viernes, 26 de agosto de 2016

Argentum.


Hay cosas plateadas merodeando.
Las hay. Las he visto... de cuando en cuando.
No te hacen perder apenas tiempo,
tan sólo llegan, brillan un segundo y se van.

Pero si quisiste avistar formas en ellas,
abandona.
Muy presente tienes que ser.
Y parpadear en ese instante puede acabar con tu anhelo de ver.

Algunas de las más hermosas
se pueden encontrar siempre.
Por ejemplo,
en la nana arrulladora de las olas, cuando las acaricia el sol.

Otras son increíblemente fugaces:
como el brillo del mirar de un felino...

Algunas veces,
para verlas,
es necesario olvidarse de que existe una inmensidad.
Y convertirte en una mota de polvo petrificada en el tiempo y en el espacio. Sensible.

Hay veces que relucen
en una melodía vertiginosa e improvisada,
y te aparece de forma tan repentina, sin previo aviso, y ya no existe más.
Sólo el eco instantáneo en la memoria.

Pero no sabes que su luz sigue viva
en las lágrimas que da la emoción por tanta intensidad condensada en un único segundo.

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