viernes, 22 de enero de 2016

Pláticas a corazón abierto.

Ya no importa cuánto analice. Esta ruleta rusa para siempre en la bala.
Y cada vez que disparo me pregunto porqué duele tanto.
Que pregunta tan tonta.
Pero es que no hay otra opción, si quiero sobrevivir. Porque vivir, de momento, es una utopía.
Hay que ser realistas.
Ya he tenido largas pláticas conmigo y ya me he ignorado hasta que el sangrado era demasiado evidente. Porque, a veces, hay que explicarle al corazón porqué sangra de más, para que pueda enfrentarse a cada bala nueva.
Y hay que explicarle, también, que no es algo que se haga por gusto o por elección propia, sino por supervivencia; aunque esto le duela.
No siempre tenemos todos los hilos de nuestros anhelos en nuestras manos. Y menos, cuando se trata de amor.
El cerebro es un buen amigo cuando corazón tiene los oídos libres para escucharlo.
Pero también entiende que corazón tiene su propio camino y que no siempre es el mismo que dicta cerebro: el que debería ser por nuestro bien.
Y hay ciertas veces en que es tan superior la fuerza de ese camino que, por más ciegamente que escuche corazón, éste es imperturbable. Y ni los mejores consejos de supervivencia lograrán modificar su esencia; aún cuando, cada día, una bala asole su hogar.
Y cerebro, por supuesto, también es estricto en su camino.

No se trata de que corazón y cerebro sientan/piensen lo mismo.
Se trata de que lleguen a un acuerdo.

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