martes, 6 de septiembre de 2016

No.


Estimado silencio mío,

  A ti, que me has acompañado en mis peores momentos, que infinidad de veces los convertiste en los mejores, me dirijo ahora, con el deseo de que puedas perdonarme.
   Perdóname por no haberte dado mi atención, por no haber confiado en tu dureza y en tu frío saber.
   Perdóname por haber rechazado tu compañía, tu magnífica enormidad. Tu abrazo apaciguador.

   Soy consciente de que has sido un compañero noble; las mejores canciones, las mejores poesías, los mejores 'mirar al techo', la paz... siempre vinieron de la mano tuya.

   Olvidé saber escucharte. Saber estar. Contigo.

   He tenido tanto ruido en mi cabeza últimamente que no he podido quedar apenas contigo para vernos, y te prometo que lo he deseado infinidad de veces. Pero he sido cobarde, y en los pocos encuentros que hemos tenido me asusté y no tarde en excusarme y volver a mi cabeza. A mi ruido.

   No es tan fácil salir del ruido, ¿sabes? Llega a ser tan penetrante que aturulla los sentidos y se convierte en tu mullida zona de confort. Y de ahí, da pavor salir a la inmensidad. A una inmensidad vacía.

   Porque eso eres tú, silencio. La hoja en blanco del artista.

   Hace bien poco que empecé a lograr abrirme paso entre tanto ruido y tanta tormenta, ¡Y conseguí mecerme al son de un oleaje sereno y silencioso!
   Pero hoy, en el bus, sin querer, me llené de ruido otra vez.

   Podrás bien darte cuenta de esto al percibir lo mediocre que es esta carta-poética que intento escribirte. porque no logro escucharte, y mucho menos escucharme a mí.
   Te aprecio realmente, y de veras voy hacia ti.


P.D.: Hoy, a pesar y a raíz quizás de tanto ruido, encontré la palabra que me ayudará, con el tiempo, a reencontrarme contigo.

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