Es como una helada, pero...
hace 35 grados fuera.
De pronto, en la sombra de la
persiana bajada,
lo contrario de la quema dibuja
un millar de minúsculos volcanes
que se erigen en mi piel.
Desde el sacro hasta mi coronilla
una ráfaga de hielo, fugaz,
me recoloca la columna,
irguiéndola. Por un segundo
fui bailarina.
¿Cómo es posible?
Empapada en sudor, miro mi fino abrigo.
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