miércoles, 29 de enero de 2025

El almuerzo

    

     Brilla, vermello, esbelto como el sol.
     Una fina piel, que resiste si no hay filo. 
     Una carne húmeda, y su esencia repartida
en su interior. Simétrica.

     Después, unas mil semillitas color corteza de roble,
circulares, con la tripita abultada.
     Sumergidas en agua de mar, que minuto a 
minuto se eleva en otro estado. 

     Del color de la fruta con su nombre, y de cuerpo
prolongado en el espacio, se ve fragmentado en círculos 
estrechos, y es añadido junto a casillas tridimensionales
de manzanas de tierra.

     Finísimos y millones de punto blancos, el relleno de
un reloj de arena, añadidos a la ebullición de mar.
     Incorporada también la polvareda de humo color
crepuscular.

     Una vez todo junto, sólo falta que el tiempo
haga su tarea.

     Al final de la encomienda, solo pones cuchara y servilleta
y te sientas a la mesa. 

     Buen provecho. 

martes, 28 de enero de 2025

Nubes pensamiento

      Me cuesta respirar despacito.

Darle tiempo al tiempo. 

Trabajar como una hormiga sin mirar hacia el cielo.

     Es el cielo el lienzo y las nubes, pensamientos.

Se deshacen y rehacen sin ser lo mismo de nuevo.

Y yo clavo, testaruda, una estaca en el suelo

donde izo la bandera de la idea en que me esmero

en detallarte, y te pido callarte. Lo siento.

     Las ideas se me escurren; si hablo, no tengo tiempo

que perder, porque me pierdo,

se me pierden los conceptos al final de cada rama

de la que, sin pensar, me cuelgo.

      Entonces pienso, ¿pero yo pienso lo que pienso?

¿El mindfullnes no será acaso de este caos mi remedio? 

no te culpo si tu paciencia se consume,

no te culpo si al escucharme te da sueño.

     Acaso quisiera, como lume, prender en 

mi memoria un señuelo que despierte

 a las neuronas que dormitan,

que se olvidan de que mi cerebro habitan

y, entonces, no cumplen su función.

     Entrenar mi mente con sudokus será mi ambición.

     Estudiar un idioma y desgarrar mi mente

obligándola a estar presente.

     Despertar a diario su ilusión por aprender

cosas nuevas, y deleitarme en la

acción. Y llevarme una porción, aunque tarde,

del premio concedido.

 

No hay nada más que quiera dar por añadido.

domingo, 26 de enero de 2025

Breve velada

     Dame la vela. 

     La estuve buscando hace tanto tiempo... Recorriendo bosques negros,
empantanando mis zapatos al cruzar los raudales de lágrimas
de una adolescente fuera de tiempo.

     La vela me va a dar luz.

     Va a iluminar el trayecto que ha seguido esa muchacha;
va a darle perspectiva a mi extraña antigüedad. 
Me va a mirar extrañada mi juventud, la extraviada.

     Esa vela me va a calentar.

     Pues no hago más que soplar mis manos, generando esa chispa entre rocas,
la que nos dio la vida por primera vez. Busco
mi propio aliento tibio.

     Bendita vela que quema.

     Con la cera caliente, me recuerda <<eres de carne, te circula la sangre,
está vivo este cuerpo de huesos abrazados>>. Y me enfrento al miedo
que le tengo a mi propio miedo.

     Permanece, vela.

     Sin más combustible que el oxígeno que yo también consumo. Juro
volverme planta si no queda suficiente para las dos.
Lo juro solemnemente. 

     Se acaba tu pabilo. 

     Pero no tu cuerpo fundido. Saco por mi garganta nuevas mechas que recubro
con tu piel. Me volví planta para cohabitar las dos. Salí de la cueva
para respirar juntas.
     Respiro como soy. Y el viento te apaga.

     Falta Luz.



     *Sonido de cerilla encendiéndose*

sábado, 25 de enero de 2025

La mancha de Murrú

     ¿Sabes? Por fin. Por fin lavé la funda nórdica.
Y las sábanas, y las mantas...

     Estaba haciendo la cama cuando me faltó algo,
sentí que algo me faltaba.

     Borrada, por el poder del oxigeno del futuro,
tu mancha no estaba más. 
     Y me quedé mirando, confundida, la esquina 
en que debiera encontrarse.
     Seguí mirando, sin entender. 

     Tu mancha, ¿a dónde fue tu mancha?

     ¿Recuerdas? te sacaron un dientecito,
y tú babeabas, grogui aún
por la anestesia... 
     Al día siguiente, en un burruño de mantas, justo en
esa esquina,
quedó sellado (yo creí que para siempre)
tu sueño profundo.

     Tu mancha ya no está más.

     Aunque tú sí estás.

     Pero un día no estarás.

     ¿Qué haré entonces? me pregunto. Me pregunto
qué haré cuando me faltes y me falte tu mancha
también. 

     Me pregunto si agarraré un rotulador rojo
y dibujaré lo que fue, lo que fuiste. Tu
regalo. o si lavaré de nuevo la funda nórdica.

     Me pregunto quién seré yo cuando tú ya 
no estés (aunque no haya sido por acto divino).
     ¿Seguiré siendo amable?
     ¿Seré, tal vez, más amable aún?

     ¿Seguirás siendo igual de dulce aunque yo no esté?
     ¿Me olvidarás?
     Ojalá puedas olvidarme... ojalá puedas enamorarte
de otra mamá, y tener un final tan tierno
como la vida que yo quise darte y
no pude.

     Tu mancha ya no está, anunciando
tu inminente falta.

     Y tú todavía estás, y me recuerdas que todo esto está
en mi cabeza.
     'Mamá, pon los pies en la tierra'.

     Hijito, ¿ya tiene hambre?