domingo, 12 de noviembre de 2017

Salto al vacío.


   Lloré mi mayor verdad a moco tendido
deslizando palabras virtuales
desde un latido hace años hecho trizas.

   Y sin embargo, luego de pulsar enter,
me sentí en paz con mí... conmigo.

   Aborrecí ser formal y atada como fui siempre,
y decidiéndolo entre toda la sal que me
encharcaba las mejillas,
vomité una papilla con olor a años de ausencia.

   Ausencia de mí, y de vosotros en mí también.

   He buscado toda mi vida esos giros que marean,
me he trepado a las alturas para aterrorizarme
en mi propio vértigo,
sin saber, sin querer ver, que está en vosotros
mi dragón más temible.

   Esta noche, os enfrento con mi espada
y la capa de la distancia, siendo, tal vez, cobarde este hecho.

   Y sin embargo, todavía tiemblo como si tuviera
nueve años.
 
   Ignorar qué será después de la lectura de mi erupción 
genera en mi centro un chisporroteo interno que me salpica de luz,
de posible esperanza;
su batir me susurra, aun cuando las pestañas me pesan
tras el baño de mar.


   Quizá esta noche pueda descansar.
   Y quizás pueda, tras hoy, también todas las demás.

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