo.

   Aprendiendo a ronronear
juntos.

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